“¡Fue un golpazo!”, dice Juan Quintero (Tucumán, 1977) cuando echa atrás la memoria y relata la primera vez que estuvo en Chile. Fue en 2007, con el Aca Seca Trío, en un club Thelonious donde había gente que coreaba sus canciones. No se lo esperaba, recuerda.
Una década después y con otro formato, ya no había demasiado espacio para la sorpresa. El año pasado, cuando Juan Quintero hizo su primer concierto como solista en la capital, una audiencia que copó la Sala Master de Radio Universidad de Chile le insistía e insistía para que no dejara el escenario. Y le pedían canciones: “Estuvo muy lindo. Hubo una complicidad con el público y para mí fue importante también porque estoy en un punto en que si bien vengo tocando hace mucho tiempo, no toco solo tan seguido como pareciera, entonces me siento como un aprendiz a la hora de tocar solo”, explica telefónicamente desde Buenos Aires, con ese hablar pausado que se traspasa a sus canciones.
Este viernes 10 de agosto Juan Quintero se pondrá a prueba otra vez con un concierto en la Sala Master. Podrá sentirse como un aprendiz, pero en realidad tiene un largo recorrido. Criado en un hogar donde la música de raíz folclórica estaba muy presente, cuando entró a la Universidad Nacional de La Plata encontró al pianista Andrés Beeuwsaert y al percusionista Mariano Cantero, con quienes en 1998 fundó el Aca Seca Trío. Este año publicaron su cuarto disco de estudio, Trino, y han girado por países como Brasil, Uruguay, Ecuador, España, Francia, Italia, Estados Unidos y hasta China.
Desde entonces también se ha desdoblado como solista y en diversas alianzas. A Chile vino en varias ocasiones con su dúo junto a Luna Monti, pero también ha compartido con Luis Pescetti, Fernando Tarrés, Edgardo Cardozo, Juan Falú o Jorge Fandermole, entre otros nombres de la música argentina.
Este mismo 2018 acaba de publicar el disco Patio, junto a Andrés Pilar (piano, bombo y voz) y Santiago Segret (voz, bombo y bandoneón), con quienes recrea viejas canciones de la tradición trasandina, a la manera que lo hacían tríos como Martínez-Ledesma-García y Juárez-Quiroga-Ríos.
No obstante, en la Sala Master Juan Quintero estará sin compañía: “Voy con las canciones que puedo hacer solo, que son la mayoría de las mías y algunas que fui aprendiendo de gente allegada o de otras latitudes, canciones que me gustan de distintos lugares. Cuando hago estos conciertos trato de dibujar una historia, de tener un hilo que pueda servir para armar un pequeño recorrido”, explica.
¿Cuál fue el origen de Patio?
Mirá, fue un hermoso comienzo porque arrancó como un grupo de estudio. En algún momento, hace años atrás, me crucé con un músico que se llamaba Eduardo Lagos, que fue uno de esos pianistas, y me mostraba esas músicas que para mí fueron muy novedosas, porque se tocaban en el ‘50 y convivían con la imagen más tradicionalista del folclor argentino. Era una época como muy del arraigo, del poncho, y esto otro tiene una cosa muy orgánica y de juego. Me parece que convivían, de una manera muy natural, la renovación y la tradición. Como nos gustaba, decidimos transcribir esa música y tocarla, pero después nos dieron ganas de seguir y nos dimos cuenta que la gente baila cuando escucha eso.
Este año también sacaste Trino con Aca Seca Trío, ¿qué representa este disco en el recorrido del grupo?
Y bueno, para los Aca Seca los discos vienen a ser como fotos en las que condensamos lo que nos está pasando en un momento, entonces este viene a condensar un momento después de casi 20 años de tocar juntos. En los discos siempre invitábamos a alguien, tenemos la costumbre de compartir con los amigos, pero ahora decidimos centrarnos en el sonido del trío. Lo que se escucha en este disco es lo que sucede cuando estamos tocando en nuestra casa.
Estás constantemente haciendo colaboraciones con otros músicos, como si no te bastara una carrera solista. ¿Qué te ha llevado a establecer esos vínculos?
Bueno, con Luna (Monti) hay un vínculo musical y humano de muchos años, no le diría una colaboración, pero desde que me fui de la facultad, desde el 2001, mi hacer musical es tocar, entonces en un punto asumí que también tiene que ser mi espacio de crecimiento, de estudio. Una de las maneras que encontré es hacer experiencias con gente distinta, que considero referentes y maestros en un punto, y con la que por suerte tenemos la oportunidad de hacer música juntos. Es un espacio de crecimiento. Además de que hay una amistad y un vínculo humano maravilloso, aprendo y me parece que lo podría sostener hasta el fin de mis días, porque es una manera muy hermosa de aprender, a través del cariño, de lo compartido, de los viajes.
Es un intercambio.
Sí, porque no es tan solo la música la que juega ahí, van las vivencias, el bagaje de cada lugar que lleva uno, hay mucho en juego.
Al hablar de tu música se ocupa mucho la palabra “folclor”, pero es un concepto que a veces se entiende de formas muy distintas. ¿Cómo lo asumes tú?
Alguna vez le escuché decir a Hugo Fattoruso que él escuchaba folclores del mundo y me parece que, en ese sentido, el folclor es en principio la expresión propia, porque ahora también hay una cosa muy urbana. Hay un folclor que nos nutría a todos, el de la gente que vive en el campo, por ejemplo, donde la música está muy ligada a la relación con el lugar; personas que quizás en invierno hacen una fiesta para celebrar tal cosa o para juntar a la gente en la cosecha. Ese folclor es de una índole muy práctica, pero termina siendo una expresión de lo que le sucede a las personas en todos los aspectos.
A mí me parece fabuloso que suceda en un vínculo con la naturaleza, pero también sucede de otras maneras a los que somos más urbanos y tenemos relación con otras cosas, que tal vez no son tan sanas o ideales, pero son expresiones al fin y también son necesarias. Creo que es una cosa muy dinámica. Me gustaría pensar el folclor como una expresión necesaria, genuina, de la gente que se expresa. Hago la diferencia también con esas músicas que vienen prefabricadas y tienen un formato radial, de mercado, o las que vienen de la escuela clásica, con unas pautas muy rígidas. Esa es la división que hago.
Quizás por eso tiene sentido que en un concierto toques canciones tuyas, ajenas, algunas más antiguas. ¿Todo se mezcla?
Sí, pero es mi camino. Hay gente que solo toca sus canciones y está todo bien. Primero, yo no tengo tantas canciones. Luego, en mi hacer musical siempre tuve un vínculo muy amoroso con las canciones de otros, realmente las siento propias, me representan y emocionan a la par que mis canciones, entonces no veo una división. Siento que ambas cosas me divierten, me exigen, me representan y me emocionan de igual manera. No hay por qué, en mi caso, hacer una división entre lo propio y lo ajeno.
Al mismo tiempo, es como revivir el espíritu de tocar en casa o en ruedas de cantores, donde todos hacen música y escuchan. Se diluye la división entre público y artista.
Esa es una cosa que me está resonando particularmente en estos tiempos.
¿Por qué ahora?
No sé. Por un lado, me parece que me pega este momento de tanta división a nivel político. Estamos como todos muy crispados, con razón, porque hay cosas que nos dividen acá en Argentina y seguro que allá también, pero hay otras cosas que nos vienen heredadas, nos dividen hace tiempo y no son naturales. Yo siento que en el hacer humano no hay unos que se expresen y otros que solo escuchen. La música, la danza, el decir, el expresarse, es un patrimonio de todos. Algunos lo hacen con mayor maestría y por eso está la división de los músicos que nos dedicamos exclusivamente a esto, pero el escenario como que anula. Hay veces en que se puede cantar todos juntos, cuando es espontáneo, porque tampoco creo en esa cosa de los festivales, “¡ahora canten, ahora muevan los brazos!”. Si sale naturalmente, es lo mejor que puede pasar.
Este año también me vino muy fuerte esa canción de Violeta Parra, los “Cantores que reflexionan”, que habla con mucha profundidad sobre eso. A veces al artista se le da un estatus que es totalmente ficticio, antinatural. Está bien, en ese momento el artista es el que lleva la ceremonia, pero tiene que ser una cosa de todos. Si no, me parece que no sirve.
El regreso
Juan Quintero se presentará a las 20:30 horas de este viernes 10 de agosto en la Sala Master de Radio Universidad de Chile (Miguel Claro 509, Providencia). Las entradas tienen un valor de 14 mil pesos y se pueden adquirir en trasandinaproducciones@gmail.com.