Irmgard Furchner fue rápidamente capturada y arrestada este mismo jueves 30 de septiembre, luego que 20 minutos después de la hora prevista para su juicio en Itzehoe, el presidente de la corte anunciara que la acusada se había dado a la fuga por lo que se había emitido una orden de arresto en su contra. “Abandonó esta mañana el hogar de ancianos de Quickborn-Heide, donde reside, tomó un taxi hasta la estación de metro Norderstedt-Mitte, en Hamburgo, y fue encontrada unos 100 km. antes de la frontera con Dinamarca”, dijo la portavoz del tribunal, Frederike Milhoffer.
La acusación contra la nonagenaria se basa en su participación y complicidad en el asesinato sistemático de 11,412 personas, así como de complicidad en intento de asesinato en otros 18 casos en el campo de concentración de Stutthof, cerca de Danzig, donde trabajaba como dactilógrafa y secretaria del comandante del campo Paul Werner Hoppe, para quien mecanografió órdenes de ejecución y deportación.
Al momento de los crímenes que se le imputan, Irmgard Furchner tenía entre 18 y 19 años y aunque ya había declarado dos veces como testigo, en 1954 y 1962 acerca de su papel en ese centro de exterminio, ahora será la primera mujer en ser juzgada por haber estado directamente involucrada en la maquinaria de muerte del régimen nazi. Unas 65.000 personas murieron en el campo de Stutthof, entre ellos “prisioneros judíos, partisanos polacos y prisioneros de guerra rusos soviéticos, según la fiscalía. Pero Irmgard sigue jurando que ella nunca tuvo real conciencia del sistema montado para exterminar a decenas de miles de personas en ese campo.
La acusada, no obstante, ya había anunciado de antemano que no quería comparecer ante el tribunal, solicitando al juez que no la sometiera a la vergüenza de tener que comparecer en público en la corte. Lo cierto es que la anciana temía el desprecio y la sanción moral de sus conciudadanos. Pero en un proceso penal la presencia de los acusados es ineludible y esencial.
El juicio a la bisabuela nazi debió haber comenzado este 30 de septiembre, en vísperas del 75º aniversario de la condena a muerte de 12 de los principales dirigentes del Tercer Reich durante los juicios de Nüremberg.
Este proceso es previo a otro, el de un centenario ex guardia del campo de concentración nazi de Sachsenhausen, cerca de Berlín, que comenzará dentro de una semana en un país como Alemania que, durante mucho tiempo, no puso demasiado de su parte para encontrar a sus criminales de guerra y donde nunca se había juzgado a antiguos nazis tan ancianos.
Pero esta no es la primera fuga de una abuela nazi. En mayo de 2018 y a sus 89 años, Ursula Haverbeck fue encerrada en una cárcel luego de no presentarse para comenzar a cumplir su condena de dos años de prisión, ”culpable de sedición e incitación al pueblo alemán a negar el Holocausto”, en varios artículos que escribió para un periódico ultraderechista, Stimme des Reiches (Voces del Reich). Haverbeck describía en sus escritos al Holocausto como “la mentira más grande y sostenible de la historia”.
Bautizada entonces como la “abuela nazi” por los medios alemanes, la negacionista fue condenada a la cárcel en agosto de 2017 tras perder su apelación para revocar una sentencia previa de 10 meses que recibió ese mismo año. Su difunto esposo, Werner Georg Haverbeck, había sido un miembro activo del partido nazi y la pareja fundó años después del término de la guerra un centro de formación política de derecha llamado Collegium Humanum, el que fue prohibido en 2008.