Las negociaciones sobre el programa nuclear persa iban sobre rieles hasta que Irán cambió de postura y planteó que no estaba dispuesto a entregar a Rusia todo el uranio enriquecido que le había costado años acumular.
Para el llamado G5+1 (compuesto por los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China), esta entrega era vista como una garantía de que no se ocuparía el material para fines bélicos.
Para el analista Guillermo Holzmann, es entendible la negativa de Irán, ya que confronta su soberanía con la presión internacional.
“Es un tema bastante antiguo. Incluso cuando se negocia con Rusia, que es uno de los que entrega uranio a Irán, el tema es entregar la cantidad específica que requiere para un desarrollo pacífico, conforme a las declaraciones que ha hecho. En este caso se está basando en que Irán renuncie a una parte de sus reservas, para que el material se le vaya entregando conforme a sus necesidades. Esto es un tema sensible para Irán, tiene que ver con su soberanía, que es un asunto más complejo todavía y que ha estado siempre presente en las negociaciones”, afirmó.
En el momento en que un país comienza a tener una capacidad nuclear bélica, las cosas cambian. Pero esa no es la única piedra de toque. Según sostuvo el analista internacional Pablo Jofré “hay demasiados factores cruzados que van más allá de este acuerdo por el programa nuclear”.
Uno de ellos es la exigencia de Irán de ponerle fin a las sanciones que ha mantenido Estados Unidos sobre ese país por más de una década y que pasan por el bloqueo de millones de dólares, el congelamiento de activos, la imposibilidad de acceder a tecnología para el desarrollo. Al respecto, Estados Unidos se niega e Inglaterra lo acompaña. Mientas Francia y Alemania que están más abiertos, junto con Rusia y China que quieren un acuerdo en el más breve plazo.
Para Jofré “las sanciones son esenciales, porque cualquier país que sufre sanciones sin duda se siente presionado”, pero además, en esa línea, afirmó que hay otro punto fundamental.
“Irán ha cumplido con el tema de la inspección de la Organización Internacional de Energía Atómica, es firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear y, sin embargo, se le trata como se le está tratando. Hay otros países, muy cerca de Irán, como es el caso de Israel, que no es firmante, que no recibe visitas de inspectores de la Organización Internacional, y sin embargo se estima que posee entre 200 o 400 artefactos nucleares, sin sanciones, sin presiones internacionales y con la alianza fundamental con los Estados Unidos, Inglaterra y Francia”, afirmó.
Y es que el analista señala que impera una política armamentista a la que le sirve la desestabilización de Medio Oriente, juego que están jugando Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita y las monarquías del golfo que, en este momento, están involucradas en una política de agresión a Yemen. “No es casual”, afirma el analista.
En este escenario se complican las buenas relaciones que Irán ha tratado de mantener con Occidente, entre otras cosas por su nuevo estatus geopolítico: su estabilidad institucional y su ubicación geográfica son decisivas para enfrentar al Estado Islámico, que actualmente opera en la vecina Irak. Para el analista Raúl Sohr el conflicto en Yemen es el nuevo gatillo de las tensiones.
“Hay que recordar que Arabia Saudita y esa región tiene el 40 por ciento del petróleo y que, durante décadas, ha sido el punto estratégico más importante para los Estados Unidos, que tiene desplegado allí dos flotas, ha tenido confrontaciones con Irán en diversas oportunidades, sobre todo en la guerra entre Irán e Irak, de modo que, lo que parecía una convergencia y una distensión entre Estados Unidos e Irán, en Irak, se ha vuelto a complicar en Yemen”, afirmó.
Todos estos factores cruzan una negociación que se ve cada vez más compleja y de la que este lunes se retiró el canciller ruso, “hasta que se presenten indicios claros de llegar a un acuerdo”.
Esto cuando el plazo para el marco de la negociación debiera estar listo este martes, con lo que el proceso está lejos de acabar a la espera de que tres meses después (el 30 de junio) se realicen los ajustes técnicos relacionados con las cláusulas de implementación, momento en que, se espera un diálogo tenso y cruzado por disputas de intereses.