A través de una publicación en la revista Journal of South American Earth Sciences, especializada en investigaciones geológicas, el paleontólogo Rodrigo Otero, egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile e integrante del proyecto de investigación Anillo Conicyt de Registro Fósil y Evolución de Vertebrados liderado por la Casa de Bello detalló el hallazgo del primer macro depredador jurásico identificado en Chile hasta ahora: el temnodontosaurus.
Los restos del ejemplar permanecían en los depósitos del Museo de Historia Natural en Santiago. Estos se encontraban allí desde 1988, cuando Patricio Sepúlveda, geólogo coautor de la publicación y también egresado de la Universidad de Chile, los encontró en el curso de una campaña de exploración para la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) al sur de la mina Mantos Copper, pleno desierto de Atacama, en la región de Antofagasta.
Según relató a medios con motivo de la identificación de los fósiles, Patricio Sepúlveda “cuando empecé mi carrera en los arios ochenta, el tema de la paleontología de vertebrados era casi desconocido en Chile. Pero tuve la suerte de trabajar con un geólogo americano que vino al país, con el que aprendí a reconocer huesos. Como en ese entonces muy pocas personas sabían de esto, los trasladé para conservarlos en el museo”.
En 2016 el paleontólogo Sergio Soto, también parte del Anillo Conicyt de Registro Fósil y Evolución de Vertebrados de la Universidad de Chile encontró los fósiles en el museo. “Sergio nos facilitó este material para analizarlo y nos dimos cuenta de que había varios restos en la mandíbula y dientes bien preservados del ejemplar”, explicó Rodrigo Otero. En línea con el experto, la correcta consignación de los datos geográficos y características de los restos fue clave para identificar la edad geológica de los restos: “Entre esos dientes se observaban características morfológicas que nos permitieron compararlos con registros de ictiosaurios conocidos del cretácico e inicios del jurásico, que era la edad de las rocas de donde provenía el material. Y en esa comparación vimos la afinidad con el temnodontosaurus”, afirmó.
Similares a los delfines por su hocico largo, los temnodontosaurus fueron reptiles marinos con una alta adaptación a la vida acuática. “Eran bastante grandes, alcanzaban hasta 10 metros de longitud. Constituían muy probablemente el ápice de la cadena trófica, o sea, eran los depredadores más grandes, y su número era más bien escaso por lo mismo”, detalla Rodrigo Otero.
Un depredador que abre preguntas sobre la historia del continente
En la publicación que describe el hallazgo, Rodrigo Otero y Patricio Sepúlveda señalaron que “este descubrimiento representa el primer registro de un ictiosaurio temnodontosáurido en el hemisferio sur, reforzando un patrón de intercambio faunístico entre el Tetis norte y Panthalassa sur, antes de la separación de Laurasia y Gondwana, y antes del establecimiento completo de la vía marítima del Caribe”.
¿Qué significa esto? El paleontólogo Rodrigo Otero lo explicó así: “Antes de esta investigación el temnodontosaurus se conocía solo en el jurásico inferior de Europa. Esto, ya que durante el jurásico inferior predomina geográficamente el megacontinente Pangea: aún no se han dividido Eurasia y Gondwana. Y en ese contexto paleogeográfico encontramos al temnodontosaurus en el hemisferio sur, lo cual nos muestra que hay al menos algún tipo de intercambio de fauna en el jurásico inferior entre hemisferio norte y hemisferio sur. Lo interesante es que esto debe haber pasado por una ruta que no tenemos clara, ni tampoco su dirección, si de norte a sur o de sur a norte. Dudamos de que haya sido a través del continente porque aún no se fragmentó. Sabemos, por ejemplo, que a mediados del jurásico empieza a existir el Corredor del Caribe tras la fragmentación de Pangea entre Eurasia y Gondwana. Esto es anterior a ese escenario pero es claro que hay intercambio de fauna”.
Para Alexander Vargas, director de Anillo Conicyt de Registro Fósil y Evolución de Vertebrados que lidera la Universidad de Chile y académico de su Facultad de Ciencias, el territorio chileno es “una pieza faltante en la historia bioevolutiva y geológica del planeta”. Esto, ya que en general nuestro país tiene muchos fósiles e información, pero poca investigación en la disciplina, que experimenta un auge en las últimas tres décadas.
“Ocurre que Chile representa todo el margen occidental de lo que era el supercontinente Gondwana en el pasado, es un borde de gran extensión y posición clave que se aisló geográficamente con la cordillera, lo que es muy importante en especial por la conexión con la Antártica”, explicó el también director de la Red de Paleontología de la Universidad de Chile, añadiendo que hay un montón de información disponible sobre la evolución general de la vida en el planeta. “Un ejemplo es el descubrimiento del Chilesaurus, un ejemplar tan extraño que aún no se sabe cómo se emparenta con otras especies de dinosaurios en el mundo. Ahora estamos estudiando otros ejemplares que son capítulos de la evolución mundial que no se han preservado en otros lugares, por lo que la exploración seguirá revelando novedades y conexiones, con especial potencial del continente polar cretácico”.