A solo horas de conmemorarse el segundo aniversario del estallido social, aún queda pendiente la respuesta de la institucionalidad a las demandas sociales que la ciudadanía exigió ampliamente en las calles.
En medio de un hecho inédito que costó vidas, mutilaciones y diversas violaciones a los derechos humanos, autoridades políticas firmaron la madrugada del 15 de noviembre de 2019 el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, dando paso al plebiscito en el que la ciudadanía eligió que será la Convención Constitucional la que redacte la nueva Carta Fundamental que nos regirá dentro de las próximas décadas.
Los desafíos de este nuevo escenario político y social fueron abordados por el premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, quien en conversación con Radio Universidad de Chile reflexionó sobre las consecuencias de este acontecimiento que sigue marcando el devenir de nuestro país.
Ya son dos años del 18-O ¿Cuál es su visión respecto a la evolución social que ha habido desde entonces?
Yo creo que el movimiento social continúa en el fondo, ya no tanto en la calle, sino dentro de sí mismo y entre nosotros mismos. No es que haya un cambio en la composición social.
Lo que sí ha cambiado es la capacidad de deliberación. Se abrió con un estallido físico que remeció las conciencias históricas y políticas de toda la gente en Chile, pero lo importante era que la ciudadanía comenzara a deliberar seria y consistentemente para cambiar lo que ella quería cambiar. En estos dos años yo creo que ha dado pasos importantes, no solo porque los políticos corrieron a proponer una salida a este fenómeno profundo, que fue la Convención Constitucional, sino porque la ciudadanía ha continuado deliberando por su cuenta.
Es muy interesante cómo los cabildos, las reuniones, los conversatorios han continuado con un nivel mayor de desarrollo, como por ejemplo en el cambio del lenguaje. Están usando actualmente una serie de conceptos y términos muy superiores a los que manejábamos nosotros en la época de Salvador Allende, Eduardo Frei Montalva e, incluso Pinochet. Ha habido un desarrollo de la capacidad de análisis histórico-político y un desarrollo de los conceptos que tienen que ver la soberanía popular y su expresión en el proceso constitucional. Eso desde fuera.
Dentro de la Convención, uno observa cómo los convencionales, sobre todo los más cercanos al pueblo, también han experimentado un cambio porque cada vez se sienten menos representantes “tipo diputado o delegado” y se están sintiendo cada vez más representantes de una voluntad popular y es muy interesante cómo ellos procuran realimentar su trabajo convencional, yendo una y otra vez a las bases populares. Sea en las audiencias que ahora ha habido en las semanas territoriales, sea en la cantidad de grupos que se han adosado al trabajo convencional y que allí haya una interacción importante.
Frente a este desarrollo deliberativo ¿Cómo valora la respuesta de las autoridades e instituciones frente a las demandas sociales que ha venido exigiendo la ciudadanía? ¿Ha cambiado algo?
Bueno, hay que considerar que la Constitución del 80’ marcó la cancha tanto a los gobiernos anteriores como a éste. Han tenido que moverse dentro del ámbito que le marca la Constitución neoliberal y es por eso que no ha habido cambios profundos como los que espera hoy la ciudadanía. Ni en los gobiernos de lo que fue la Concertación de Partidos por la Democracia, ni en los gobiernos de Sebastián Piñera.
Es por eso que el inicio del proceso constituyente administrado por parte del Gobierno de una manera infantil, poniéndole toda clase de obstáculos e, incluso, relegándolo a una carpa en su etapa inaugural. No le han dado ventaja, han tratado de desacreditarlo. Entonces es una conducta que revela la no lectura que está haciendo este gobierno por lo menos y que se parece un poco al último gobierno de Michelle Bachelet.
Ella también escuchó la demanda por una Asamblea Constituyente y organizó un proceso para niños chicos y la prueba está en que terminó en nada. Le delegó el problema al gobierno de Sebastián Piñera y este no ha hecho nada por sí mismo tampoco para que ese proceso se canalice adecuadamente como debiera ser. Todo lo contrario.
Y esa misma razón determina que el proceso constituyente, el de la calle, que es tanto o más importante que el del interior de la Convención, siga avanzando y veo que tienda a radicalizarse cada vez más. No tanto en los planteamientos de fondo como en la capacidad para producir cambios, que es más importante que la radicalización ideológica.
¿Cómo proyecta usted que finalice el trabajo de la Convención? ¿Se levantará de estos torpedeos?
Yo creo que, al término de dos años, el proceso constituyente dentro de la Convención, a nivel de la mayoría de los convencionales que están más cerca del pueblo, ha habido un progreso notable en asumir en conciencia de que ellos representan una soberanía que no es la de ellos, es la del pueblo. Pero otra cosa es dónde va a rematar esta Convención.
Haber logrado estos plebiscitos dirimentes es un avance notable, pero no se ha llegado al punto crucial, que es cuando haya que decidir si nos quedamos con los tratados de libre comercio, que son los verdaderos pilares del modelo neoliberal, o no.
La Constitución política no garantiza un modelo neoliberal, tiende a ser una copia más menos modificada de las Constituciones de 1925 y las anteriores. El modelo es real en dos partes. En los tratados de libre comercio que amarran a Chile, per sécula, al criterio internacional dominante y, por dentro, garantiza que la clase trabajadora va a seguir siendo precarista, subordinada con una tiranía de la parte contractual de la empresa.
Si no cambiamos eso, el modelo va a seguir. No sacamos nada con darle distintos nombres a la Constitución. Que defina las relaciones políticas dentro del Estado. Cuando se discuta eso yo creo que va a haber una defensa desesperada de los convencionales de derecha. Por eso es importante que el gobierno que venga garantice que el proceso no tenga obstáculos externos a su desarrollo.
En este caso, no puede seguir la Constitución del 80’ estorbando la promulgación, la ejecución soberana del pueblo. Por tanto, lo más probable es que la Convención va a decidir si se aplica este nuevo texto a fines de 2022, por lo que este gobierno, quien quiera que sea, tiene que terminar e irse. Es absurdo que continúe.
El vicepresidente de la Convención, Jaime Bassa, se mostró a favor de avanzar hacia un sistema político parlamentario ¿ve viable esta posibilidad para Chile en la actualidad?
Absurdo. El sistema político que él llama parlamentario debiera decir liberal parlamentario y eso es capitalismo liberal. Si queremos cambiar algo en este país justamente es el parlamentarismo liberal, que existió no solo hasta el año 1925, donde Arturo Alessandri Palma trató de ponerle término, pero que siguió hasta el año 73’. Porque cinco presidentes entre 1938 y 1973, incluyendo Jorge Alessandri Rodríguez, dijeron que no habían podido gobernar ni desarrollar el programa que le habían prometido al pueblo porque la clase política, los partidos desde el Parlamento, le habían hecho imposible la realización de ese programa. Ése también fue un régimen parlamentarista.
Ese viejo problema de presidencialismo o parlamentarismo es un problema de 1925, no actual. Hay que discutir ¿Vamos a depositar en un presidente, en una persona el gobierno de un país cuando éste quiere cambiar en profundidad? Y si nos sale un Bolsonaro, o un Sebastián Piñera o un Trump ¿Vamos a depender de la psicología de una persona? Hay que eliminar el presidencialismo y la figura del presidente y hay que optar por los gobiernos colegiados. Un poder Ejecutivo, compuesto por representantes del norte grande, el centro, el sur, los pueblos originarios y ahí tienes un Ejecutivo compuesto y eliminas el factor psicologismo, que hoy día está muy patente en nuestro gobierno porque se está acusando a este presidente de una cantidad de problemas que arrancan de su psicología.
Lo que tiene que primar ahora es la voluntad soberana del pueblo y esta se ejerce desde lo local. Es lo que todo el mundo está pidiendo en estos movimientos del siglo XXI y eso hay que pensarlo muy bien.
Estos abogados que se las dan de constituyentes lo único que hacen es repetir en voz alta las Constituciones antiguas. Todas ilegítimas. Leen más sus conocimientos de los textos jurídicos ya escritos que leer lo que quiere la mente del pueblo cuando está luchando por su desarrollo.
¿Cómo debería enfrentar el próximo gobierno la materia de Derechos Humanos?
Yo creo que hay que definir exactamente la raíz profunda de los Derechos Humanos, porque estamos muy definidos en torno a este problema en función de lo que hizo Pinochet. Entonces, tendemos a entender por derechos humanos la integridad física o síquica de las personas. Pero el más fundamental de todos es el derecho a vivir en comunidad, no como individuo, y el derecho humano fundamental de la comunidad es ejercer como tal su soberanía.
El derecho no hay que entenderlo solo como un aparato defensivo. Si no tienes poder, el derecho no te sirve de nada. Por eso que es muy importante el tema de la construcción de soberanía, pero como voluntad colectiva y es la comunidad la que tiene que, de alguna manera, tomar decisiones y mandatos soberanos para proteger la integridad física y psicológica de todos sus componentes. Además, tiene que ser capaz, incluso, de saber oponerse a la fuerza, militar, armada, violenta, de los grupos que quieren dañarla.
Eso es lo que hay que pensar en profundidad para evitar que se repitan estas situaciones directas o indirectas de violación de personas en su integridad física y cívica, que también es importante.
De seguir las cosas como están, ¿ve posible el surgimiento de un nuevo estallido?
Yo creo que sí, por muchísimas razones. La repetición de los viernes, de las escaramuzas de la Plaza Italia o Dignidad revela que la rabia no solo está viva, sino que se ha “rutinizado” y la rutina te refresca la memoria. De manera que son pequeños ensayos. Los Carabineros están utilizando distintas tácticas para combatir este problema, pero a su vez los manifestantes también están cambiando sus tácticas para ver cómo cambia “el enemigo”.
Esto va a continuar, si no hay ningún cambio profundo y si los nuevos gobiernos se dedican a torpedear solapadamente, maliciosamente, el proceso constituyente, la posibilidad de un estallido grande yo creo que está y va a ser una amenaza si no se responde en profundidad a lo que el pueblo ha manifestado claramente qué quiere.