De la reunión sólo trascendieron dos cosas: una foto de los dos líderes religiosos y, sobre todo, un comunicado de la oficina de Sistani.
El dirigente chiita de 90 años, que lucía el turbante negro de los descendientes del profeta Mahoma, nunca realiza apariciones públicas, responde por escrito a los fieles y periodistas, y sus representantes leen sus discursos.
Con motivo del encuentro, el hombre, de barba larga y complexión frágil, hizo publicar un comunicado en el que agradece al papa Francisco su visita a Nayaf.
El gran ayatolá aseguró al pontífice, vestido de blanco, que “la atención que presta al hecho de que los ciudadanos cristianos puedan vivir como todos los iraquíes en paz y en seguridad, con todos sus derechos constitucionales”.
El pontífice tiende la mano al islam chiita visitando al dignatario de 90 años en su modesta vivienda de la ciudad santa de Nayaf, a 200 km al sur de Bagdad.
Los dos hombres hablaron durante cerca de una hora en una visita “privada”, dos años después de que el papa Francisco firmó con el gran imán Al Azhar, institución del islam suní en Egipto, un “documento sobre la fraternidad humana”.
Esta etapa en el programa papal es ya motivo de orgullo para muchos chiitas en un país que desde hace 40 años ha pasado por conflictos y crisis y una guerra civil sangrienta entre musulmanes chiitas y sunitas.
“Estamos orgullosos de lo que representa esta visita (…) va a dar otra dimensión a la ciudad santa”, dice a la AFP el clérigo chiita Mohamed Ali Bahr al-Ouloum.
El gran ayatolá Ali Sistani es la máxima autoridad para la mayoría de los 200 millones de chiitas en el mundo -minoritarios entre los 1.800 millones de musulmanes-. Su único rival religioso es el guía supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei.
De nacionalidad iraní, el gran ayatolá Sistani se erige desde hace décadas en garante de la independencia de Irak y dirige una escuela teológica que preconiza la retirada de los religiosos de la política -deben limitarse a aconsejar- al contrario de la escuela de Qom en Irán.
“La escuela teológica de Nayaf es más laica que la de Qom, que es más religiosa”, recuerda el cardenal español Miguel Ángel Ayuso, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Nayaf, asegura, “concede más peso al aspecto social”.
El gran ayatolá de hecho influyó para hacer caer el gobierno que denunciaron durante meses en 2019 los jóvenes manifestantes hartos de ver su país caer en la corrupción y la mala gestión.
Una vez más, el Papa salpicó su discurso a las autoridades iraquíes con alusiones a la situación del país, atrapado entre sus dos grandes aliados estadounidense e iraní.
“Que cesen los intereses partidistas, estos intereses exteriores que se desinteresan de la población local”, imploró Francisco.
La visita del papa -bajo fuertes medidas de seguridad- tiene lugar en medio de un confinamiento total de la población tras el aumento de casos de covid-19 que se eleva ya a más de 5.000 diarios.
Después de Nayaf, Francisco tiene previsto visitar la ciudad de Ur, en el sur, donde según la tradición nació el patriarca Abraham. Allí, rezará con los dignatarios chiitas, sunitas, yazidíes y sábeos.