¿Comienzo del Fin de la Crisis?

  • 07-06-2012

Finalmente, las naciones ricas del mundo -EE. UU., Japón, Alemania, Canadá, Reino Unido, Francia e Italia- parecen haberse convencido que la única solución real a la crisis de la deuda europea es política. El ministro de finanzas japonés, Jun Azumi, haciendo de vocero informal del G7, dijo esta semana que el grupo “colaborará en reducir la incertidumbre” que genera la situación económica del viejo continente, tras una teleconferencia de los responsables de las finanzas de las siete mayores economías industrializadas y luego de la cual no hubo comunicado oficial alguno.

Y no podía ser de otra manera. Porque no obstante cuatro años de medidas económicas ortodoxas adoptadas por el BCE, el FMI y la UE, y los drásticos planes de ajuste fiscal en los países afectados, la confianza mundial ha continuado de capa caída, obligando a España a seguir colocando deuda soberana a tasas de interés estratosféricas para enfrentar sus compromisos inmediatos de pago. Son las consecuencias del excesivo endeudamiento de las economías periféricas de Europa (Grecia, Portugal, Irlanda, España) y de las exuberancias creativas de una banca internacional audaz y mediocremente supervigilada para colocar los enormes ahorros depositados en sus arcas y, además, generar liquidez artificial con productos derivados de “alta rentabilidad”.

Azumi dijo que los países miembros del G7 “colaborarán de manera conjunta en solucionar los problemas de España y Grecia”, aunque, por cierto, no por buena voluntad, sino porque la situación es de tal modo grave para la estabilidad mundial que no queda otro camino que aceptar que “cuando le debes 100 a un banco, el problema es tuyo; cuando le debes 100 millones, el problema es del banco”.

En efecto, mientras el PIB mundial anual está en alrededor de US$ 80 millones de millones, según The World Factbook de la CIA, los bancos internacionales “produjeron” durante la última década una liquidez de US$ 700 millones de millones (casi 10 veces más) mediante “apalancamiento”, aumento de la velocidad de circulación del dinero y creación de productos derivados de alto riesgo y rentabilidad, como las hipotecas subprime. La relación implica que si el conjunto de los ahorrantes del mundo concurrieran hoy a sacar sus depósitos, los bancos sólo podrían devolverlos a 12% de aquellos. Y si la confianza se pierde, una “corrida” mundial echaría por tierra el sistema completo.

Obviamente, los depósitos no están colocados al día y la mayor parte lo están a muy largo plazo, lo que disminuye la presión sobre el mercado y hace posible que, en el curso de los próximos años, las economías crezcan y los bancos recuperen y respondan a los pagos e intereses comprometidos, aunque no sin antes una reestructuración global del sistema financiero.

No en vano el presidente del BBVA, Francisco González, ha dicho que, tras la crisis, la cantidad de bancos en España se reducirá de 60 a sólo 10 y que el ministro de Hacienda japonés haya pedido al G7 que reafirme sus compromisos de septiembre pasado de cooperar en materia de divisas, para impedir una excesiva volatilidad.

Los analistas coinciden en que la “creatividad” de los bancos para generar productos financieros gracias a las nuevas tecnologías de la información y comunicaciones (TIC) hizo aumentar la masa monetaria mundial a niveles históricos, suscitando una baja record de las tasa de interés, lo que produjo esa sensación de riqueza inacabable de la “década de oro” (1997-2007) que estimuló el irreflexivo endeudamiento que hoy cobra la cuenta y cuya fiesta acabó con la caída de Lehmann Brothers.

La reunión de emergencia de los ministros de Hacienda del G7 llegó después de una semana crítica en los mercados europeos, debido al espectro del rescate planeando sobre España y el de las elecciones del 17 de junio en Grecia, que podría terminar en la salida de Atenas del euro.

Según la agencia Reuters, una fuente anónima del grupo reconoció que hay preocupación sobre el riesgo de contagio por crisis bancaria hispana, que, como hemos comentado, lucha para recapitalizar la nacionalizada Bankia –para la que requiere al menos US$ 50 mil millones- y otros bancos afectados por la burbuja inmobiliaria hispana.

La propia Alemania, enfrentada a las exigencias de un tercer mega esfuerzo–su recuperación de la II Guerra y la reunificación- para que avale con sus ahorros y confianza al resto de los países más débiles de la región aceptando la emisión de eurobonos, habría presionado a España para que recurra a los fondos de rescate y evite seguir endeudándose a tasas desproporcionadas.

Pero Madrid rechazó la propuesta. Y si es cierto que los socios del G7 presionaron, a su vez, a Alemania para que haga más por estimular el crecimiento e impulsar la zona euro a salir de la recesión y Berlín ya no ve otra salida –a pesar de la derrota política de Ángela Merkel- lo previsible es que por fin la solución de largo plazo esté llegando y que la economía mundial comience a salir de su peor crisis de los últimos 100 años.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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