"Escrito está": fallece el poeta chileno Efraín Barquero

Su último respiro lo dio en su departamento en la comuna de Proviencia.

Su último respiro lo dio en su departamento en la comuna de Proviencia.

A la edad de 89 años, falleció Sergio Efraín Barahona Jofré, conocido simplemente como Efraín Barquero. El poeta, premio nacional de Literatura 2008, era el último representante vivo de la Generación del 50, entre quienes destacan Armando Uribe y Enrique Lihn.

Su nombre lírico lo adoptó a partir de los recuerdos de su infancia, cercana a Constitución y a quienes navegaban antes de la desembocadura del Río Maule.

Luego de estudiar su etapa escolar en Talca, estudió Derecho en la Universidad de Chile y Pedagogía en Castellano en el Instituto Pedagógico en la misma época que sus compañeros de generación Jorge Teillier, Pablo Guiñez y Rolando Cárdenas.

La poesía de Barquero, de alto simbolismo, era representada por elementos vinculados a la vida rural, como el pan, la mesa y la tierra. Su actividad lírica, en algunos momentos de su biografía, fue alternada con responsabilidades propias de su compromiso ciudadano, como el cargo de agregado cultural en Colombia, durante el gobierno del presidente Salvador Allende.

Luego del Golpe, padeció un largo exilio en Francia, luego del cual manifestó su decepción con el Chile encontrado al regreso, por lo que alternó residencia en ambos países desde la década del 90 del siglo pasado.

“Lamentamos la partida de Efraín Barquero, un autor que transformó las cosas simples de la vida en poesía. El Premio Nacional de Literatura fue un reconocimiento a ese talento y sensibilidad social. Valoramos su gran legado y enviamos condolencias a su familia”, sostuvo Consuelo Valdés, ministra de Cultura.

El autor de libros como La compañera o Escrito está,  sufría hace años de EPOC, enfermedad pulmonar obstructiva crónica que le habría provocado la muerte. Su último respiro lo dio en su departamento en la comuna de Providencia.

El funeral del poeta será este miércoles en el Parque el Recuerdo.

 

Las máscaras  

Hacedor, estás triste como tus máscaras,
porque no puedes hacer la máscara de tu éxtasis.
Todas las haces mirando la oscuridad
sin hacer la que sonríe a la creación del mundo
que ves alrededor en todas las cosas.
Estás triste como la sonrisa que te creó.
Y haces todos tus rostros de tu propia cara.
Haces siempre el asombro igual al pavor.
Haces siempre la sonrisa sonriendo a sí misma.
No hay nada más insondable en la muerte
que el doble pliegue de los ojos cerrados
y el doble pliegue de los labios abiertos.

Al morir, portarás la máscara que tú mismo tallaste
porque temes la oscuridad y la extrema claridad.
Y cuántas veces la llevaste sin que lo supieras
al mirar por última vez el rostro de los otros.
Cuántas veces al recordar mucho a una persona
entraste sin saber en el sueño
donde las máscaras se ríen con sus bocas de piedra.
Con ella te sentías indemne entre los hombres
y los hombres sin querer te odiaron,
como si pudieras adivinar sus secretos más íntimos
y hubiera alguien más en la pieza cuando reías.
Al vivir, has ido conociento tu rostro
y has ido conociendo la máscara que cuelga del muro.

Una mujer quiere verla sobre tu rostro
y con cierto pudor tú te la pones riendo.
Y aunque la mujer también se ríe con una risa ahogada
todo se vuelve tan oscuro y lejano
como si hubieras caído en una trampa.
Aunque puedes verla a través de la máscara de jade
ella te parece más joven que la luz del día.
Aunque puedes hablarle a través de ese muro
no te atreves a decirle ni una sola palabra.
Aunque puedes quitarte esa venda no lo haces.
Y parece que estuvieras encerrado en un espejo
donde ella se mira como la luz del d1ia.





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