En la reciente 30 versión de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, una amplia audiencia supo del significado de la palabra neo extractivismo. Aunque se puede intuir de qué puede tratarse, el debate se extendió a aspectos más allá de lo meramente económico. Allí se expusieron las bondades y críticas de este modelo de desarrollo basado en la explotación de los recursos naturales de un país, cuando es el Estado el que lo maneja y opta por la exportación de estas materias primas hacia el exterior. Un modelo que encuentra en Bolivia y otras naciones latinoamericanas, como Venezuela, su expresión en la vida real. La gran promesa del neo extractivismo ofrece a la sociedad en ciernes un desarrollo social que entregue educación, salud y jubilaciones dignas, como también más equidad entre sus habitantes. Y lo que vemos, es que eso no se logra, como tampoco lo hace el modelo chileno con empresas transnacionales que terminan por llevárselo todo a un precio vil para luego, comprar esas mismas materias primas, muy caras, convertidas en productos manufacturados.
Lo interesante es que quienes debatieron en torno a este tema, no eran especialistas en el tema, sino que jóvenes entre 15 y 22 años, que fueron parte de un Torneo de Exhibición de Debate que organizóla fundación mexicana llamada Mar Adentro. Así, en una de las salas de la más grande Feria del Libro de la lengua castellana, mientras afuera hervía de gente comprando libros o asistiendo a las centenares de presentaciones que se realizaban a esa hora del último sábado de Feria, dos grupos de jóvenes discutían en torno al neo extractivismo. Unos lo hacían a favor y otros en contra del modelo, sin embargo, solo minutos antes de que comenzara el debate sortearon qué postura le correspondería defender a cada grupo respecto de la tesis: El neo extractivismo debe aplicarse en América Latina.
Ocho jóvenes por equipo, los mejores del país, intentaban entregar sus mejores argumentos a favor o en contra para así convencer a un jurado integrado por destacados académicos y autoridades, entre los que se contaba quien fuera, hace unos años, Campeón nacional del debate, Óscar Zúñiga. Fue él quien, con conocimiento de causa, les recordaba a los jóvenes y a la audiencia, que ellos representaban un porcentaje mínimo de la población juvenil mexicana y para qué decir de su correspondiente planetario, que estuvo dispuesto a sacrificar muchas horas de su apretado calendario estudiantil para investigar, preparar el debate y luego viajar hasta la capital del Estado de Jalisco, donde se realizó la competición que dio por ganador al equipo que estaba en contra de la tesis mencionada.
La audiencia aprendió sobre neo extractivismo, pero mucho más sobre la importancia que reviste el saber expresar las ideas con propiedad y con respeto; ponerse en el lugar de otro, cuando muchos de esos jóvenes debieron defender posturas en las cuales no creían… y, sobre todo, que la palabra, el lenguaje conversado, debatido, es lo que nos puede salvar en tiempos de tanta insensatez e intolerancia.
La nación mexicana ha sido desde siempre símbolo de solidaridad con Chile. Hasta allá llegó Gabriela Mistral, invitada por su ministro de educación, en la década del 20’, a fundar escuelas. Allá fueron recibidos tantos chilenos que escapaban de la dictadura militar…y son ellos los que no comprenden hoy, cómo Chile está debatiendo sobreuna eventual ley antiinmigración. Porque como dice Humberto Maturana, las palabras nos duelen, nos hieren, nos golpean físicamente, y lo que hace Chile al “lenguajear” semejantes proposiciones, es herir una conciencia histórica y, de paso, a quienes nos han acogido en tiempos de desesperanza y dolor.
Esos chicos mexicanos, hábiles en la esgrima intelectual, bien podrían debatir frente a nuestros aturdidos políticos actuales para que entiendan, de una vez, que los muros de cemento o de leyes no pueden impedir el derecho que tiene el ser humano a buscar una vida digna, donde quiera que sea. Esos chicos mexicanos bien podrían pasearse por nuestra herida Latinoamérica verbalizando ese sueño que desean ver hecho realidad para ellos y para las nuevas generaciones, dueñas de ese tiempo por venir.
La clase magistral de la FIL 2016 no la dio el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa sino que estuvo a cargo de ese grupo de jóvenes mexicanos que hicieron de esa sala una promesa de futuro.