“Sí, el gobierno ha presentado una propuesta a Qatar, en su calidad de mediador. Este ofrecimiento consistiría en repartir el poder con los talibán a cambio del fin de la violencia en el país”, ha afirmado a la agencia francesa AFP una fuente del Gobierno afgano.
Por su parte, Nasir Ahmad Faqiri, jefe de la Consejo de la provincia de Ghazni, confirmó que había caído en poder de los talibanes durante la mañana del jueves (12.08.21.). Tomaron el control de áreas clave de la ciudad: la oficina del gobernador, la jefatura de policía y la prisión”, señaló, agregando que, sin embargo, aún había combates en curso en algunas partes de la ciudad.
Ghazni es la capital de provincia más cercana a Kabul conquistada por los insurgentes desde que lanzaron su ofensiva en mayo, aprovechando el inicio de la retirada de las fuerzas extranjeras de ocupación militar, la que se completará a finales de este mes.
Lo cierto es que los talibanes han avanzado a un ritmo vertiginoso en los últimos días, conquistando y controlando en una semana 10 de las 34 capitales de provincia afganas, incluidas siete ubicadas en el norte del país, una región que siempre se les había resistido en el pasado. La noche del martes de esta semana ocuparon Pul-e-Khumri, capital de la provincia de Baghlan, 200 kilómetros al norte de Kabul, acercándose a la gran ciudad -de casi 4 millones y medio de habitantes- desde dos frentes: por el norte y por el sur. Situada estratégicamente en la parte alta de las montañas que llevan al paso Khyber, que serpentea a lo largo de las rutas comerciales del sur y centro de Asia, Kabul ostenta una ubicación clave en la antigua Ruta de la Seda.
Según fuentes de la inteligencia estadounidense, aprovechando el repliegue de las tropas internacionales (cuya ocupación militar duró dos décadas), al incesante ritmo de avance territorial actual que les ha permitido la toma de la decena de capitales de provincias que ya llevan a su haber, los talibanes podrían dejar para el final de sus conquistas una entrada victoriosa a capital, lo que podría ocurrir en los próximos meses. Pero, ciertamente, esa situación conduciría probablemente a la caída del Gobierno actual.
Aunque los talibán ya llevaban mucho tiempo presentes en las provincias de Wardak y Logar, situadas tan sólo a unas pocas decenas de kilómetros de Kabul, la caída de Ghazni es una señal muy preocupante para la capital. Al respecto, la ciudad de Ghazni, que ya había caído brevemente en manos insurgentes en 2018, es -hasta ahora- la mayor conquista de los talibanes, junto con Kunduz, situada asimismo sobre una encrucijada estratégica en el noreste del país, en la ruta que va desde Kabul y República de Tayikistán.
Washington y Berlin, preocupados, han instado a sus ciudadanos a intentar todas las posibilidades de vuelos comerciales disponibles para salir de la capital afgana. Aunque Alemania fue más allá: Heiko Maas, su ministro de Relaciones Exteriores, recordó que Afganistán “no puede sobrevivir sin ayuda internacional” y advirtió que si los talibanes asumen el poder, introducen la Sharia (la ley musulmana, de la que el Talibán hace una interpretación extrema) y el país es convertido en un califato, su país dejará de aportarle dinero lo que no es poco decir: Alemania entrega 430 millones de euros al año al erario afgano.
Por ahora, los muyahidines o “soldados que luchan por la fe de Aláh” siguen avanzando amenazadoramente, sin pausa pero sin prisa, mientras continúan ganando terreno a la espera de reconquistar la joya de la corona, aquella vieja ciudad que fue parte de, a lo menos, 17 imperios y desde donde fueran expulsados militarmente del poder a fines de 2001… después de haber sido colocados allí por las propias potencias occidentales. Especialmente por Estados Unidos, cuando el dinero de la CIA era empleado para compensar en metálico a los muyahidines según el tipo de infiel al que daban de baja presentando una oreja cortada como prueba.
(Imagen: RFI-Wakil Kohsar AFP: Un miembro afgano de la seguridad en el lugar donde estalló una bomba en Kabul, el 4 de agosto de 2021)