En mi rol de directora de un festival de cine de mujeres me han preguntado muchas veces por qué es importante que existan más películas hechas por realizadoras. La respuesta a esa pregunta va más allá de la obvia justicia y necesidad de que las mujeres estén presentes en todas las áreas de la producción y la creación humana. En el caso del cine es especialmente relevante porque las películas son un lugar central en nuestra formación de imaginarios y mirada del mundo y al no tener allí un significativo número de mujeres escribiendo y dirigiendo, hay muchas historias y puntos de vistas que simplemente no están apareciendo.
La manera en que en muchos países se ha tratado el tema del aborto es un buen ejemplo de lo que pasa cuando decisiones que nos competen a las mujeres son tomadas por grupos de poder ajenos a ellas. La minoritaria presencia de mujeres en el Parlamento, en el mundo médico y científico -y que decir en la iglesia- ha hecho que la experiencia de las mujeres no tenga la centralidad que debería en esta discusión.
Con un equipo compuesto casi exclusivamente por mujeres la película “7 semanas” escoge acercarse al incómodo tema del aborto desde el lugar de una mujer joven embarazada y que no quiere ser madre. La protagonista Camila -interpretada certeramente por Paulina Moreno- es una estudiante de danza que tiene una vida amable. Es amada incondicionalmente por su madre (Luz Croxatto) y adorada por su novio (Camilo Carmona) con el que está planeando irse a vivir. Al inicio del filme Camila se entera de que está embarazada, y mucho antes de que ella pueda digerir la noticia todo su entorno ya la está celebrando.
La película grafica muy bien cómo la maternidad se instala como un imperativo social. En este contexto nadie se pregunta si Camila desea ser madre o si tiene opciones. La protagonista se deja llevar por el entusiasmo de los suyos inercialmente, incómoda e insegura respecto a cuáles son sus propios sentimientos al respecto. Es en ese proceso, en el devenir interno de esta joven mujer frente a esta situación que cambiará su vida y la dificultad de tomar una decisión al respecto, desde donde se instala la narración. Una cámara muy liviana que sigue al personaje en todo momento, y que logra captar en sus silencios el conflicto interno del personaje permite que el espectador acompañe, sin juzgar, ese proceso de dudas y dolores.
A pesar de poseer algunos detalles propios de una primera obra -como el sobre énfasis musical en un par de escenas o la extensión innecesaria de otras- la película supera su origen académico. Efectivamente, se trata de la película de egreso de un grupo de estudiantes, pero tanto el guión como la puesta en escena y especialmente el montaje del filme expresan un proceso de trabajo y madurez que permitió llegar a buen puerto y que hace que la película pueda ser valorada como una ópera prima delicada y eficiente.
“7 semanas” no es una película pro aborto, sino más bien una que trabaja sobre la complejidad de esa decisión. La cinta pone su foco en la soledad de las mujeres que -aún en los mejores casos y teniendo el apoyo de sus familias- tendrán que ver como sus vidas toman un cambio radical más allá de sus deseos. Es la mirada sobre ese invisibilizado proceso la que hace que “7 semanas” sea un aporte al diálogo y sobre todo a la reflexión sobre una realidad que -más allá de la moral o la legalidad- es cotidiana y nos implica como sociedad, familia, pero sobre todo como sujetos.