El "universo" de Guillermo Núñez: lo público, mundo interior y dignidad

En contexto de pandemia y con los sucesos del estallido social frescos en la memoria, Radio y Diario Universidad de Chile conversó con el Premio Nacional de Artes Plásticas. Recordamos la entrevista del también académico a modo de homenaje póstumo.

En contexto de pandemia y con los sucesos del estallido social frescos en la memoria, Radio y Diario Universidad de Chile conversó con el Premio Nacional de Artes Plásticas. Recordamos la entrevista del también académico a modo de homenaje póstumo.

Se trata de casi 150 obras y archivos, entre pinturas, grabados, dibujos, catálogos y más, que datan de 1958 al 2022. Lo anterior, corresponde a los detalles de la reciente donación que realizó el artista Guillermo Núñez al patrimonio de la Universidad de Chile.

Técnicas como collage, tinta, aguadas, pastel, lápices de colores y otros. Además, una decena de pinturas sobre telas en diversos formatos. Con una parte de ellas, se inauguró la muestra “Volcán Sudamericano. Constelaciones” que estará abierta al público, en el MAC Parque Forestal, hasta enero de 2023.

La colección del Museo de Arte Contemporáneo ya tiene alrededor de 270 piezas de Núñez, todas son “regalos” previos del Premio Nacional de Artes 2007.

En entrevista con Diario y Radio Universidad de Chile,  compartió sus experiencias como protagonista de la historia del arte en nuestro país. Y con un reconocimiento claro: es uno de los creadores visuales más importantes.

¿De qué se compone esa selección de las obras donadas y que son parte de la muestra “Volcán Sudamericano. Constelaciones” ?

Hay algunas obras de los últimos años y algunas de las primeras que tenía guardadas y que se muestran por primera vez al público. Son los primeros intentos de ingresar a un circuito que, en esa época, lo tenía muy postergado. Hay obras de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado y los últimos dibujos. También hay dos o tres pintadas en el exilio y entonces esas para mí tienen un gran valor emotivo porque de esas obras no quise vender ninguna porque estaban destinadas a ser mostradas en Chile. Y, desgraciadamente, en una exposición que se hizo tiempo atrás, algo pasó, alguien se robó esas pinturas y se las reenvió a un coleccionista. Es muy ingrato todo eso …

He regalado esas obras al museo porque es su destino y porque, además, es una forma de agradecer a la Universidad de Chile que ha sido mi hogar durante muchos años. Yo estudié en la Escuela de Bellas Artes, en la Escuela de Teatro y luego trabajé para el Teatro Nacional que en esa época se llamaba Teatro Experimental. También me tocó ser director del Museo de Arte Contemporáneo cuando estaba en el Parque Quinta Normal, en los años 70 y 71, y el corazón siempre ha estado en la universidad. Una época en que la educación era gratuita en todos los niveles lo que hizo posible que yo pudiera estudiar.

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En la inauguración de la muestra, lo califican como un  “gran aliado por su profundo compromiso con lo público”. ¿Por qué?

A mí me tocó la suerte de pertenecer a un curso del Instituto Nacional donde nos ayudamos unos a otros junto a nuestros profesores. A formarnos en una educación laica y comprometidos con los problemas sociales y políticos. Estaban León Schidlowsky, que es Premio Nacional de Música; Eduardo Martínez Bonati, pintor; Jorge Guzmán, muy buen escritor; David Yudilevich, científico; además de otros compañeros.

Todas estas maneras de enfrentar la vida juntos: discutir, conversar y cambiar ideas. Con profesores como el gran escritor Juan Godoy y que, realmente, nos fue formando como seres humanos e intelectuales. Siempre agradecido a la vida que me dio esa oportunidad de encontrar a tal cantidad de personajes tan importantes.

Se ha mencionado que usted considera que la práctica artística debe ser espontánea y con soltura, escapando de las normas. ¿A qué responde el título de esta exhibición?

El título me costó mucho aceptarlo, pero ellos se entusiasmaron con la idea. Es halagador, pero es una anécdota curiosa. Ese nombre me lo puso un profesor en Praga, yo estudiaba en la Escuela de Artes Aplicadas, y trabajaba mucho haciendo grabados, obras, pintaba y dibujaba. A diferencia de la manera como se enseñaba en esa escuela con una lentitud impresionante: trabajar con un solo grabado y no buscar. Yo estaba buscando, buscando siempre…No sé si el profesor lo dijo con sorna o como un piropo el que yo era un volcán sudamericano. Quizás también era una manera un poco divertida, o distorsionada, de compararnos con más entusiasmo que sabiduría (sonríe).

Ampliar los márgenes de lo que se comprendía como arte, era uno de sus enfoques como director del MAC entre 1970 y 1971. Luego de la revuelta o estallido social de 2019, calificó como un abismo la distancia entre el artista de museo y el artista-joven de la calle. ¿Cómo observa lo que ha pasado en las últimas décadas?

Existió el Golpe de Estado, el asesinato del presidente Allende, el final de la democracia, la instalación de los militares en el poder, la instalación del capitalismo desenfrenado y una distorsión en la lucha del proletariado porque ya no existe el proletariado, existen consumidores nada más. Entonces ese abismo ha ido aumentando, de modo que, lo que se llama el estallido de 2019 es importante porque por lo menos reaccionó una gran cantidad de personas. Y ahora es el hecho de que hayamos podido establecer una Nueva Constitución que es una herramienta que nos permitirá en el futuro hacer de este país, un país digno de ser vivido.

Yo veo todo esto con cierta esperanza y optimismo. Es una responsabilidad enorme la que tenemos, cada ciudadano. Tenemos que votar por el apruebo porque es la manera de poder salvar este país sino nos hundirnos. Hay que mirar la naturaleza, cambiar nuestra manera de mirar el mundo, ser más solidarios con los otros y que haya más amor. Sin eso vamos a la destrucción del planeta y no hay otro.

Nuestra pintura, “un paisaje más amplio”

Por primera vez, en 2017, se exhibía en el Museo Nacional de Bellas Artes la obra de los artistas José Balmes, Gracia Barrios, Roser Bru y Guillermo Núñez, bajo el común denominador de haber sido distinguidos con el Premio Nacional de Arte y por tener una trayectoria marcada por su compromiso social y político. ¿Qué significó para usted ese grupo, esa generación?

Prácticamente, nosotros somos herederos de una serie de pintores extraordinarios, como Juan Francisco González. Y estos pintores, sencillamente, instalaban su caballete frente al paisaje y pintaban lo que estaban viendo. Esta otra generación, que corresponde más o menos a los años cincuenta y sesenta, se distingue porque vemos una diferencia en la pintura y en el arte: nuestro paisaje es más amplio.

Ya no necesitamos caballete, son las ideas las que empiezan a primar, son las necesidades, el estar viviendo el día a día los problemas sociales y económicos. Es decir, están unidos a la sociedad. Para todo este grupo, que abarca a otros pintores más, lo político era muy importante. No se trata de pertenecer a partidos políticos sino de mirar el devenir del país, el asunto público y las luchas sociales… Eso nos movía y eran nuestros paisajes. No basta solamente con pintar sino hacer que esa pintura pueda extenderse a una mayor cantidad de personas.

Ha sido siempre nuestra manera de mirar el mundo, luego de la instalación de la dictadura militar en Chile y el exilio para muchos. Ése ha sido el motor, con una serie de cambios en el mundo de cómo enfrentar la pintura, más allá del paisaje o el retrato.

Hay que hacer muchos cambios más. Ese arte que está todavía un poco encerrado en los museos también tiene que salir a la calle, ser mostrado. Para eso se necesitan políticas culturales más amplias de las que hemos estado viviendo. En tiempos de la Unidad Popular, del presidente Salvador Allende, se hicieron muchos intentos en ese sentido y el entusiasmo fue una de las características:  de lo poco que había, tratar de llegar a muchos. Eso fue destruido.

Es un arte difícil, se necesita una mayor educación del público en general y esos son problemas que siguen existiendo en nuestro país y en el mundo.

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Su trabajo ha estado vinculado con lo que implica la violencia humana y los dibujos se considerarían como una radiografía hacia el interior. Con más de 90 años, ha dicho que dibuja todos los días y, además, con una pandemia de por medio. ¿Cómo es el proceso creativo?

En el arte hay un aspecto de lo que vemos, pero eso ha partido de un silencio desde un mundo interior. Es un paisaje hacia dentro de mí y que está viviendo en un mundo distinto. Esa manera de ver …es complicado. Se tiene que mezclar nuestra respuesta en el silencio. Esta pintura está hecha de rabia y de ternura, son importantes, incluso los fracasos, la falta de talento o los errores. Todo eso para poder respirar a todo pulmón, hay que crear estos otros mundos, universos, estas especies de grandes galaxias, los mundos submarinos de la imaginación…una realidad que no tiene existencia, pero son palpables.

Un misterio que hemos inventado nosotros mismos, pero que nace de ese oscuro silencio que tenemos que saber escuchar. A veces, me pregunto si serán solamente los ojos los que ven. Creo que la pintura no solo hay que mirarla, hay que escucharla, respirarla, olerla con el corazón. Una especie de nuevo rito, si el grito nuestro no se oye hemos fracasado.

Estos dibujos están destinados a existir en ese silencio que me importa mucho.

Previamente, manifestó que estaba esperanzado con el actual momento del país. ¿Qué opina del proceso constituyente?

Es criminal continuar con un sistema que deja de lado a una gran cantidad de jóvenes con talento, que no pueden llegar a realizarse porque no tienen los medios económicos para entrar a alguna universidad.

Sienten esta diferencia y hablan de este arte cuico, según lo que escribían en los muros (en 2019). En algunos casos, tienen razón, pero en otros quizás no son tan cuicos como parecen. El cambio tiene que ser fundamental, bienvenido ese otro Chile que necesitamos, pero un Chile maravilloso.

Y yo voto por el apruebo porque quiero un país digno para vivir.

 

Fotografías: Alejandra Fuenzalida





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