En Argelia, el Consejo de la Nación, cámara alta del Parlamento, emitió casi de inmediato un comunicado rechazando “toda forma de injerencia” y “sermones” por parte de los “colonos de ayer”, según la agencia oficial APS. Añadió que “el pueblo argelino siempre ha sabido distinguir entre el pueblo francés y el colonialismo francés” para, sin mencionar a Macron, acusarlo de intervenir en los asuntos internos de Argelia en provecho de “su sucia agenda electoral”.
De acuerdo al diario Le Figaró, el domingo 3 de octubre, el Estado Mayor francés no recibió la autorización de Argel para efectuar sus incursiones hacia Mali, en lo que se conoce como “operación Barkhane”, la misión antiterrorista francesa en el Sahel.
Antes de aquello, el gobierno francés había anunciado la reducción de los visados para Argelia (incluyendo también a Marruecos y Túnez), arguyendo que esos países son reticentes a aceptar las devoluciones de sus ciudadanos que se encuentran en situación irregular en Francia y que este país intenta expulsar. Antes de aquello, el Gobierno argelino había decidido, el miércoles, convocar al embajador francés en Argel para expresarle su malestar y rechazo a la medida de Paris. Por su parte, en Marruecos, el canciller Naser Burita se colocaba al margen al declarar que el fondo del problema era “franco-francés”.
En ese contexto, Macrón afirmaba buscar una política de “reconciliación de las memorias” entre Argel y Paris, que permitiera establecer la verdad de lo ocurrido en la crudelísima guerra de 8 años por la independencia y descolonización, entre 1954 y 1962, año en que, de modo consensuado y tras la caída de la Cuarta República, el victorioso y prestigiado general Charles de Gaulle fue llamado para sacar a Francia del atolladero y la sangría económica que le había significado embarcarse militarmente en aquel conflicto armado. Pero el desatino francés tuvo otro hito: un sentido homenaje realizado recientemente en el propio palacio del Elíseo a los harkis, aquellos argelinos que lucharon junto al ejército francés contra sus propios compatriotas y que, tras la independencia de Argelia, fueron víctimas de gravísimas represalias en su país, donde se les consideraba traidores; pero que a la hora de la retirada de las tropas galas, tampoco obtuvieron lealtad por parte de Francia que, en la mayor parte de los casos, los abandonó a su suerte.
En ese contexto histórico, tras desprenderse de Túnez y Marruecos sin demasiada resistencia, Francia empleó en Argelia toda la fuerza militar para retenerla como principal colonia en el norte de África. Para ello empleó argumentos jurídicos como la teoría de que Argelia no era una colonia, sino una prolongación de Francia. Detrás, no obstante, estaba la presión de los militares en Paris y la resistencia de los centenares de miles de colonos franceses de varias generaciones, los pieds-noirs, que consideraban Argelia su tierra y su hogar, y se oponían a cualquier concesión libertaria a la población árabe musulmana. Obviamente, el temor y rechazo de los colonos franceses a la liberación del yugo francés pasaba por el hecho cierto de ser ellos los grandes terratenientes y dueños de las compañías que hacían pingües negocios con la metrópoli. Muchos se integraron a la Organisation de l’Armée Secrète (OAS) una organización terrorista paramilitar de extrema derecha, que intentaba crear el caos para evitar la descolonización.
Pero los argelinos, después de más de un siglo de dominación francesa, estaban decididos a reconquistar su independencia y, no sólo eso, sino con el apoyo del entonces presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, instaurar una economía de corte colectivista, como en Irak, Siria y el propio Egipto. Así nació el Frente de Liberación Nacional (FLN) la organización militar y política que extendería sus redes por todo el país que encabezaría la lucha. La cifra de vidas sacrificadas durante la llamada “Guerra de Argelia” llegó a medio millón o tal vez más, víctimas de atrocidades que tuvieron efectos devastadores para la imagen de Francia, recibiendo por añadidura la condena y el rechazo internacional a su presencia en esos territorios.
Pero el inmisericorde conflicto armado, largo y cruel, y la posterior independencia argelina causaron profundos traumas sociales y los últimos acontecimientos demuestran que las heridas siguen abiertas. Tal vez por ello, sea muy difícil, 60 años después, encontrar el necesario consenso para interpretar la historia.