Este jueves, Nicolás Maduro asumirá, por un nuevo período, el mandato de Venezuela en medio de críticas y presiones internacionales. El Grupo de Lima -del que Chile participa- ha decidido no reconocer este nuevo periodo del presidente venezolano, generando una situación extraordinariamente compleja y sin precedentes. En entrevista con Diario y Radio Universidad de Chile, el académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile y doctor en Estudios Latinoamericanos, Gilberto Aranda, explicó la tensionada coyuntura que la crisis venezolana ha generado en la región.
¿Cómo nace este Grupo de Lima?
El Grupo de Lima, que fue creado para ver el caso específico de Venezuela, es un grupo que se articuló con la presencia de Chile, para pasar del diálogo a algún tipo de sanciones de corte moral y ahora económicas.
El tema de Venezuela fue tema de debate en la Organización de Estados Americanos (OEA), sin embargo, no se llegó al fuero que pudo resolver el problema. A propósito de eso nace el Grupo de Lima, que intenta subir un escalón y pasar a sanciones declaratorias mucho más fuertes y de otro tipo para Venezuela dentro de la comunidad.
¿A qué responde la declaración del Grupo de Lima no reconociendo el nuevo mandato de Nicolás Maduro?
Hasta el año 2016, podía gustarnos o no gustarnos el chavismo y el madurismo, pero aún así reunían las condiciones mínimas de una democracia. Una democracia de tipo mayoritaria y con elementos populistas. Pero a partir de 2017 comienza a convertirse en un híbrido, que está transformándose en un tipo de gobierno autoritario y dictatorial. Particularmente después del camino de los últimos dos años.
Así, la última elección no reúne las características esenciales de transparencia, libertad e igualdad de condiciones para los candidatos. Por lo tanto se trata de una elección bastante manipulada y digitada desde el poder. Ya no es democráticamente puro, es al menos un híbrido, con serias inclinaciones dictatoriales.
¿Qué consecuencias podría traer a nivel internacional el no reconocimiento de este nuevo mandato de Maduro?
Son consecuencias bien graves que de alguna manera pueden tener un impacto mayor, que están tensionando y quebrando el modus vivendi regional. Pero, incluso, el Grupo de Lima está presionado desde varias esferas y de alguna manera es la salida subrepticia, la del quiebre institucional, la que está empezando a ganar fuerza. Esta es, básicamente, la que no desdeña Estados Unidos y que podría ser eventualmente secundada por Colombia y por qué no decirlo, el Brasil de Bolsonaro.
Aparte de decir que no reconocerán el nuevo gobierno -que es una sanción importante de índole diplomático- y de alguna propuesta de avanzar hacia sanciones económicas, hay países como el gobierno de Brasil que están apostando a que ésta es la última oportunidad. Al decir eso, de alguna manera se colocan en la lógica de Washington.
¿Esta declaración del Grupo de Lima sería el ultimátum definitivo?
Este puede ser el ultimatum más cerrado y categórico que tiene el caso. Por lo tanto, si no se toma nota de esta declaración, no descartaría que algunos de los actores externos, los más cercanos estratégicamente y Estados Unidos, empiecen a apostar por respaldar otro tipo de vías.
Al mismo tiempo Maduro incrementa la tensión al aceptar todo tipo de asistencia militar rusa, que es también como un seguro. Está adquiriendo un seguro, entonces estamos avanzando hacia una especie de Guerra Fría en la región. La región se está quebrando. El grado de tensionamiento amenaza con quebrar y ahí aparecen bandos antagónicos.
¿Cómo estarían configurados estos bandos?
Sin contar Estados Unidos, los países de la región que pueden ir asumiendo un protagonismo en las posturas más exacerbadas en contra de Venezuela y a favor de diversos tipos de caminos, son Brasil y Colombia. Perú y Chile han sido partidarios de la vía diplomática pero de mayor sanción. Están diciendo que si se asume el jueves Maduro, se acaban las relaciones. Esto es delicado. Ni Perú ni Chile van a alentar ningún tipo de quiebre, pero ciertamente que sube el nivel de tensión.
Venezuela en la subregión se está quedando sola. Más bien sus apuestas las está haciendo con otros países, extra regionales. Se está apostando a la influencia económica China, que es enorme, y también está apostando a un seguro que, entrecomillas, ha contratado con los rusos. Entonces el problema venezolano está en una fase germinal de internacionalización.
¿Crees que esto podría escalar hacia algún tipo de intervención?
Al respecto quiero ser bien claro. La intervención directa de tropas externas, de Estados Unidos, yo lo veo muy poco probable. Pero eso no quita de que pueda haber un involucramiento a través de presionar al liderazgo militar para tener un golpe de Estado o incluso de facilitar algún tipo de operación que permita el derrocamiento violento o magnicidio para cambiar al régimen.
Yo creo que en Sudamérica es poco probable que se consienta por parte de la comunidad subregional sudamericana, este tipo de intervención. Desde luego significaría que todos se pongan en contra de la intervención y, probablemente, sería un elemento absolutamente descreditor el respaldar esa intervención externa.
Entonces, ¿cómo se soluciona este problema?
Cualquier tipo de derrocamiento por la fuerza es siempre el peor de los caminos y siempre es peor que lo que lo causó. La mejor de las salidas siempre es la negociación y el diálogo entre las fuerzas internas, pero respaldado y garantizado por actores externos. Pero en este caso puede ser muy complejo porque no hay confianza en los actores.
Tendría que existir la voluntad del oficialismo madurista, a una transición en donde probablemente compartiera el poder con la oposición y ceder algunos espacios. Una transición temporal cediendo espacios, garantizando un cronograma de elecciones libres, transparentes y sin vetos a miembros de la oposición. Pero en este momento lo veo muy poco probable, por eso es que la situación está extraordinariamente tensionada.