No soy Lorena: Identidades indefinidas

“No soy Lorena” deja la sensación de ser un buen ejercicio visual y actoral, pero también nos abandona con la frustración de que –con todos los elementos presentes- podría haber sido una excelente película, si hubiese resuelto sus problemas de identidad.

“No soy Lorena” deja la sensación de ser un buen ejercicio visual y actoral, pero también nos abandona con la frustración de que –con todos los elementos presentes- podría haber sido una excelente película, si hubiese resuelto sus problemas de identidad.

El primer protagónico en cine de la actriz Loreto Aravena (“Los 80”) llega con una historia de identidades difusas. Una mujer –Olivia- que constantemente recibe llamadas de cobranza a su teléfono, pero a nombre de otra mujer –Lorena- que ella no conoce. Esta primera mujer es una actriz que está no logrando conformar a su director –quien además es su ex– con su interpretación, a pocos días del estreno. Esa mujer tiene, además, una mamá con alzheimer que va y vuelve de sí misma (Paulina García en otro excelente trabajo) y un vecino travesti que se transforma en su único confidente. Así, el mundo que rodea a Lorena está cruzado por identidades en constante cambio.

Esta es el primer largometraje de Isidora Marras B., egresada y ahora docente de la Carrera de Dirección Audiovisual de la Universidad Católica de Chile. Luego de dirigir varios cortometrajes y pasar por el taller documental en La Fémis –la prestigiosa Escuela de Imagen y de Sonido de París- pasó con esta película en sus etapas iniciales por la sección Carta Blanca del Festival de Locarno y Work in progress de SANFIC, y ganó el premio Nuestra América primera copia, en el Festival Internacional de Cine de La Habana.

El tema de las cobranzas telefónicas es una experiencia que la misma directora vivió en sus años de universidad, cuando la acosaban telefónicamente cobrándole deudas a nombre de otra persona. Para poder liberarse de esa situación Isidora Marras tuvo que interactuar con el servicio al cliente de multitiendas y empresas de cobranzas, y se dio cuenta de la lógica kafkiana impersonal que las gobierna. Tomar como punto de partida esa experiencia permitiría adentrarse en un discurso visual que, sin necesariamente caer en la denuncia, puede abrir puertas a reflexionar en los excesos del libremercado y sus consecuencias -en el contexto, además, de las manifestaciones estudiantiles-, pero la película no se va por ahí.

“No soy Lorena” se mantiene todo el tiempo junto a su protagonista en sus avances y retrocesos. Esta mujer joven que trabaja para su ex y que lidia –o no- con la enfermedad de su madre. Para quien el tema de las cobranzas es una molestia que intenta resolver, pero sin ir a fondo con ella. Y quizá ese es el problema de Olivia y también de la película. No se decide a ir a fondo con nada. Encontramos a la protagonista en un estado de ambigüedad que no cambia a lo largo del metraje, sino que se hace cada vez más confuso llegando –ella y la película- a niveles que incluso la vuelven inverosímil.

Aunque se nota el excelente oficio de Isidora Marras para lo audiovisual y especialmente para crear escenas de tensión atmosférica, la película no logra funcionar del todo porque se queda en un espacio de indecisión que si bien puede ser inicialmente atractivo no logra resolverse hacia un desarrollo y un final que resulten coherentes. “No soy Lorena” deja la sensación de ser un buen ejercicio visual y actoral, pero también nos abandona con la frustración de que –con todos los elementos presentes- podría haber sido una excelente película, si hubiese resuelto sus problemas de identidad.





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