La manifestación -organizada por las plataformas nacionalistas- tuvo lugar en la barcelonesa plaza de Urquinaona, conmemorando el más serio intento independentista catalán y, aunque muchos esperaban que lo hiciera, Puigdemont no se refirió a las condiciones que él mismo fijó para sentarse a hablar con los socialistas, ni tampoco mencionó la palabra amnistía, la exigencia que puso hace un mes como imprescindible para que las negociones pudiesen empezar. Fue su manera de condicionar la investidura a la consulta y marcar así distancia con ERC (Izquierda Republicana de Catalunya) y demostrar que puede negocia sin ataduras.
ERC y Junts (el heterogéneo partido que lidera “el presidente huído”), se miran de reojo, mientras Puigdemont quiso marcar distancias con Esquerra para dejar claro que él es independiente para negociar de modo soberano en su condición de presidente del Consejo para la República. Premunido de tales pergaminos, en su discurso advirtió a Pedro Sánchez (y de paso también a Esquerra) que él no está dispuesto a “malvender” todo lo que representa el 1-O a cambio de “soluciones personales”, como podría ser su amnistía y su regreso a España libre de causa penales.
Es decir, se niega a aceptar lo que calificó como una “paz autonómica”, que implique renunciar a repetir manifestaciones libertarias como las de 2017 a cambio de “dar vuelta la hoja” como exigen los socialistas. Ante unas 4.500 personas, Puigdemont hizo una encendida defensa del referéndum de hace seis años, el que puso como ejemplo a seguir para alcanzar la independencia. “La fórmula existe, y solo nos tenemos que decidir a aplicarla. Lo tenemos en nuestras manos, pero depende de nuestra voluntad porque la capacidad la hemos demostrado”, afirmó desde Bruselas vía Internet.
Hace un año, en ese mismo evento, pronunció duras críticas contra ERC por su estrategia de mano tendida con el Gobierno. No obstante, Junts está ahora también implicado en las negociaciones para la investidura, pero el líder moral de los junteros quiso desligarse de Esquerra, con la que volvió a ser muy crítica. En el acto, hubo representación de todos los sectores independentistas, pero no del Govern, que encabeza Pere Aragonés, entidad ejecutiva que conmemoró por su cuenta la efeméride.
Fue a través de una visita de Aragonès y varios de sus consejeros a la localidad de Fonollosa, en Barcelona, donde hace seis años hubo contundentes cargas policiales durante la jornada de la votación. Allí, el presidente de la Generalitat insistió en colocar el referéndum en el centro de la resolución del conflicto catalán y reforzó su llamado a repetir la “fórmula” que hizo posible el referéndum. Dijo que hay margen para llegar a un acuerdo, pero situó la autodeterminación como una pieza clave, junto con la amnistía, en la ecuación de la negociación con los socialistas. La medida de gracia no es suficiente para investir a Sánchez, mantienen en ERC.
De esta forma, el independentismo recuperó este domingo 1° de octubre toda la gestualidad del “procés”: marchas con antorchas, columnas de CDR (Comités de Defensa de la República), protestas frente a la cárcel Modelo, la ANC (Asamblea Nacional Catalana) pronunciando discursos incendiarios y dirigentes políticos, como Pere Aragonès, buscando la foto en lugares simbólicos del 1-O. Hubo hasta urnas. La localidad de Òrrius (Barcelona) celebró su propio referéndum local para reclamar que se reactive la Declaración Unilateral de Independencia. ERC y Junts necesitan obtener “algo” de Pedro Sánchez que puedan ofrecer como un avance en el camino hacia la autodeterminación.
Por ahora -y a la espera de que ese momento llegue alguna vez- el aniversario del 1° de Octubre ya es una cita obligada para los nacionalistas catalanes.