Alto, de espalda ancha, pelo castaño, Iyad, un niño “educado”, amante de la jardinería y coleccionista de perfumes según su tío Osama, se ve imponente físicamente. Pero el hombre de 32 años también tenía la edad mental de un niño de ocho.
Desde hace seis años, Iyad iba a la escuela Elwyn Al-Quds, al pie de la explanada de las Mezquitas, para personas con discapacidades congénitas.
Amaba la escuela y, en el momento más crítico de la crisis del nuevo coronavirus, sufría por no poder ir, cuentan familiares a la AFP.
Su casa en el barrio de Wadi el-Joz, en el valle bajo el Monte de los Olivos, en Jerusalén Este, está a 10 minutos a pie de la escuela, justo detrás de la Ciudad Vieja. Como Iyad es autista, su madre, Rana, lo acompañó durante años.
Pero estos últimos meses, la familia le enseñó a ir solo. “Siempre vigilaba donde estaba, nos contactamos en Whatsapp”, dice su madre, de silueta frágil y manos temblorosas, quien lleva el velo negro del luto.
El sábado por la mañana, una maestra iba con Iyad. Pero una vez en la “Puerta de los Leones”, un arco de piedra ocre y arena llamado “Bab al-Asbatt” en árabe y “Shaar Haarayot” en hebreo, la situación degeneró.
“Dispararon”
Iyad iba a sacar el teléfono de su bolsa. Los policías creyeron que iba a sacar un arma, sobre todo porque los ataques son relativamente comunes contra las fuerzas israelíes.
Según un comunicado de la policía, los agentes “ordenaron” a Iyad detener su gesto y luego “comenzaron a perseguirlo a pie”. “Durante esta persecución, oficiales abrieron fuego contra el sospechoso”, señaló.
“Su maestra dijo a los policías que era discapacitado y les pidió verificar su identidad, pero la mantuvieron a distancia y dispararon”, afirmó el padre de Iyad, Kheiri, quien perdió a su único hijo.
Recibió dos disparos, según la familia. ¿Cómo pudieron disparar a un autista que pasaba por allí todos los días?, se pregunta sus familiares.
El policía “se creía en verdadero peligro“, según su abogado. Pero Iyad no estaba armado. La familia quiere ver las imágenes, sobre todo porque la Ciudad Vieja está llena de cámaras de vigilancia.
“Cada columna tiene tres cámaras, si un mosquito pasa, saben que pasó. ¿Por qué no difunden esas imágenes?”, afirmó el padre, de cabello gris y ojos verdes.
Pero las imágenes podrían ser explosivas sobre todo porque recuerdan las de George Floyd, el afroestadunidense que murió la semana pasada a manos de la policía en Estados Unidos.
“La vida de los palestinos importa”
En Jerusalén-Este, territorio ocupado y anexado por Israel desde 1967, miles de personas asistieron el domingo a los funerales de Iyad.
El presidente palestino Mahmoud Abbas denunció un “crímen de guerra” y una “ejecución”. El ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, ofreció “condolencias” a la familia y prometió una investigación “rápida”.
En las redes sociales árabes se posicionó la etiqueta #Palestinianlivesmatter (“La vida de los palestinos importa”), similar a la de #Blacklivesmatter, movimiento y grito antirracista en Estados Unidos.
En el caso de Iyad, “es ocupación, no discriminación racial”, dice a la AFP Ayman Odeh, jefe de la “Lista Unida” de los partidos árabes israelíes. “El martirio de Iyad no ha hecho más que aumentar la cólera de la población”, añadió.
Manifestaciones previstas para la próxima semana contra el plan del gobierno de Donald Trump para Medio Oriente, que prevé la anexión de territorios en Cisjordania ocupada por parte de Israel, tendrá la muerte de Iyad en el centro.
La cólera no va a devolver a Iyad a la familia Hallaq. “Está ahora en los brazos de Dios y estoy segura de que es feliz”, suspira su madre, abrazando el retrato de su hijo.