La abstención en las elecciones del pasado domingo marcó un 53,5 por ciento, incluso por sobre la primera vuelta presidencial de 2013, donde llegó a un 50,6 por ciento. Con el último antecedente que se manejaba, el de las Municipales del año pasado (que registraron un 65 por ciento de abstención), no ha sido fácil hacer una evaluación profunda de la naturaleza de esta situación que presenta Chile.
El año recién pasado el PNUD elaboró un informe en el que comparaba la abstención de Chile con el resto de los países del mundo. Los resultados son decidores: el estudio indicó que, si bien la cantidad de votantes se había mantenido estable entre 1989 y 2010, la baja en la participación comenzó en 2012 con la implementación del voto voluntario.
Según el PNUD, la tendencia que presenta Chile –de un aumento de la abstención-, es contraria a la de Latinoamérica. El análisis mostró que en la región la participación aumentó de un 63,4 por ciento a un 70,1 por ciento entre el periodo 1990-2016, mientras que en Chile bajó de un 86 por ciento a un 49 por ciento. Matías Cociña, miembro del equipo de Desigualdades, Economía y Política del PNUD, cree que la abstención se explica por varios factores, pero considera la educación ciudadana como un eje trascendental: “Tenemos un déficit importante. Llevamos muchos años sin educación ciudadana en los colegios. Y ahora que se hace algo, no tiene un foco institucional-electoral. Hay muchos chicos que nunca han votado, ni siquiera por presidente de curso. Muchas personas no saben las funciones de los cargos, cómo opera la mecánica electoral. Si nunca hemos dado espacios para participar es difícil que lo hagan por su cuenta. Además, hay un declive de la percepción de eficacia política del voto. Las personas creen hoy menos que antes que el voto sea un instrumento útil de cambio”.
En la primera vuelta presidencial en 2013 la abstención llegó al 50,6 por ciento. Sin embargo, el mismo índice para la segunda vuelta que definió la elección en favor de Michelle Bachelet alcanzó el 58,21 por ciento. Con esa cifra Chile se posicionó como el país de voto voluntario con mayor abstención en el mundo seguido de Eslovenia (57%), Mali (54%), Serbia (53%) y Portugal (53%).
Las predicciones indicarían que para la segunda vuelta de este 17 de diciembre la cantidad de gente que irá a votar disminuirá, siguiendo la tendencia de la elección pasada.
La desafección ciudadana para con la política, la crisis de representatividad, la corrupción y el voto voluntario parecen ser factores incidentes en las estadísticas mencionadas. Claudio Fuentes, académico de Ciencia Política UDP, cree que efectivamente existe una relación entre este último factor y la abstención.“Según muestran los estudios comparados, en los países con voto voluntario la gente tiende a votar menos que con voto obligatorio. Cuando en Chile se implementó el voto voluntario, la participación electoral cayó, por lo tanto sí hay evidencia que muestra que el tener voto voluntario baja la participación electoral. Ahora, sobre la posibilidad de un cambio, habría que ver con el nuevo Congreso. Con el anterior no había un consenso político para cambiarlo por el voto obligatorio”.
Mauricio Morales, cientista político de la Universidad de Talca, cree que restituir el voto obligatorio sería una irresponsabilidad en momentos como éste: “sería apagar el fuego con bencina en la práctica. Si hoy lo restituimos lo más probable es que aumenten las chances para candidatos populistas o outsiders. Esto, porque la gente que se sienta obligada a ir a votar sin querer hacerlo, probablemente, se va a incluir por las alternativas menos institucionales, castigando a aquellos candidatos que representan los partidos más tradicionales., En lugar de contribuir, lo que va a generar en el corto plazo es un incremento de la abstención nula y blanca y de opciones menos institucionales”.
Ninguna de las 16 regiones del país alcanzó el 50 por ciento de participación y las regiones que presentaron los menores niveles de participación fueron la de Arica y Parinacota con un 65,5 por ciento de abstención, Aysén con un 64,3 por ciento, Tarapacá con un 63,1 por ciento, y Antofagasta y Magallanes con un 61,4%. Además del factor geográfico, existe un factor socioeconómico que se encuentra en periodo de análisis.
Se estima que los sectores socioeconómicos más altos votan cerca de un 20 por ciento más que los sectores más bajos. Sobre esta misma arista, según Claudio Fuentes, el sesgo de clase “al ver el padrón de votación, uno observa que en los sectores socioeconómicos más bajos la gente vota menos, si estamos hablando de centros urbanos como la Región Metropolitana. En los sectores rurales eso no se da, porque ahí los sectores socioeconómicos más bajos sí van a votar, pero son más chicos, entonces como promedio en los sectores populares tienden a votar menos que los más educados”.
Pero ¿cómo resolverlo? Mauricio Morales da cuenta de la evidencia que existe en torno a fomentar la educación cívica desde temprana edad: “La participación electoral no va a aumentar en el corto plazo, independiente de los niveles de competitividad que tengan las elecciones. Esto no se resuelve exclusivamente con transporte gratuito, porque tenemos en Chile una gran desafección estructural y una pequeña fracción de abstención contingente. Esa abstención contingente es la que puede ser corregida mediante mecanismos de facilitación del voto, pero el abstencionista estructural no va a ir a votar bajo ninguna condición, por lo tanto, la abstención se resuelve en el largo plazo desde la educación cívica en los colegios. Hay evidencia que muestra que las didácticas democráticas experimentadas por niños se van traduciendo en un mayor involucramiento político”.
La abstención nuevamente fue la primera mayoría nacional, muy por encima del 36 por ciento del candidato de Chile Vamos Sebastián Piñera, quien ocupó la primera posición en la primera vuelta presidencial del pasado domingo 19 de noviembre. El panorama para el balotaje podría repetirse: el presidente de la República electo podría llegar, en realidad, en segundo lugar.