Canto para una semilla: la vida privada de una obra cumbre

A 45 años de su creación, reconstruimos la historia de una obra única. En ella confluyen Violeta Parra, Luis Advis, Inti Illimani y Carmen Bunster, para interpretar algunas de las canciones más hermosas escritas alguna vez en Chile, que apenas se alcanzaron a presentar en vivo antes de 1973.

A 45 años de su creación, reconstruimos la historia de una obra única. En ella confluyen Violeta Parra, Luis Advis, Inti Illimani y Carmen Bunster, para interpretar algunas de las canciones más hermosas escritas alguna vez en Chile, que apenas se alcanzaron a presentar en vivo antes de 1973.

Luis Advis está frente al escenario del Teatro Antonio Varas, de espaldas al público. Mira hacia Isabel Parra, que canta ante un micrófono. Un poco más allá está la actriz Carmen Bunster y, atrás, los seis Inti Illimani con sus ponchos característicos. Afuera la noche se demora en caer, porque es casi el comienzo del verano en Santiago, y la sala está repleta de periodistas, músicos y algunas autoridades. Es lunes 4 de diciembre de 1972 y es la primera ocasión en que se escucha en vivo Canto para una semilla, una obra que Advis había escrito tan solo un año antes, basándose en las décimas autobiográficas de Violeta Parra.

45 años se cumplen en 2017 de una historia que esa noche alcanzó su cumbre. Hoy, todo es muy distinto. Los miembros de ese Inti Illimani tocan por separado. Los escenarios de esa música han sufrido el paso del tiempo. El país, evidentemente, es otro y muchos detalles se han perdido con el tiempo. ¿Quién tocó en el Canto para una semilla? ¿Cómo se grabó? ¿Por qué una obra que reúne nombres fundamentales -Luis Advis, Violeta Parra, Inti Illimani, Isabel Parra- se ha tocado tan poco en Chile? Aquí intentamos reconstruir la historia de una aventura única en la música chilena.

“Estaba hasta la tusa de la cantata”

En 1971, Luis Advis era conocido sobre todo como el autor de la Cantata Santa María de Iquique, pero a esa altura su interés ya estaba en otra parte: quería hacer una obra con las décimas autobiográficas de Violeta Parra. Esos versos no eran entonces el objeto de estudio que son hoy. Aunque habían sido escritos a mediados de los ‘50, recién en 1970 la Universidad Católica los había publicado por primera vez, en una edición de tres mil copias que se agotó rápidamente.

Advis fue uno de los primeros en apreciar estos textos como una obra poética: “Un día llegó a la casa y me dijo que quería hacer una obra con las Décimas. Yo le dije que iba a hablar con mi hermano (Ángel), pero fue todo muy sencillo -recuerda ahora Isabel Parra, que este lunes vuelve a cantar la obra, junto a Inti Illimani, en el Teatro Municipal de Santiago. No firmamos un papel, no fuimos a la notaría, no hablamos con ningún productor, porque en ese tiempo eso no existía, todo era en base a la confianza. Nosotros pusimos las Décimas en sus manos”.

Y lo que hizo Advis fue una adaptación. Reordenó versos, hizo modificaciones, agregó una que otra línea propia y hasta añadió un fragmento de “Gracias a la vida”, una canción muy posterior a las décimas autobiográficas. De ese modo, compuso una obra que intercalaba música y relatos: los parientes, la infancia, el amor, el compromiso, la denuncia, la esperanza y la muerte son cada una de sus partes, además de un epílogo y una canción final.

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Aunque retomó el formato que había utilizado con la Cantata Santa María, en la música también hizo variaciones. La primera fue básica: cuando escribió la obra, entre octubre y noviembre de 1971, lo hizo pensando específicamente en la voz de Isabel Parra y el sonido de Inti Illimani, a quienes había conocido hace no tanto tiempo. Su primer acercamiento fue para el Canto al programa (1970), que musicalizaba las primeras medidas del gobierno de Salvador Allende, y luego habían colaborado con mayor intensidad en Autores chilenos (1971), un disco en el que hizo arreglos de Violeta Parra, Víctor Jara, Patricio Manns y Sergio Ortega para que los tocara el Inti Illimani.

Asimismo, aparecieron nuevos sonidos. “Con el Canto para una semilla debuta de una manera bastante completa un instrumento que hoy es de uso normal en los grupos de raíz folclórica, el tiple colombiano -explica Horacio Salinas, que hoy dirige a Inti Illimani Histórico. Nosotros lo habíamos traído de Cali. Yo lo había conocido en la casa de Ángel Parra y ‘Lucho’ Advis echó mano a este instrumento, que suena como una especie de clavecín”.

Y para marcar aún más las diferencias, Advis eludió la palabra con la que terminó vinculado de por vida: “No le quise poner cantata porque se hablaba tanto de la Cantata, que ya estaba hasta la tusa de esa denominación. Por eso, a la siguiente obra de ese tipo le puse ‘elegía’”, es la explicación que recoge el libro Advis en cuatro tiempos y un epílogo.

Luis Advis.

Luis Advis.

Con la obra ya escrita, en febrero de 1972 los Inti Illimani viajaron a Iquique para montarla. Se quedaron en uno de los balnearios populares que abrió el gobierno de Salvador Allende, en la playa de Huayquique, y repartieron sus días entre conciertos en las localidades de la zona y ensayos en la casa de la familia Advis, en la calle Ramírez. “Trabajábamos en el comedor de la casa, me acuerdo que pegábamos todos los papeles y las anotaciones que había hecho el ‘Lucho’ y fuimos aprendiendo canción por canción”, relata Salinas.

El grupo partió después a una de sus primeras giras internacionales -por Cuba, México, Costa Rica, Venezuela, Colombia y Ecuador- y retomó el trabajo en Santiago, ya a mediados de año y con un elenco ampliado: en los relatos estaba Carmen Bunster y en la voz solista, Isabel Parra. Muchos de esos ensayos fueron en la casa de la cantante, en la ñuñoína calle Julio Zegers. “La mitad del tiempo estábamos conversando, pasándolo bien, y después nos poníamos a trabajar con ‘Lucho’, pero todo en un ambiente de mucha amistad. Había mucho respeto para él, pero igual nos reíamos, porque cantaba horrible – relata Isabel Parra con una carcajada.

La escuela de Advis

Nadie recuerda exactamente cuándo, pero en algún momento de ese 1972 todos entraron al estudio y registraron Canto para una semilla, que fue editado por la Discoteca del Cantar Popular (Dicap). Como muchas grabaciones de la época, es probable que se haya hecho solo en cuatro pistas, durante sesiones nocturnas y de corta duración. “Todos esos discos son extraordinariamente sinceros -pondera hoy Jorge Coulón, que también estará este lunes en el Municipal. Antes se ensayaba mucho antes de un disco, porque la hora de estudio era cara y había muy poca intervención. Si te equivocabas había que empezar la canción entera de nuevo, entonces se grababa relativamente rápido”.

Fuente: Memoria Chilena.

Fuente: Memoria Chilena.

El disco tuvo también uno de los diseños más distintivos de la Nueva Canción Chilena. Su autor fue Luis Albornoz, quien trabajaba con los hermanos Vicente y Antonio Larrea y llenó el sobre del vinilo con imágenes inspiradas por los pliegos de la Lira Popular. La información impresa, sin embargo, no fue del todo precisa: aunque no están acreditados, en el disco también tocan el contrabajista Iván Cazabón y el chelista Eduardo Sienkiewicz, que ya había participado de la Cantata Santa María. Sí aparece en los créditos el quenista Ernesto Pérez de Arce, que luego de la gira había abandonado el grupo, pero que participó de la grabación y el estreno en vivo.

Más allá de los cambios de integrantes, en ese momento los Inti Illimani pulieron un sonido que luego sería su sello: “Autores chilenos y Canto para una semilla reforzaron un estilo que luego hemos desarrollado. El uso de las disonancias, las maneras del canto y los unísonos, esa pastosidad, la aprendimos en esos discos. Que hasta hoy toquemos los arreglos de ‘Lucho’ Advis es la demostración de que es música que caló muy hondo”, argumenta Horacio Salinas.

“Lo que hoy más me impacta -agrega Isabel Parra- es que teníamos al mejor músico chileno académico componiendo esta música popular, haciendo estas cantatas chilenas, narrando hechos de nuestra historia. Eso es fundamental, porque no era un ficción, no eran canciones que no tuvieran trascendencia. Eran nuestra historia”.

Estrenos, aplausos y disfraces

El estreno del Canto para una semilla fue doble. Se tocó por primera vez ese lunes 4 de diciembre, en una función solo para invitados en el Teatro Antonio Varas. Casi inmediatamente después, a las 22 horas del miércoles 6, se presentó en la Sala Plenaria del antiguo edificio Unctad, el actual GAM, para un público que pagó entre 20 y 30 escudos de la época. En el escenario estuvieron todos los participantes del disco, incluyendo a Luis Advis en el rol de director de orquesta. “Como él había hecho la Cantata, había mucha expectación. Era una obra muy diferente, porque era bastante más intimista, pero en ese tiempo también una especie de hambre de cosas nuevas”, recuerda Jorge Coulón.

Ernesto Pérez de Arce lo tiene en la memoria como un concierto distinto a lo que hasta entonces conocían: “Tal vez fue la primera vez que nos presentamos en un grupo grande, con una cantante, con un chelista, era una presentación de música más seria que lo que hacíamos. Cuando uno cantaba cosas del altiplano era algo festivo, era otro el ambiente. No, esta era una presentación de música formal, fue muy impactante”.

El mismo 6 de diciembre, el diario El Siglo publicó una crónica del concierto, incluyendo una fotografía del público subiendo al escenario para felicitar a los músicos. En la nota, Advis habla satisfecho: “Los intérpretes tuvieron una excelente participación y yo estoy feliz porque el público presente recibió la obra con una ovación que me emocionó”, decía.

A continuación, el compositor se despachaba una peculiar declaración, aludiendo al discurso que Salvador Allende había hecho el mismo día ante Naciones Unidas: “Al compañero Allende lo ovacionaron durante más de cuatro minutos y medio en la ONU y a nosotros, casi los cuatro. No quiero hacer comparaciones de nuestro trabajo con la labor del compañero Presidente, pero sí que tenemos la satisfacción de decir que nos aplaudieron casi igual, aunque en otro plano”.

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Dos de las fotografáis que acompañaban la crónica de El Siglo. En la imagen inferior se alcanza a ver a Luis Advis en la posición de director.

También hay un par de historias poco solemnes sobre esa jornada. La primera la protagoniza Eduardo Sienkewicz, que entonces era conocido como chelista de la Orquesta Sinfónica e inventó alguna excusa para ausentarse de su puesto y llegar al estreno, ¡disfrazado con peluca y poncho! Su esfuerzo para que nadie lo reconociera, sin embargo, no fue eficaz: “¡Todo el mundo se preguntaba qué hacía Sienkewicz disfrazado!”, recuerda Jorge Coulón entre risas.

La otra anécdota la narró Tito Fernández, en Advis en cuatro movimientos y un epílogo: “Todos estábamos nerviosos, la platea estaba llena (…) Todo estaba bien, pero el Maestro no llegaba… Pasaba el rato y el Maestro no llegaba… Nos pusimos inquietos y el Maestro no llegaba… Hasta que llegó. Saludó con una reverencia y, en medio de un cuasi religioso silencio, levantó las manos y escuchamos un concierto de esos que nadie más ha vuelto a oír, dirigido por la batuta de este genio que además era figura, porque el atraso se debía a que le andaban consiguiendo un pantalón que le combinara, por lo menos, con la chaqueta, ya que con los zapatos no era posible (¿?)”.

Noche de cine

Luego de esos conciertos, habría solo una ocasión más para escuchar en vivo el Canto para una semilla en Chile. Fue el 11 de mayo de 1973, en el antiguo cine Gran Palace de calle Huérfanos. Fue en un concierto programado por la Organización Nacional del Espectáculo (ONAE), que funcionaba al alero de Dicap y había presentado en el mismo escenario a Víctor Jara, Charo Cofré y otros artistas activos en ese entonces.

Esa actuación tuvo sus propias historias. Originalmente se habían programado dos funciones para el jueves 26 de abril, pero los enormes disturbios que ese día agitaron el centro de Santiago obligaron a reagendarlo para el miércoles 2 de mayo. Sin embargo, hubo una segunda postergación por “problemas en la sala”, según la prensa de la época.

Finalmente, el concierto se hizo el viernes 11 y con variaciones. Esta vez el relato fue de la actriz Marés González, mientras que en la dirección estuvo Jaime Soto León, que después integraría el grupo Barroco Andino. Antes del Canto para una semilla tocaron los mismos Inti Illimani, que abrieron con “Tatatí”’; e Isabel Parra, quien junto a su hija Tita y Patricio Castillo (Quilapayún) tocó canciones de su LP De aquí y de allá (1971), incluidas dos de un entonces desconocido Silvio Rodríguez.

Eran semanas intensas. Pocos días antes habían sido los funerales de José Ricardo Ahumada, el joven obrero asesinado al que Víctor Jara le dedicó “Cuando voy al trabajo”, y ese ambiente de agitación se traspasó al escenario. Esa noche, los Inti Illimani llamaron a rechazar la guerra civil, según consignan las crónicas de la época, que también destacan entre el público a dirigentes políticos como Gladys Marín, a músicos como Julio Zegers y a figuras de la radio, como Pablo Aguilera y Miguel Davagnino. “Recuerdo ese concierto con cierta angustia, porque era un periodo en que todos los días había manifestaciones y peleas con Patria y Libertad, había muchas dificultades de acceso al centro”, describe Horacio Durán, que hoy es parte de Inti Illimani Histórico.

La primera edición de las "Décimas", publicadas en 1970. Fuente: @ucatolica.

La primera edición de las “Décimas”, publicadas en 1970. Fuente: @ucatolica.

Nadie podía preverlo entonces, pero esa fue la última vez en décadas que el Canto para una semilla se escuchó en Chile. “Trabajábamos mucho, porque estábamos involucrados profundamente con lo que ocurría y teníamos la certeza de que esto iba por buen camino -narra hoy Isabel Parra. El peligro estaba ahí, pero no lo veíamos”.

“Lo felices que éramos”

El Canto para una semilla haría luego su camino en el extranjero. Entre giras y exilios, se escuchó muchas veces en países como la RDA, México, España y Francia. También se volvió a grabar con otras relatoras: en 1978, se editó con Marés González y con la actriz italiana Edmonda Aldini; siete años más tarde, una versión francesa incluyó a la cantante Francesca Solleville. En Chile, solo volvería a escucharse en vivo en el siglo XXI.

Quizás eso, dice Isabel Parra, es una de las razones para que el tiempo la haya dejado en un injusto segundo plano: “Es que no se cantó. En comparación, la Cantata se cantó mucho. Fue como una mala suerte, porque se estrenó y vino el golpe”. No era tampoco el mejor momento para una obra de ese tipo, añade Jorge Coulón: “No quiero estigmatizar la época, pero hacer Canto para una semilla en ese tiempo, en las circunstancias políticas que vivía Chile, era como sacar una flor en un momento en que la cosa era más bien a peñascazos”.

Tajante, Horacio Durán ubica al Canto para una semilla entre los tres o cuatro trabajos más importantes del grupo: “Es de una belleza inusitada, pero lo más bello no siempre es lo más popular”, explica.

Para Luis Advis, que luego completó una trilogía con la sinfónía Los tres tiempos de América, el Canto para una semilla sí tuvo ese valor desde el primer momento. “Dentro del rubro de música popular que hago, es lo más completo. Hay tres o cuatro canciones que, creo, son lo mejor que he compuesto en mi vida y me parecen muy difíciles de superar por mí mismo”, dijo en 1972 a la revista El Musiquero. Ya en 1999, seguía en la misma postura: “La Cantata me encanta, pero está más cerca mío Canto para una semilla, que tiene letra de Violeta Parra. (….) Ella tiene un genio insuperable. Es la compositora del siglo. Después vienen los demás. El valor de Violeta está en las letras y en la conjunción con la música. Sus letras superan cualquier rango poético”, dijo en una entrevista.

45 años más tarde, la obra continúa siendo uno de los testimonios más singulares de la época, una obra tan completa como veleidosa. Con la distancia de los años, Isabel Parra lo pone así: “A pesar de todas las separaciones, de todo lo que significa vivir largamente, es un bello recuerdo de lo que fuimos. Yo no me paso escuchando mis discos y me he puesto más regodiona que nadie, pero cuando me toca estudiarla, me conmueve y me da mucha nostalgia de la época: del Luis, de la historia de la Viola, de nosotros jóvenes. Está todo mezclado. Es imposible escuchar la Semilla sin pensar y sin saber lo que ocurría en ese momento en Chile, lo felices que éramos”.





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