El repliegue mental ante la violencia: los efectos psicológicos de la crisis social

La crisis social que se vive actualmente en el país está generando nuevas rutinas y niveles de estrés por sobre de lo normal. Todo esto, según el psicoanalista y académico de la Universidad Abierta de Recoleta, Joseph Bandet, tiene un solo culpable: la violencia ejercida desde el Estado.

La crisis social que se vive actualmente en el país está generando nuevas rutinas y niveles de estrés por sobre de lo normal. Todo esto, según el psicoanalista y académico de la Universidad Abierta de Recoleta, Joseph Bandet, tiene un solo culpable: la violencia ejercida desde el Estado.

Los cambios internos ocurridos a partir del 18 de octubre se van notando más cuando nos aproximamos a la séptima semana de movilizaciones sociales.

Y cómo podría mantenerse incólume nuestra mente, si es que afuera nada parece estar quieto, y así nos obligamos a cambiar de rutas, de rutinas, a esperar más, a tensar la paciencia al máximo, a buscar contención, desconexión, pero hasta con cierta dosis la culpa.

Desde el día cero del estallido, los mensajes emitidos desde el Gobierno tuvieron un correlato que apeló al miedo y a los recuerdos más mórbidos de la generación que vivió y creció en medio de la dictadura, pero que finalmente terminó alcanzando a todos.

Es justamente la transversalidad de los efectos sicológicos que he tenido este estallido lo que, para el siquiatra de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, Carlos Ibáñez, es capaz de producir efectos variados en la ciudadanía.

Así, en conversación con Diario y Radio Universidad de Chile, Ibáñez aseguró que el principal grupo vulnerable a estos efectos tiene que ver con las personas que geográficamente están más cerca de las movilizaciones sociales.

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“Por ejemplo, las personas que viven cerca de Plaza Italia no viven esto igual que las personas que viven en lugares donde esto no ha permeado demasiado. Creo que las personas que viven en el epicentro han tenido que realizar grandes cambios en sus rutinas para así poder subsistir”, señaló.

A estos casos, además, se suman las personas que se han visto obligadas a sumar más tiempo a sus recorridos diarios, incertidumbre por la continuidad de sus empleos, o que incluso han sido afectadas físicamente por los disturbios producidos en las calles.

Sin embargo, según Ibáñez, quizás el grupo con mayor riesgo en estas circunstancias tiene que ver con los que antes del estallido social ya padecían crisis de índole sicológico.

“Una persona que viene de antes con un problema depresivo o con un trastorno ansioso, cambios muy menores en la vida, como por ejemplo esto de no saber si puede llegar bien al trabajo producto de los tacos, puede significar que presente otro episodio depresivo. Es muy distinto la tolerancia al estrés de las personas”, explicó.

Al respecto, diversos medios masivos han apostado por consultar a especialistas en salud mental sobre qué hacer para reducir al mínimo el impacto que esto podría tener.

Las respuestas que han recibido de vuelta, según aseguró a nuestro medio el spicoanalista y académico de la Universidad Abierta de Recoleta, Joseph Bendet, han estado centradas equivocadamente en el síndrome de estrés postraumático, una reacción que tiene que ver más con desastres imprevistos y no con una instalación del miedo que sí podría estar sucediendo en casos como este.

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Es bien importante entender que la situación que nosotros estamos viviendo son efectos sicológicos producto de la violencia del Estado. Esto no es ni un terremoto ni un incendio. Esto es la instalación de una política esquizofrenizante donde por un lado se ve infinitas irregularidades, y por el otro, medios que te muestran la escena de un grupo de personas bailando el trencito y cocinando en la mañana”, criticó.

La persistencia de esta estrategia, para Bendet, tendría graves consecuencias en la salud mental de las personas; no obstante, recomendó el repliegue mental como una opción válida para continuar la lucha.

“Si tú tienes sometida a una persona a un estrés permanente, va a estar irritable y con una expectación ansiosa pensando que va a ocurrir algo, va a tener problemas de concentración, trastornos del sueño y hasta problemas alimentarios. Y si lo tienes mucho tiempo así, se va a deprimir. Por eso, una situación de repliegue ocurre hasta en una situación de combate cualquiera. Nadie está en el frente todos los días”, indicó.

Finalmente, ambos especialistas coincidieron en que toda la generación que fue testigo de esta crisis va a quedar marcada de alguna u otra forma. En tanto, es responsabilidad del Estado dar señales y reformas que colaboren a revertir esto.

No es casualidad que a la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial se les llame baby boomers, y que, en el caso del ejército alemán, la reforma haya pasado incluso hasta por un cambio radical en el uniforme.

Todo importa cuando se trata de construir mensajes, pero cuando se trata de reponer la mente y la memoria, las formas son quizás lo más importante.





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