El lazo se estrechó en 1962. Nissim Sharim acababa de salir de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y comenzaba a ejercer como abogado, pero luego de asistir a una función de la obra El velero en la botella del dramaturgo Jorge Díaz, que había sido estrenada por el Teatro Ictus, todo ese rumbo cambió.
A partir de entonces, Sharim comenzó a participar en la compañía que hoy es considerada como una de las más longevas de la región y que fue fundada por un grupo de estudiantes del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, quienes en 1955 decidieron iniciar un camino experimental y alejado de la academia.
El compromiso de Sharim con el Ictus sería tal, que pronto se transformaría en director de la compañía, cargo que encabezaría por más de 50 años, realizando una labor que permearía los años de la Unidad Popular así como la censura impuesta en dictadura.
Por ello, desde distintos sectores manifestaron su pesar cuando este jueves Teatro Ictus comunicó la muerte del actor de 88 años: “Amigo de las tablas, compañero de lucha y resistencia. Con mucho dolor despedimos a un grande de Ictus y del teatro chileno”, indicaron desde la compañía.
Por su parte, la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés, indicó: “El teatro chileno amanece de luto por la partida de uno de sus grandes estandartes”.
Del mismo modo, el poeta, Premio Nacional de Literatura, Raúl Zurita publicó un sentido mensaje en sus redes sociales: “No hay palabras que llenen tu ausencia. Gracias por la inmensa vida que nos dejaste”.
La dramaturga Flavia Radrigán también lamentó el fallecimiento de Nissim Sharim e indicó que el trabajo realizado durante sus años como director del Teatro Ictus dejó una enseñanza a las nuevas generaciones en términos de cómo sobrevivir en contextos adversos. En ese sentido, valoró la coherencia con que la compañía desarrolló su trabajo artístico durante los años de dictadura.
“Es un aprendizaje enorme de cómo se puede vivir de una manera magistral, en el sentido de decir lo que se necesitaba decir, pero sin decirlo, usando códigos, usando una resiliencia y tratando de llegar al máximo de gente posible. Había una consecuencia pese a todos los avatares. Nissim era un hombre consecuente de los que quedan muy pocos”, dijo.
“Ahora, lo que les permitió sobreponerse fue que no eran un teatro de protesta o panfletario en sí. Pudieron sobrevivir porque tenían un lugar, un teatro y podían hacerlo económicamente, aunque ellos no ganaran mucho”, comentó añadiendo que en ese camino el “humor fue fundamental”.
“En una etapa de estrés como la que se estaba viviendo, el poder ir al teatro, ver lo que estaba ocurriendo, pero a la vez poder usar este sarcasmo para sacarse toda esta energía, era profundamente positivo para la gente. Era como una bomba de energía”, reflexionó la dramaturga.
Una apuesta por lo colectivo
Durante su gestión, Sharim creó un trabajo en el que participaron figuras emblemáticas del teatro nacional, entre ellas, Roberto Parada, Jorge Díaz, Claudio di Girolamo y Delfina Guzmán, entre muchos otros.
Esta labor estuvo marcada por un estilo sarcástico y humorístico, lo que les permitió eludir los censores del régimen con obras como Nadie sabe para quién se enoja (1974), Pedro, Juan y Diego (1976) y Lindo país esquina con vista al mar (1979).
Sin embargo, en 1985 un trágico hecho remeció a la compañía. José Manuel Parada, hijo del actor Roberto Parada, fue asesinado por agentes de la dictadura en el marco del llamado caso “Degollados”. Este acontecimiento motivó la creación Lo que está en el Aire, obra protagonizada por Roberto Parada que contaba, a modo de ficción, la historia del caso.
La propuesta teatral de Sharim también se caracterizó por un método de creación basado en el trabajo colectivo que recogió una tradición que comenzaba a instalarse en Latinoamérica. “Eran muy ávidos de encontrar la dramaturgia y los temas que estaban importando y, en esa selección de las obras, fueron capaces de interpretar a un segmento del público más aventurado que los teatros más formales. Nissim en eso también fue un gran aporte y aliado de sus compañeros para establecer una comunicación activa, crítica, reflexiva. Creo que su componente de abogado lo facultaba para establecer este diálogo”, comentó María de la Luz Hurtado, investigadora y teórica del teatro.
“Junto con esa llegada al público, con esos personajes que muchas veces eran inolvidables por la tensión dramática que lograba, estaba su capacidad de gestor. Con esa fuerza de abogado dice: ‘Necesitamos armarnos, estructurar este grupo con un domicilio para que nuestro trabajo tenga más impacto’. Él es el que propicia y busca un lugar. Ahí descubren el teatro La Comedia y suscriben un contrato. Ese es un tremendo despegue, porque significa que pueden fidelizar un público”, explicó la académica.
Pero esto no sería todo. En la carrera de Sharim también estaría marcada por la política y la televisión, siendo en 1989 miembro de la directiva del Partido por la Democracia (PPD). Mientras, entre el año 2000 y 2004, durante el gobierno de Ricardo Lagos, integraría el directorio de TVN.
La travesía de Sharim en el Ictus se extendió hasta 2015, pero este retiro no sería definitivo, ya que el actor dejaría en manos de su hija, Paula Sharim, la dirección de la compañía que, en los años más recientes, ha continuado realizando un labor crítica respecto de la contingencia.