A fines de marzo, el poeta mapuche Elicura Chihuailaf (68) debía tomar un avión en dirección al Wallmapu. Sin embargo, producto de las exigencias sanitarias que impuso la pandemia en todo el mundo, el autor de Recado confidencial a los chilenos (1999) debió recluirse en Barcelona para luego trasladarse, junto a su compañera y su hija, a un pequeño poblado rural de Asturias.
Desde allí, conoció la noticia de su postulación, por parte de la Universidad de la Frontera, al Premio Nacional de Literatura 2020. No obstante, desde ese remoto lugar, también inició un trabajo de difusión artística que cada domingo lo ha llevado a protagonizar un recital poético en lo que se ha denominado como Conciertos para la Hora Azul.
“Ha sido muy agotador, más cuando tienes que estar pendiente de la hora chilena y la hora europea. Hubo unas semanas en que me parecía que vivía solamente medio día, porque tenía que actividades acá en Europa y en el Wallmapu”, dice el escritor al teléfono.
¿Cómo ha enfrentado el confinamiento, estando lejos de su tierra?
Al principio, fue darme cuenta de este raro exilio, de la experiencia de quienes tuvieron que salir y se encontraron fuera de su país y de su territorio. Sabemos el drama que eso significó y pienso en mi propia familia, pero poco a poco fui tomando la estrategia, desde el punto anímico, para ponerme en este lugar y poder permanecer, dado que no estaba preparado para esta realidad que hubo que enfrentar también económicamente. Ahora estamos en un lugar rural, donde vive una de las hermanas de mi compañera, que salió al exilio con su madre el año 74.
¿Qué es lo que ha extrañado en este periodo, porque usted tiene un vínculo particular con su casa Azul de La Araucanía?
El estar en casa. Los quehaceres del campo, el jardín, el huerto, el invernadero, nuestros perros, nuestras aves, las caminatas en el bosque, mirar el brillo de los esteros, caminar entre esos conocidos de tantos años que son los árboles, los coihues, los avellanos, los ulmos. También ensayar, de cuando en cuando, los sonidos de la trutruca, que toco desde la infancia. Finalmente, uno es de un lugar, de una historia, de un territorio, de una forma de vida, de una visión de mundo, con todo lo que ello implica.
¿Cómo ha sido el adaptarse para poder difundir su trabajo de forma virtual?
Lo había experimentado con tranquilidad. Ya lo había utilizado para entrevistas, para conversaciones, pero no de la manera que lo estoy haciendo ahora. Tampoco venía preparado con una computadora, dado que el tiempo de permanencia acá lo tenía acotado a una fecha de actividades literarias. De pronto me encontré bastante ocupado y agradecido, porque éste ha sido un espacio de conversación y lectura. Cuando uno escribe o habla lo está haciendo a través de las voces de nuestros espíritus antepasados. Esos nativos que están siempre en conversación con nuestro espíritu.
¿Cómo este momento ha influido su propio proceso creativo?
Creo que eso va a venir. Esta experiencia será plasmada en lo venidero. A mediados de febrero terminé un libro que se llama En el azul del tiempo que nos sueña y he estado revisándolo. También es un poco adelantado a este tiempo que estamos viviendo. En este libro hay una mirada de nuestra gente mayor que cuando nos decía “Tierra”, nos hablaba del infinito. Nada está fragmentado, es una totalidad. Nada es superior e inferior a cada uno de nosotros. Nada es superior e inferior a los pájaros, a los ríos, a los lagos, a los insectos, a los animales y de ahí la conciencia de que la vida es agua. Si no se respeta la naturaleza, se está atentando contra el agua y se cierra el círculo. Entonces, la respuesta a eso lo estamos viviendo ahora de manera dramática.
En ese sentido, ¿cómo vislumbra el retorno a las rutinas, a la normalidad?
Siguiendo los pensamientos de nuestros antepasados, creo que esta es una oportunidad que nos da la naturaleza, una oportunidad que nos da a todos y a todas quienes existen, incluso a aquellos inanimados como las piedras, pero soy escéptico-optimista. Creo que siempre hemos vivido en una anormalidad. El Chile superficial y enajenado acumula cada vez más riquezas, amparado en su violencia y en su egoísmo, entonces, no sé si vendrá una nueva normalidad. Creo que ahora se abre la oportunidad de entrar a una normalidad, porque lo que ha habido hasta ahora no ha sido una normalidad, porque cómo va a ser normal vivir en esa relación con la naturaleza, cómo va a ser normal que se hable de democracia y sean unos pocos los que se erigen en el poder y hagan y deshagan en función de sus riquezas, manteniendo en la miseria a tanta gente. Cómo va a ser normalidad eso.
Durante el movimiento social que inició en octubre, la protesta revalorizó toda una simbología el pueblo mapuche. ¿Cómo interpreta esa reposición?
Mi escéptico- optimista recibe una energía del optimismo. Es evidente y sorprendente que la chilenidad haya abierto los ojos frente a su propio espíritu, frente a su propio corazón que ha estado hablando desde siempre respecto del ser nativo que lo habita. Ahora, creo que son muchos los elementos que están en juego como para que eso se consolide. Me parece fundamental y, lo han planteado desde diversas organizaciones, la conversación. No para generar consenso, sino para tener la posibilidad de exponer de manera amplia y profunda nuestra visión de mundo y nuestro reclamo.
Allí la discusión sobre una eventual Constitución y la inclusión del pueblo indígena es un punto importante…
Indudablemente, porque todos los seres vivos necesitan líderes y lideresas. Uno lo ve en el panal, lo ve en la bandada de pájaros, lo ve en el bosque y en un orden que no es el que quieren imponer. El orden natural es el aparente desorden y así lo muestran las piedras, las estrellas y los árboles del bosque. Entonces, hay que abrir la posibilidad de alcanzar una verdadera democracia, porque que los pueblos nativos y profundos nunca han vivido en democracia. La tarea es llegar a un proceso que nos lleve a una democracia por fin.
Durante las últimas semanas, nuevamente el pueblo mapuche también ha sido objeto de represión. ¿Cómo ve esta situación, en plena pandemia?
Nuestras comunidades poseen una gobernación que funciona de manera autónoma, pero ¿por qué no se da la oportunidad de que vivan las autonomías? Para llegar a un buen vivir es preciso que los pueblos nativos y el pueblo chileno profundo exprese su voz y se tomen ese derecho, sobre todo ahora que en plena pandemia se agudiza la represión hacia nuestros pueblos. Creo que, la única manera que tienen nuestros pueblos y el pueblo chileno profundo de alcanzar la democracia y el buen vivir es a través de la movilización. Nuestros pueblos nativos y el pueblo mapuche, como la historia lo ha mostrado, nunca han dejado de luchar por ese derecho y, aunque no se le quiera escuchar, ha impuesto de diversas maneras su pensamiento, pero éste no ha sido escuchado por el poder. Ahora, nuestra gente dice que la conversación es un arte, porque no es tanto el cómo se expresa el pensamiento de cada persona, de cada grupo, de cada cultura. Junto con hablar, la conversación se transforma en un arte cuando se aprende a escuchar, pero este Chile enajenado adolece de ese problema, porque nunca ha tenido la capacidad de escuchar, que es lo más difícil.