El cantautor chileno Ángel Parra falleció este sábado 11 de marzo, a los 73 años, debido a complicaciones derivadas de su cáncer pulmonar. Su deceso ocurrió a las 8:20 horas de París, según indicó la embajada de Chile en Francia.
En los últimos años, el músico había sufrido diversos problemas de salud. En 2014 se le diagnosticó un cáncer al pulmón que hizo metástasis en el hígado y el colon. Aunque el tratamiento le había permitido retomar sus actividades, el pasado 7 de enero, mientras se encontraba en Santiago, sufrió un problema cardiaco que obligó a hospitalizarlo.
En los últimos días, el artista se encontraba internado en estado de coma inducido luego de sufrir una fuerte recaída a causa de la enfermedad.
Luis Ángel Cereceda Parra, su verdadero nombre, nació en Valparaíso el 27 de junio de 1943, hijo del matrimonio entre Violeta Parra y el ferroviario Luis Cereceda, también padre de Isabel Parra.
Fue su madre quien lo educó, en diversos sentidos, durante los primeros años de su vida. No solo le enseñó ella misma a leer, sino que lo instruyó en diversos oficios, incluido el de cantor. Ángel la acompañó en diversos viajes a lo largo del país, mientras Violeta Parra desarrollaba su labor de recopilación e investigación folclórica. Fue así, por ejemplo, como convivió siendo muy joven con Isaías Angulo, eminencia del guitarrón chileno y el canto a lo poeta.
Ya en 1958 tenía un primer registro discográfico, Cuatro villancicos chilenos, junto al grupo Los Norteños. Bajo el nombre Los Parra de Chile, que agrupaba también a Violeta e Isabel, se presentó en París desde 1961, y junto a su hermana mantuvo luego un dúo que publicó también al menos una docena de grabaciones.
De regreso en Chile, en 1965, ambos hermanos fundaron La Peña de los Parra en la casona de Carmen 340, que se convirtió en el germen de lo que luego se conocería como la Nueva Canción Chilena. Allí se presentaron Víctor Jara, Patricio Manns y Rolando Alarcón, entre otros, con los hijos de Violeta como anfitriones.
Durante esos años, Ángel Parra exploró sonidos de una amplitud sorprendente: de las cuecas de su tío Roberto, a diversos oratorios y colaboraciones con escritores como Pablo Neruda y Manuel Rojas, además de vínculos con grupos como Quilapayún, Los Curacas y los Blops, entre otros. Canciones funcionales (1969), Corazón de bandido (1971), Cuando amanece el día (1972) y Pisagua (1973) son títulos de aquella época, agitada por el devenir de la Unidad Popular e interrumpida por el golpe de Estado. Más tarde, gran parte de esa discografía fue publicada por el mismo Ángel Parra para descarga gratuita.
La llegada de la dictadura militar significó la prisión para Ángel Parra: estuvo en el Estadio Nacional y en el campo de prisioneros de Chacabuco, donde compuso un Oratorio de Navidad que quedó en grabaciones que circularon clandestinamente por años. En 1974 comenzó su exilio en México y dos años más tarde se estableció en París, donde vivió hasta ahora.
Desde Europa mantuvo una activa agenda de actuaciones y publicaciones. También consolidó una relación con el maestro argentino Atahualpa Yupanqui, cuya música admiraba desde la infancia y a quien conoció en Santiago en 1967. Ese largo vínculo quedó plasmado en el disco El último recital, que captura una actuación en Zúrich, en 1992.
No solo la música ocupó a Ángel Parra, el cine también fue una de sus predilecciones. En 1969 debutó con la música para Eloy, de Humberto Ríos, y en los años de la UP puso sus composiciones al servicio de diferentes documentales que retratan el proceso chileno. En las décadas siguientes musicalizaría varias películas de Miguel Littin e incluso tendría un par de apariciones en pantalla, ambas en filmes de Raúl Ruiz: Cofralandes y La recta provincia. Especialmente en los últimos años, también se dedicó a la escritura. Entre sus libros destaca Violeta se fue a los cielos, una narración biográfica que luego sirvió como base para la película que Andrés Wood estrenó con el mismo nombre.
En épocas recientes, Ángel Parra acostumbraba a visitar Chile entre octubre y enero, aproximadamente. Así fue como presentó en vivo su último disco, Mi primer tango en París (2015), grabado junto al grupo Diapasón Porteño y dedicado íntegramente a ese género tradicional argentino.
Entre diciembre y enero pasado, justamente, había estado en Santiago para una agenda de actividades que no parecía la de una persona batallando contra la enfermedad. En pocos días presentó otro libro, Mi nueva canción chilena; la reedición ilustrada del disco Al mundo niño le canto; y la película Violeta más viva que nunca, para celebrar el centenario de su madre.
En cada una de esas presentaciones estuvo acompañado por sus hijos Ángel y Javiera, con quienes tocó sus propias canciones y las de Violeta Parra. Así lo hizo, por ejemplo, el pasado 17 de diciembre en el museo que conserva la obra de su madre, en la que ahora es una de sus últimas actuaciones en vivo.