Jorge Brantmayer: “Soy un fotógrafo compulsivo”

Por más de 30 años, el fotógrafo nacional conservó una caja repleta de registros vinculados al teatro nacional chileno. Esta inédita colección salió a la luz en el año 2020 en el marco de una exposición que se presentó en el GAM. No obstante, hoy vuelve a ser difundida por medio del libro Fragilidad y Excesos. Archivo Abierto de la Escena Teatral Chilena 1983 – 1992.

Por más de 30 años, el fotógrafo nacional conservó una caja repleta de registros vinculados al teatro nacional chileno. Esta inédita colección salió a la luz en el año 2020 en el marco de una exposición que se presentó en el GAM. No obstante, hoy vuelve a ser difundida por medio del libro Fragilidad y Excesos. Archivo Abierto de la Escena Teatral Chilena 1983 – 1992.

Jorge Brantmayer (66) siempre ha estado vinculado a la fotografía. Su padre fue quien ejerció la primera influencia, regalándole una cámara. En esa historia también figura un primo cercano que, en más de una oportunidad, lo invitó a un laboratorio para revelar las fotografías que ambos iban capturando entre juego y juego. 

Con los años, ese pasatiempo se transformó en pasión y Brantmayer, pese a estudiar Licenciatura en Artes con mención en pintura en la Universidad de Chile, decidió seguir aquello que había marcado su juventud: la fotografía. 

Fue así como en los años 80 llegó a trabajar en la revista Mundo Diners Club, donde debía fotografiar dos obras teatrales por mes. Esa labor se mantuvo por largos años, generando una colección de más de mil 500 imágenes que, por cerca de 30 años, permaneció olvidada en una caja que el fotógrafo conservó en su estudio.     

Esta inédita colección salió a la luz en el año 2020 en el marco de una exposición que se presentó en el GAM. No obstante, hoy vuelve a ser difundida por medio del libro Fragilidad y Excesos. Archivo Abierto de la Escena Teatral Chilena 1983 – 1992 (Ocho Libros), publicación que repasa las distintas poéticas de la escena local a través de los registros del fotógrafo, la curatoría de María de la Luz Hurtado y la investigación de Patrizio Gecele y Olaya Sanfuentes.

Además, de forma paralela a esta publicación, el fotógrafo participa en un documental que acaba de ser presentado, gratuitamente, en la plataforma Escenix. Todo esto, en el marco del mes de la fotografía.

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¿Cómo se conforma este archivo vinculado al teatro nacional? 

Esta es una construcción casual. Había estudiado Arte en la Universidad de Chile y comencé a trabajar en la revista Mundo Diners Club, donde se me asignó fotografiar, dos veces al mes, una obra de teatro. Esta revista estaba asociada a la tarjeta de crédito Diners, pero fue como la primera revista que salió en aquella época que estaba dedicada a la cultura en general, tenía comentarios de música, literatura, entrevistas en profundidad, viajes y, entre esas cosas, estaba el teatro. Entonces, yo iba a ver las obras y seleccionaba una fotografía para la revista y las otras las metía en un sobre y las guardaba en una caja. Muchos años después llegó María de la Luz buscando información sobre una obra que yo había fotografiado, pero que no tenía que ver con esta caja. Entonces, bajé la caja, se la pasé. Para ella una cosa muy impactante.

¿Qué fue lo que le llamó la atención a la hora de revisitar este material?

Curiosamente, estaban todas a color y en diapositiva. No sé por qué, generalmente, la historia del teatro chileno está en blanco y negro y, a pesar de ser una época muy oscura para Chile, con detenidos desaparecidos, los degollados, el caso de Lonquén, las fotografías, sin embargo, son en color. Ahora me di cuenta que estas fotografías también tienen otra cosa importante: son fotografías que se sacaron durante las obras de teatro, durante la función. No son fotografías hechas para el fotógrafo.

De acuerdo a lo que pudo apreciar ¿Cómo la escena teatral fue cambiando entre los años 80 y 90? 

No tengo tan buena memoria. Pero sí tengo algunas sensaciones que son bien fuertes. Para mí había momentos en que me daba, francamente, lata ir a hacer esas fotos, porque la realidad del país era tan lúgubre, tan violenta, que yo pasaba de una realidad violenta y entraba al teatro, que también era otra realidad violenta, porque era una forma de manifestarse en contra de lo que estaba sucediendo. Entonces, muchas veces el teatro era muy doloroso y muy quejumbroso y uno trataba de mantener un ánimo relativamente alto para poder seguir. Entonces, era un poco deprimente. No todo el teatro, claro. También había compañías como el Teatro de la Universidad Católica, que hacía grandes producciones y era magnífico en cuanto al vestuario, la calidad de los actores, las obras que presentaban, la iluminación, pero había otras obras de teatro de compañías más pequeñas que eran realmente tristes y angustiantes para mi. Pero diría que con el tiempo, a principios de los ‘90, aparecieron otras compañías con más sentido del humor, con otras miradas, con otras formas de hacer teatro. Eso fue un cambio definitivo en la historia del teatro chileno. 

¿Alguna obra que lo haya marcado más que otra?

La Negra Ester fue uno de los momentos más exquisitos de esa época. Me acuerdo que eran ataques y ataques de risa. Te lo juro. Me acuerdo que las fotos no me quedaron ni buenas, pero no importaba, porque lo pasé tan bien. Eso cambió el paradigma. 

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La Negra Ester. Créditos: Jorge Brantmayer.

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La Negra Ester. Créditos: Jorge Brantmayer.

¿Qué tan distinto era hacer esas fotografías versus las prácticas de hoy? 

Lo que pasa es que la fotografía cambió en el momento en que empezó la fotografía digital. La fotografía digital tiene otras características. La fotografía sobre películas es mucho más limitada. Ahora es mucho más fácil fotografiar una situación de ese tipo. Antes las compañías que eran más estables contaban con buenos equipos de iluminación. Entonces, uno podía hacer las fotos con un trípode, pero con las compañías más sencillas había que tener harta destreza manual para poder hacer las fotos y no gastar demasiadas películas, porque eso era mucha plata. Teníamos que hacer las fotos con las películas justas para poder ganar un poco de lucas. Hoy el trabajo es mucho más sencillo que en ese momento. Ahora, un ojo educado, inteligente, siempre se va a manifestar.

Usted viene del ámbito de la pintura ¿Cómo esta formación se ve reflejada en su fotografía? 

Mi educación pictórica quizás haga que tenga una mirada personal respecto de la luz y los retratos. La iluminación del claroscuro. las masas de sombra, las masas de luz, las texturas de la piel. Esas cosas me cautivan.    

 ¿Por qué se quedó con la fotografía? 

Tengo mucha facilidad para pintar, pero una pintura más bien rápida, como desdibujada. La fotografía en cambio es algo muy realista. Cuando pintaba y tenía, por ejemplo, que pintar una mano, necesitaba que fuera una mano real y me costaba mucho. Entonces, sufría con eso. No podía dormir. Y cuando lo lograba, me quedaba completamente tieso, entonces, tuve que elegir y con la fotografía lo pasaba bien, me resultaba rápido. Y seguí por ahí. Además, empecé a trabajar de fotógrafo y a vivir de la fotografía. Cuando empecé a trabajar en esa revista, me mandaban de viaje. Estábamos en dictadura y me mandaban a sacar fotos a Centroamérica, a otros países, recorría el país haciendo fotos. No podía ser más feliz.  

¿Cuál fue su primer “pituto” como fotógrafo? 

Eso fue dramático. Los primeros trabajos que hice eran retratos, entonces, le hacía retratos a las compañeras de curso y las pegaba en plumavit con cola fría, pero me costaba que me pagaran. Siempre mi problema fue cobrar. Ahora ya aprendí, pero siempre fue el problema. Quizás me enseñaron que era indigna la cosa del dinero. Pero era necesario. Pero me costaba eso, sobre todo cobrar.

Prohibido escaparse del zoo

Prohibido escaparse del zoo. Créditos: Jorge Brantmayer.

Durante el estallido social era muy común ver a mucha gente registrando con su cámara lo que iba sucediendo ¿Cómo vio ese proceso? 

Hay que acordarse de una cosa que es muy importante. Hubo un movimiento que se llamó AFI, la Asociación de Fotógrafos Independientes. Ese grupo fue el que dio la lucha directa frente a la dictadura. Gracias al trabajo de esos fotógrafos, la realidad de Chile se hizo visible en el mundo. Entonces, ese antecedente de fotógrafos callejeros que estaban frente a la policía ya existía en Chile. Ahora, nuevamente existieron estos fotógrafos jóvenes muy valientes y muy capos que, con mejor tecnología, estaban viendo la represión policial. Fue algo importante. Esas fotografías dejaron testimonio de la violencia que hubo. Entonces, cuando Carabineros quiere negar un acontecimiento, ahí están las fotos y demuestran lo que pasó. Encuentro muy importante la labor que hicieron. 

¿Cómo ha vivido la experiencia de pasar de esta muchedumbre a la distancia que impone la pandemia?

Encuentro que es tan triste todo, está tan fea la ciudad. Cuando uno camina, ve por todos lados gente en la calle viviendo en carpas instaladas en la Alameda, en el parque. Es terrible. Me da mucha pena. Y seguimos con toque de queda y esto no para. Encuentro que estamos pasando por un tiempo verdaderamente muy difícil.

¿Ha salido a fotografiar este momento? 

Siempre estoy sacando fotos. Soy un fotógrafo compulsivo. Hago fotografías todo el rato. Ahora, no sé si es algo que me entusiasme tanto, pero hay mucha gente que lo está haciendo. 

Recientemente, presentó un proyecto en donde fotografió a cerca de 800 personas, imágenes que fueron presentadas en Punta Arenas. Pero esta no es la primera vez que presenta este tipo de trabajos. ¿Qué es lo que le interesa del retrato? 

La primera vez que hice un trabajo así se llamó Cautivas, donde fotografíe a mujeres que estaban presas. Luego expuse esas fotografías y fue un trabajo que causó mucho impacto porque fueron fotografías donde se humanizó mucho la condición de esas mujeres que estaban en la cárcel, que no tenían rostro y ahora sí  se les mostró de una manera muy digna. Ahí empecé a tener interés en este trabajo y lo seguí haciendo con los migrantes, con haitianos, con los indígenas, de forma de darle visibilidad a esta gente que no tiene visibilidad. Para que la gente reconozca los rostros de otras personas y que valoricen a esa gente. Mostrarlos de esa forma hace tomar conciencia de que otros existen, de que somos una sociedad igualitaria, de que todos tienen derechos, todos tienen rostros. Ése es un poco el sentido de este proyecto y por eso es que ha tenido tan buena acogida. Ha causado mucha emoción en general.

Y hoy, ¿está trabajando en algún otro proyecto? 

En este momento no. Estoy llegando de Punta Arenas, terminando este trabajo y ahora tengo ganas de dedicarme a trabajar un poco comercialmente, porque hay que tratar de llenar las arcas. pero hay proyectos y vamos a seguir trabajando. Yo soy una persona que estoy siempre haciendo cosas y trabajo con el arte. Sigo con eso. 





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