En junio pasado, Fernandes había solicitado la mencionada desclasificación pero, tras un proceso de cinco meses celebrado mayormente a puertas cerradas, el Tribunal de Apelaciones Administrativas de Sídney determinó rechazarlo. En su fallo, los jueces destacaron que la “Ley de Archivos” permite excepciones a la publicación de documentos con el fin de “preservar la capacidad del gobierno de mantener los secretos cuanto tiempo sea necesario. Esa capacidad -agregaron- resulta vital en circunstancias en las que los servicios de seguridad e inteligencia dependen de otros para proporcionarnos información valiosa que deriva en nuestra seguridad nacional en un mundo peligroso”, subrayaron.
Fernandes, cuyo requerimiento solicitaba a David Fricker, director general de los Archivos Nacionales de Australia, la publicación de esos documentos, reiteró que lo obrado por la justicia de su país “demuestra que la desclasificación es responsabilidad del gobierno australiano y que la ministra de Asuntos Exteriores, Marise Payne, debería desclasificar estos registros de hace ya 50 años”.
A pesar de que Estados Unidos desclasificó hace dos décadas documentos secretos sobre cómo encubrió y apoyó a la dictadura encabezada por Augusto Pinochet, aún quedan muchas interrogantes sobre la actuación de su socio, Australia, en la antesala del golpe que derrocó al Presidente socialista Salvador Allende.
Lo poco que ha salido a la luz sobre este caso, es que en 1971, durante el gobierno del derechista liberal Billy McMahon, y a petición de Washington, Australia envió a Chile a agentes del Servicio Secretos de Inteligencia (ASIS, siglas en inglés). Sin embargo, el sucesor de McMahon, el laborista Gough Whitlam ordenó la inmediata retirada de esos militares encubiertos que ya habían comenzado a operar en Santiago.
De hecho, según se ha logrado saber, en los dos años previos al golpe cívico-militar contra el gobierno de la Unidad Popular, algunos de esos oficiales pertenecientes a la agencia de inteligencia australiana colaboraron estrechamente con agentes de la CIA estadounidense que también operaban en Chile y lo hicieron bajo la cobertura de oficiales diplomáticos de inmigración.
Sin embargo, y pese a la orden de retirada proveniente del gobierno de Withlam, al menos un agente del ASIS permaneció en Chile incluso hasta después del golpe y durante los inicios de la dictadura, mientras que los demás retornaban a Australia. Ese agente (obviamente nunca identificado) habría seguido enviando información no sólo sobre la situación interna del país, sino que, además, sobre los miles de chilenos que optaron por buscar refugio político en Australia.
Pero, ¿quién es Clinton Fernandes? Al inicio de su carrera militar fue adscrito al Cuerpo de Inteligencia del Ejército Australiano (AUSTINT) como oficial analista en el llamado “Departamento Indonesia”. No obstante, en el período previo a la bullada independencia de Timor Oriental y durante la formación de la Fuerza Internacional para Timor Oriental (INTERFET), Fernandes y el también analista Lance Collins se vieron envueltos en un escándalo público por la filtración de información y documentos de inteligencia. A la larga y tras una severa investigación, Fernandes resultó exonerado del organismo. Collins corrió peor suerte: se suicidó.
Actualmente, Clinton Fernandes (51 años), quien confiesa haber sido nutritivamente influido por los postulados de Noam Chomsky, ejerce como profesor de estudios políticos e internacionales en la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Canberra. Asimismo, es autor de diversas publicaciones sobre la relación entre ciencia, diplomacia y derecho internacional, operaciones de inteligencia en política exterior, las implicancias políticas y regulatorias de las nuevas tecnologías, así como sobre las relaciones externas de Australia en general. Entre esas publicaciones destaca el libro Islands off the Coast of Asia: Instruments of Statecraft in Australian Foreign Policy (“Islas fuera de la costa de Asia: instrumentos de gobierno en la política exterior australiana”).
Con respecto a la decisión tomada por los jueces del Tribunal de Apelaciones Administrativas de Sídney, Fernandes fue enfático al declarar a la agencia Efe que seguir ocultando la verdad y manteniendo en secreto el real papel jugado por Australia en el derrocamiento de Allende, así como en haber propiciado el golpe castrense y la terrible dictadura que sobrevino, resulta “una verdadera obscenidad para la memoria de las víctimas chilenas”.