Contaminante inicio de la COP26

La paradoja misma: la cumbre de Glasgow ha levantado ácidas críticas y suscitado indignadas condenas de los observadores y de la prensa internacional debido a los medios de transporte empleados para llegar a un evento de carácter mundial del más alto nivel que -se supone- tiene como finalidad encontrar mancomunadamente las formas más adecuadas para combatir el inminente cambio climático derivado de las emisiones de CO2, el uso indiscriminado de los combustibles fósiles y el calentamiento de la tropósfera.

La paradoja misma: la cumbre de Glasgow ha levantado ácidas críticas y suscitado indignadas condenas de los observadores y de la prensa internacional debido a los medios de transporte empleados para llegar a un evento de carácter mundial del más alto nivel que -se supone- tiene como finalidad encontrar mancomunadamente las formas más adecuadas para combatir el inminente cambio climático derivado de las emisiones de CO2, el uso indiscriminado de los combustibles fósiles y el calentamiento de la tropósfera.

Lo habitual era que la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático comenzara con una primera semana técnica y una segunda semana de cierre, con la presencia política de los jefes de Estado y de Gobierno que arribaban para reforzar con su importante presencia lo acordado. Pero esta vez, para  la Cumbre de la COP26 que se realiza en Glasgow, Escocia, la habitual estructura cambió y los líderes mundiales han acudido allí al inicio del magno evento.

Un arranque que ha sido polémico porque para trasladarse hasta la lluviosa capital del whisky, los magnates, dignatarios, jefes de Estado y sus séquitos han empleado unos  400 jets privados, según informan tanto el conservador The Times como el popular Daily Mail. Son los mismos magnates, dignatarios, jefes de Estado que no tendrán reparos en imponerle al resto de ciudadanos del mundo cómo deben vivir sin contaminar el planeta.

De hecho, en el Aeropuerto Internacional de Glasgow (en gaélico escocés Port-adhair Eadar-nàiseanail Glaschu) se formó durante el reciente fin de semana un atasco tan descomunal que obligó urgentemente a los controladores aéreos a desviar y a mantener en el aire decenas de vuelos, llevándolos a volar a diferentes alturas y distancias promedio de unos 50 kilómetros, en círculo, para poder encontrarles espacio primero para aterrizar y luego para darles un lugar donde aparcar. Hay que imaginar lo que eso significó en términos de concentración de la polución derivada de esos motores para un mismo espacio aéreo concreto en sólo pocas horas.

El desfile de esos centenares de aviones privados casi vacíos, a veces con dos o tres personas a bordo, algunos de ellos provenientes de distancias que no sobrepasaban los 60 kilómetros hasta Glasgow, concluía con otro desfile, el de las limusinas privadas que esperaban a los personajes en la losa, según ha publicado el Daily Mail.

Así por ejemplo, entre los magnates que viajaban en sus jets privados apareció Jeff Bezos, el fundador de Amazon, que utilizó su Gulfstream de 70 millones de dólares (60,4 millones de euros). A éste le siguieron el príncipe Alberto de Mónaco y el príncipe Carlos de Inglaterra.

El príncipe provenía de la Cumbre del G-20, en Roma, y su jet privado MOD realizó un alto en Cornwalles para recoger a su esposa Camilla, continuando vuelo a Glasgow. Ello, con la quema de combustible que supone aterrizar, mantenerse con los motores encendidos a la espera de la consorte y decolar nuevamente, para volver a aterrizar apenas una hora más tarde, tras cubrir las 376 millas (605 km.) que separan un punto del otro en el mapa. Es cierto -hay que reconocerlo- que personalmente Carlos ha hecho campaña a favor de un cambio hacia un combustible de aviación sustentable, algo que corroboró en una declaración Clarence House, la casa oficial del hijo real.

Otros líderes también han despertado controversia por sus respectivas llegadas a la COP26, entre ellos el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el premier británico, Boris Johnson. El primero, irrumpió en la cumbre con nada menos que una flota de cuatro aviones, además del poderoso “Fuerza Aérea N° 1”, el helicóptero Marine One y una enorme caravana de vehículos SUV. Según Business Insider, operar el avión “Fuerza Aérea N° 1” cuesta más de 200.000 dólares la hora. Pero no agrega datos acerca de cuánta polución lanzan al aire sus cuatro enormes motores cada vez que aterriza o despega aquella  verdadera fortaleza volante.

En el caso de Johnson, se ha formado un gran revuelo por su decisión de volar de Glasgow a Londres, una decisión que el Gobierno británico ha defendido con flema. Es que la opinión pública de la City esperaba que su primer gobernante hiciera el trayecto en un democrático tren que recorriera las 401 millas (640 km.) que es la distancia por ferrocarril que media aproximadamente entre ambas capitales. De hecho, así lo hizo su ministro de Medio Ambiente, Zac Goldsmith, quien estaba a bordo de un tren a Glasgow… pero se quedó varado en medio de las fuertes tormentas de viento y lluvia que han azotado a las islas británicas en los últimos días, fenómeno climático que obligó a suspender los servicios ferroviarios a la costa oeste.

Controvertida llegada de muchos líderes mundiales y empresarios adinerados a la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático. ¿Será que lo importante -como en el bolero- no es llegar primero, sino saber llegar?

(Imagen: RFI – Martin Meissner/AP)





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