Es poco habitual tanta unanimidad entre los grupos parlamentarios de la Eurocámara y menos aún que desafíen a sus gobiernos. Pocos minutos después de que la cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea desembocara en un pacto presupuestario de austeridad, un comunicado firmado por los presidentes de los principales grupos del parlamento europeo hacía saber que no lo aceptarán “en su estado actual”.

Era la respuesta al acuerdo de mínimos que habían alcanzado el viernes los dirigentes de los 27 países de la UE El acuerdo, por primera vez en la historia del bloque, fija un presupuesto a la baja para los próximos siete años: 959.000 millones de euros entre 2014 y 2020, es decir, por debajo del 1% del PIB europeo.

Es la vieja receta de la austeridad y los recortes como medida para atajar la crisis. Contentó sobre todo a Gran Bretaña y, en menor medida, a Alemania. Frustró las ambiciones de Francia, que aspiraba a medidas para estimular el crecimiento. El único consuelo para el presidente Francois Hollande es que los recortes no afectarán a la política agrícola europea, de la que Francia es el primer beneficiario.

¿Irán los eurodiputados hasta el final? ¿Pondrán en práctica sus amenazas? El Tratado de Lisboa confiere al parlamento europeo potestad para aprobar o vetar el presupuesto de la UE, lo que no había sido el caso en los ejercicios precedentes. Los eurodiputados rara vez desoyen las consignas de sus respectivos países pero esta vez disponen de un medio de presión real.