Su primer acercamiento con el proyecto estuvo rodeado de coincidencias. Por entonces, las destacadas actrices María Gracia Omegna y Paloma Moreno ya se encontraban trabajando juntas en “Generación 98“, una de las teleseries más exitosas del último tiempo y que incluso tuvo una extensión al teatro.
Pero lo propuesto por la directora Daniela Castillo y la dramaturga Emilia Noguera Berger estaba orientado hacia otras dimensiones actorales. “Nos llamaron para un ciclo femenino que se llamaba ‘Ciclo M‘, que eran tres días con creadoras femeninas en el Nescafé de las Artes y lo producía Cultura Capital junto al teatro. Y nos convocaron la Emilia y la Dani, que son la directora y la dramaturga. Nosotras estábamos grabando en ese momento juntas, así que fue supimos al tiro las dos”, recordó Paloma Moreno en conversación con Radio y Diario Universidad de Chile.
“En mi caso, encontré que el texto era súper bonito, súper interesante, y además estaba escrito por la Emi. Tenía muchas ganas de trabajar un texto de ella y también me gustó mucho la idea de que fuera con la Bacha (María Gracia), que ya veníamos trabajando juntas en esta teleserie. Teníamos un dúo andando más en comedia y esto era otra tecla actoral. Era interesante explorar ese otro lado de nosotras dos como actrices“, sumó la artista, en una sensación que es compartida por su compañera.
De hecho, Omegna definió esta sumatoria de circunstancias como “un match muy interesante de realizar”: “Me llamó mucho la atención querer participar. Además que era muy simple en un comienzo. Era sólo una función que después terminaron siendo dos, porque también presentamos la obra en el Teatro de Viña del Mar. Y lo que nos llevó a remontarla finalmente fue que enfrentamos el proyecto desde una simpleza de dos funciones, algo experimental, una dinámica más de juego, interesante de hacer por todo esto. Y cuando la hicimos, para nuestra sorpresa tuvo un feedback muy interesante”.
Así fue como comenzaron a preparar el regreso de “El tiempo que no estuve“, una historia que, a través del reencuentro de dos mujeres, aborda temáticas tan contingentes como la maternidad, el abuso y las relaciones violentas.
En torno a la decisión de volver a montar el texto -que estará disponible del 7 al 30 de noviembre en el histórico Teatro Ictus-, Omegna sumó que “la gente, el público, se sintió muy reflejado, muy interesado en las temáticas de la obra, muy conectados”.
“Es una propuesta súper simple que habla de temas profundos, pero desde un lugar muy simple, muy humano, muy de preguntas que todos nos podríamos hacer en una situación compleja de discernir qué está bien o qué está mal, o qué es lo que una haría. Y eso también es lo interesante. Plantea dos puntos de vista frente a un conflicto súper reconocible socialmente y que está muy en boga, que es la violencia intrafamiliar”, detalló.
Volver a las tablas
Al hacer el ejercicio de revisar los elementos que constituyen esta historia, María Gracia destaca, por sobre todo, la simpleza con que se afronta la propuesta. “Ha sido muy interesante de partida encontrarse con la Emilia. Yo nunca había trabajado un texto de ella, aunque sí había visto sus obras. Y con la Dani tampoco, como directora, que está haciendo muchas cosas en el último tiempo. Tiene su compañía, hizo también el bíodrama ‘Mi madre nada’ en La Memoria. El color del proyecto tenía una simpleza. La idea era profundizar por sobre todo en la historia. Y, por lo tanto, en las actuaciones”, expresó.
“La dirección fue muy en mano de aquello, que nos deja a nosotras un poco despojadas en el escenario para relatar lo que tenemos que contar y a ninguna parafernalia teatral, lo cual es un gran desafío. Y el montaje tiene eso, esa simpleza que, finalmente, es lo más difícil de sostener, porque uno puede ver a una bailarina en el Municipal y sentir que todo se ve tan simple y tan armónico en ella, pero eso mismo ha implicado un trabajo desde los nueve años. Mientras más simple se ve todo, más complejo termina siendo de ejecutar“, agregó sobre el mismo punto.
Una visión que es compartida por Moreno: “Lo simple nos ha dejado a nosotras muy libres, pero también eso tiene un doblez y un revés que es complejo porque no podemos opinar sobre nada. Es solo hacer y estar en la otra, y hay un ejercicio de actuación que es muy fino. La Dani Castillo siempre estuvo muy presente en eso, y todavía lo está; en decirnos que ahí está la obra. Que ahí aparece, en esa simpleza que nos deja muy libres pero, al mismo tiempo, que no nos podemos salir de ella. O sea, si es que hay un pasito al lado de eso, inmediatamente a la obra se le empiezan a ver los hilos. Es muy delgada esa línea”.
Sin embargo, ese desafío es, en parte, lo que las llama a no abandonar las tablas a pesar del éxito profesional que ambas han cosechado en el rubro audiovisual. “El teatro tiene una característica muy importante, que es ver algo continuo y en vivo y en directo. Eso es irremplazable. En ese sentido, por lo menos a mí, como actriz, me surge la necesidad constante de mantenerme haciendo teatro, ojalá lo más continuamente posible dentro de mis posibilidades laborales, familiares y personales”, reflexionó Omegna.
“Siento, y siempre lo he pensado, que es donde uno se enfrenta concretamente al trabajo actoral. Yo digo que es como aceitar motores. Mientras uno más hace teatro, más puede aceitar el motor de la actuación, porque es un trabajo que uno conoce de principio a fin y es un proceso que uno depura con mayor profundidad por el tiempo que se le dedica a aquel proyecto, que puede durar una o dos horas en escena, donde todo se ve, todo es importante y no hay nada que esconder. Ese ejercicio es súper favorecedor para el trabajo que uno hace y súper enriquecedor, por lo mismo”, añadió.
Sobre esa misma línea, Paloma igualmente menciona el goce que subyace a esa experiencia teatral. “Es uno muy único y que está en todo lo que se produce antes. En desentrañar un texto, en todo el tiempo que tienes para llegar a un resultado. Creo que el teatro es la única disciplina en que lo podemos lograr actoralmente, porque todo es un poco más inmediato. El cine tiene otro tiempo, la televisión también. Y el que permite el teatro, de cómo comprender el texto, cómo comprender a los personajes, cómo escucharse, estos trabajos de mesa… Todo lo anterior que uno arma para luego olvidarlo en el escenario, es un ejercicio muy enriquecedor para nuestro oficio y para reencontrarse con el amor que uno le tiene”, confesó.
Una obra de aperturas
Para ambas actrices, el primer estreno de la obra -en el contexto de la conmemoración del Día de la Mujer– fue decisivo para pensar en una segunda vida para este montaje. “Fue muy impresionante porque, de partida, es un formato que el Teatro Nescafé no está acostumbrado a hacer. Teníamos mucho miedo de que no llegara absolutamente nadie a un teatro que es para 900 personas, si no me equivoco. Y creo que fueron como 700 a la función. De partida, ese ya fue un hecho muy impresionante para nosotras”, recordó Omegna.
Además, añadió que “fue una muy grata sorpresa ver cómo la gente entró en esta simpleza, que a mí incluso me daba curiosidad. De pronto, eso mismo corre por la temática de la obra y cómo la gente comenzó a sentirse, reflejada, representada o interesada en esta temática, que a mí me impresionó de sobremanera. Y por otra parte, algo que me impresionó de igual forma y que no sé si me siento tan contenta al respecto, es que la misma simpleza de la obra hizo que la gente conectara mucho con este espacio de entretención, con esta obra de teatro”.
“De hecho, lo conversamos mucho entre nosotras, lo impresionante que es la necesidad de algo simple, de poder entender. También creo que tiene que ver con una época en la que estamos viviendo, con una necesidad y la historia de nuestro país en relación a la cultura y al teatro. De lo que venimos, de lo que representó durante un tiempo, principalmente el teatro donde vamos a remontar ahora, que es el Teatro Ictus, que fue un lugar de resistencia política y cultural. Darse cuenta y no olvidar que también en este espacio hay un ejercicio de entretención y que tiene que alcanzar. Aquí, todos podían entender, era fácil de ver, no te sentías tonto, no necesitabas leerte 20 libros ni nada para poder involucrarte en la historia y eso se agradeció mucho”, afirmó, aunque recalcando que no se trata de criticar otras propuestas, sino más bien de valorar la diversidad en la cartelera.
Sensación que también fue percibida por Moreno: “Me encontré con gente que no había ido nunca al teatro y que ahora van una vez al mes después de haber visto esto porque sintieron que no los tonteaban, que no había un ánimo de sobre representar algo ni de sobre intelectualizar un discurso. Eso fue súper bonito. Encontrarse con algo que puede ser muy hostil, porque estás hablando de la violencia de género, de la violencia intrafamiliar. Todo suena muy crudo y tremendo, pero la gente se vio en un espacio de entretención y de preguntas. Eso me gustó mucho, que se preguntaron muchas cosas, y creo que el arte está puesto para eso. Fue muy bonito para nosotros poder entregar ese espacio”.