Los dos partidos de la Concertación que a la fecha han declarado públicamente su apoyo a la candidatura de Michelle Bachelet, el PS y el PPD, comenzarán a tener mayor participación dentro de su campaña, luego de la notoria ausencia de las cúpulas de ambas colectividades en el anuncio de su candidatura a la presidencia.
Esto, sumado a los dichos de la propia ex mandataria, quien en su esperado discurso del 27 de marzo aludió al “gobierno de una nueva mayoría política y social”, en lo que fue entendido como un intento por desenmarcarse de su tradicional coalición.
Al respecto, el secretario general del Partido Socialista, Álvaro Elizalde, aclara que militantes del partido han tenido participación activa en la etapa previa de la campaña de Bachelet, por lo que “nos sentimos en absoluto desplazados, sino que todo lo contrario. Ella va a contar con el apoyo del PS y también del PPD, pero es evidente que su liderazgo trasciende con creces a los partidos políticos de la oposición, es un liderazgo que cruza todo el espectro político y de ahí la importancia de que esta sea una campaña lo más plural posible”.
Sin embargo, en este respaldo residiría una de los principales factores que hacen peligrar la candidatura de Bachelet. Así lo explica la analista política del Instituto de Asuntos Públicos (INAP) de la Universidad de Chile, Francisca Quiroga, para quien el hecho de que la Concertación “arme una estrategia de invisibilizarse a nivel público, pero por otro lado presione mucho a nivel de la opacidad puede ser una gran amenaza, tener un discurso de apertura a la ciudadanía y por otro lado no tener resuelto mecanismos de toma de decisiones”.
Efectivamente, este es uno de los aspectos más delicados de la candidatura de Bachelet y ha sido comentado insistentemente por sus contendores. Marco Enríquez Ominami, candidato presidencial del PRO, se refirió a la ex mandataria como “la candidata de los partidos de la Concertación, la candidata de esos dirigentes y no es cierto, no hay una nueva mayoría, es lo mismo que ocurrió el 2008, 2009 y 2012, es una alianza no programática con el Partido Comunista por cupos”.
Otra de las complicaciones radica en las altas expectativas que genera la candidata, algo que ella misma ha intentado manejar asegurando desde un primer momento que sería imposible realizar todos los cambios que Chile necesita en solo cuatro años.
Para Elizalde, esta expectación se explica principalmente en la disconformidad de la ciudadanía con la gestión del actual gobierno “y su incapacidad de canalizar las demandas sociales y dar respuestas adecuadas a lo que han planteado los movimientos sociales. Eso ha hecho que el clima político en Chile cambie y que hoy día estemos iniciando un nuevo ciclo, que vemos como una gran oportunidad para efectos de promover reformas sustantivas que nos permitan avanzar en la construcción de una sociedad con mayor grado de cohesión social”.
Pero el retorno de Bachelet cambió el escenario no solo para la oposición, que ha decidido replegarse y esperar a las primarias del 30 de junio para legitimar a su candidato presidencial. En el oficialismo, en tanto, la candidatura de Laurence Golborne se vería particularmente afectada.
A juicio de la analista política del INAP, esto se debe a las similitudes entre ambos candidatos, quienes “apelan mucho a sus atributos personales de confianza, credibilidad, simpatía y cercanía, que son las variables que los dos tienen más altas. Pero la diferencia de Bachelet es que a ella la vinculan a un proyecto más creíble en términos de historia y de vinculación en el día a día y Golborne se ha construido mediáticamente. Entonces, hay que ver cómo lo hace en términos de la práctica política y ahí es donde Bachelet está más consolidada”.
Habrá que esperar entonces a que Michelle Bachelet inicie oficialmente su campaña presidencial y cumpla su promesa de recorrer el país en busca de los ejes fundamentales de su programa de gobierno, para averiguar si logra sobreponerse a sus múltiples desafíos.