La Unión Europea vive un momento decisivo que puede marcar definitivamente las cartas de sus futuros cimientos en el futuro. La respuesta económica que el bloque de los 27 vaya a dar a la crisis sanitaria del coronavirus ha despertado tensiones que no aiman en la antesala de la celebración de la reunión del Eurogrupo –reunión de los ministros de Finanzas de la eurozona– prevista para este martes 7 de abril. Reflejo de ello fue la última cumbre de la Unión con el plante de España e Italia, los dos países que más están sufriendo los estragos de la COVID-19. En aquel consejo se plasmó la polarización entre Mark Rutte, primer ministro holandés, secundado en parte por la canciller alemana Angela Merkel, y la alianza entre el español Pedro Sánchez y el italiano Giuseppe Conte. La postura cerrada de Holanda en contra de cualquier proposición que se asemeje a cualquier tipo de “plan Marshall” que llegue desde los socios del sur, ha ido siendo suavizada durante los últimos días, especialmente después de que el primer ministro portugués, Antonio Costa, calificara de “repugnante” la posición holandesa ante la crisis.
Alemania y Holanda no están aún ni cerca de aceptar la mutualización de la deuda que provocará el coronavirus, esto es los llamados coronabonos, pero encima de la mesa empiezan a aparecer otras soluciones como la propuesta francesa de un gran fondo específico. El coronabono es una deuda que contaría con la garantía común de todos los países de la Unión Europea, lo que implica que el riesgo es compartido o mutualizado por todos. Al ser el riesgo compartido o mutualizado, el tipo de interés al que se emite es más barato. Otra ventaja es que al ser una emisión conjunta de toda la Unión Europea no aumenta la deuda pública de cada país.
Así las cosas, el paquete completo que está encima de la mesa, con vistas a ser negociado en el Eurogrupo del martes es poco ambicioso para España, Italia y Francia. Por un lado, está el reaseguro de empleo anunciado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de 100.000 millones para ayudar en los despidos temporales de trabajadores y por otro, el Banco Europeo de Inversiones ha propuesto crear un fondo de garantía que permitiría movilizar hasta 200.000 millones. Este fondo de avales se sumaría al acordado a mediados de marzo por valor de hasta 40.000 millones de euros. Estos fondos estarían fundamentalmente destinados a activar las líneas de crédito a pequeñas y medianas empresas.
Los mecanismos de la crisis de la deuda
Pero el punto de mayor fricción responde sobre todo al empeño de Holanda a la no mutualización de la deuda y a continuar empleando los instrumentos creados para la crisis de la deuda de 2008. Y el principal es el MEDE (Mecanismo de Estabilidad Europeo). El MEDE tenía la función de prestar dinero a países que necesitaran ser rescatados –como Grecia– a cambio de reformas: es decir, recortes de servicios públicos. El MEDE responde al paradigma de una crisis financiera y de imposibilidad de acudir a los mercados financieros por tener una prima de riesgo desbocada. Es decir, en caso de activarse las reglas del MEDE, que tiene hasta 410.000 millones de euros para prestar, habrá condicionamientos económicos en forma de duras reformas para los “rescatados” por una crisis de escala planetaria con el consecuente estigma a futuro para los países que fueron más golpeados por ella. Sin embargo, consciente del futuro peligro para Europa, Alemania comienza a relajar ciertas posturas. El vicecanciller y ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz (SPD), ha afirmado recientemente que los créditos del MEDE “pueden hacerse sin Troika”, dejando en el aire, eso sí, cómo se realizarían los controles a los condicionamientos financieros.
El principal argumento de los socios del sur, especialmente España e Italia pero también Francia es la propia naturaleza de esta crisis. La crisis del coronavirus no es atribuible a desajustes macroeconómicos de los países, afecta a todo el mundo y debe tener una respuesta específica. No lo es así para Holanda, especialmente, y más matizadamente para Alemania, que consideran que los instrumentos ya existentes creados tras la crisis de la deuda deben ser aplicados ahora.
Ahora España e Italia se concentran en ampliar el grupo de los nueve países que pedían la mutualización de la deuda provocada por el coronavirus y creen que es posible incorporar a otras capitales, intentando aislar a Holanda y que la decisiva postura final de la canciller Merkel se aproxime, no a los deseados coronabonos pero sí a una respuesta con mayor ambición que salve lo que los socios del sur comienzan a poner en duda si la UE no actúa con fuerza y decisión.
Postura de Francia
Para Francia, el paquete económico de respuesta a la crisis sanitaria que se va a discutir en el Eurogrupo de este martes sigue quedándose corto. Macron comparte la tesis de Sánchez y Conte en cuanto a que el origen de esta crisis no está en desequilibrios macroeconómicos sino a una pandemia planetaria y por ello, la respuesta no puede limitarse a los instrumentos derivados de la crisis de la deuda como el Mecanismo de Estabilidad Europeo, el MEDE. Macron ha respaldado la idea de un “endeudamiento común sea cual sea el nombre”. Pero dando por sentado el férreo rechazo de Holanda y Alemania a los “coronabonos”, Francia ya ha planteado una alternativa en forma de fondo, “excepcional y de carácter temporal”, cuya función sea acelerar la recuperación de la economía de la UE una vez superada la fase crítica de la crisis sanitaria. Así definido por el ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, quien ha apuntado que este instrumento paneuropeo tendría la capacidad de emitir deuda con la garantía común de los países miembros que será servida mediante contribuciones nacionales o mediante un impuesto de solidaridad de carácter nacional. “Hace falta un plan de estímulo postcrisis”, defiende el titular de Economía francés al mismo tiempo que crea un punto de intersección con su par alemán, a la hora de dejar la puerta abierta a que Europa pueda tomar cualquier solución inmediata que ya está sobre la mesa, como por ejemplo una versión aligerada del MEDE, con baja condicionalidad y sin “estigma para ningún país”.