La escena política se presenta con claridad ante la gente, el exceso de ansiedad de la clase política ha dejado al descubierto sus reales intereses y su necesidad por ordenarse en un gobierno de “unidad” sin proyecto. Más preocupados de repartir cargos, copado con los mismos de siempre. El intento de ellos por llenar el vacío de liderazgos, maneja una agenda que corre por cuerdas separadas a las de la ciudadanía, reflejando una mezquindad que impediría llevar las demandas de la gente a las instituciones y alejándonos de una oportunidad histórica.
Lo esperado, sería desbordar el apruebo y la convención constitucional con todas nuestras fuerzas, para instalar un marco democratico posneoliberal que asegure no volver a sufrir los costos que históricamente impidieron el avance de transformaciones profundas. Para ello, el apruebo debiera lograr a lo menos un 75% (quizás más), de modo tal, que en la disputa de ideas posterior tenga predominancia el debate sobre un futuro nacional y no el nostálgico rescate del pasado por parte de los conservadores.
Hasta ahora nada parece inalcanzable, el problema, es que la ansiedad por hacerse con el control de La Moneda, se ha apoderado de la agenda de los partidos políticos tradicionales. Por un lado aparecen los clásicos de la transición con su díscolo incluído: MEO, Francisco Vidal, Joaquín Lavín, Marcela Cubillos, Nicolas Eyzaguirre e Iván Moreira (apruebo y rechazo juntos). Su sketch humorístico del matinal Bienvenidos en el canal de Luksic y su injustificada afinidad política a propósito del debate de “unidad”, podrían continuar con una amistad que apuntaría a conformar un gobierno y congreso para los de arriba; como lo ha declarado el propio Joaquín Lavín: “el futuro de Chile no debe pensarse en términos de derecha e izquierda”. Todo indica que ya eligieron estar con los de arriba a costa de los de abajo, no es sorpresivo que el propio Francisco Vidal intente darles vida y proyecte con austeridad un 60% al triunfo del apruebo. Cuestión que nos aleja del objetivo planteado y, si todo marcha bien en sus planes, se posicionará en su rol favorito: como articulador gradualista del consenso de la transición de este nuevo Chile. Nada asegura que bajo este supuesto, podamos superar al pinochetismo en todo su espectro.
Por otro lado, y sin ánimo de caer en el debate de las campañas del terror, el partido Comunista sin proclamarlo formalmente, ya tiene su carta presidencial corriendo y apareciendo cada semana en una polémica diferente, durante este fin de semana de fiestas, no hicieron excepción y a partir del informe de la ONU, que vuelve a apuntar sobre las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, emitieron una declaración en defensa del régimen de Maduro, que a la ciudadanía no le cayó nada bien. Es que los comunistas que debieran ser parte -entre otros actores más- del futuro de este país, lo más lejos que aspiran a representar es a “la izquierda”. La derrotada, marginal y descontextualizada parte del pueblo que sigue siendo insuficiente para construir una mayoría que desborde las lógicas tradicionales de los mismos de siempre.
Sus disputas morbosas y de alta audiencia, no tienen el más mínimo interés en el pueblo venezolano y pareciera más, que buscan agitar a las masas en función de “La Izquierda”, en vez de articular una mayoría que sea capaz de trazar un horizonte emancipador para derrotar a los adversarios que se resistan a este movimiento de futuro. Detrás del caso del PC se esconde una reificación propia de los socialismos reales del siglo XX, asumiendo que son la vanguardia del pueblo e imponiendo el camino a seguir, tal como plantean las izquierdas conservadoras que fueron derrotadas vilmente por quienes hoy intentamos destituir.
Es lo que tienen los especuladores, no entienden lo que tienen, lo que pierden, ni lo que podrían conseguir realmente. Su mayor error sigue siendo intentar construir unidad sin un proyecto de fondo que lo sustente, el miedo ha guiado sus diseños y cuando esto sucede nos transmiten desconfianza y se vuelven irresponsables, poniendo en riesgo el futuro de la ciudadanía. Entretanto, los deseos emanados por conocer la forma que tomará este nuevo liderazgo deberán seguir aguardando hasta su irrupción. Esperemos que cuando llegue el momento, quienes verdaderamente hicieron posible que lleguemos al punto en el que nos encontramos, le reconozcan y tomen la decisión correcta.
*Consejero Político de Comunes