En junio pasado, cuando la Asamblea de Mujeres entregó su petitorio en la Casa Central de la Universidad de Chile, lo hizo con música: una orquesta y un coro conformado exclusivamente por mujeres se presentó justo antes que se entregara el documento que reunía las demandas del movimiento feminista que había agitado distintas facultades durante las semanas anteriores.
En el podio estaba Ninoska Medel (Santiago, 1992), quien este jueves volverá al mismo lugar para conducir otra vez a la orquesta. A partir del mediodía se realizará la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, en la víspera de la huelga feminista programada para el 8 de marzo, y la Orquesta de Mujeres de Chile (OMCH) hará una nueva presentación, junto al Coro de Mujeres que dirige Valentina Moreno.
“Mirando para atrás, era como un sueño que yo tenía hace muchos años. No lo puedo creer”, dice Ninoska Medel, un día después del ensayo que ambas agrupaciones tuvieron para preparar las tres piezas que deben interpretar: dos arreglos orquestales de Violeta Parra (“Gracias a la vida” y “Arauco tiene una pena”), además de una adaptación para una pieza tradicional mapuche, “Ayuntuluwun”.
“Para nuestro primer concierto fueron alrededor de 40 ó 50 mujeres, entre orquesta y coro, y ahora vamos casi el doble. Es tremendo mirar para atrás y ver todo lo que se ha logrado en un semestre. De verdad me emociona. No le había tomado el peso”, explica.
La OMCH ha marcado los últimos seis meses de Ninoska Medel, ex violinista de la Orquesta Juvenil de Pudahuel, licenciada en Teoría de la Música de la Universidad de Chile y actual alumna de magíster en la misma facultad. Esos estudios los compatibiliza con la dirección de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Aysén, donde conduce a músicos que tienen entre 12 y 18 años, y con su nuevo compromiso: “Con la OMCH tocamos piezas que tengan que ver con temas de género. Hemos tocado parte de la suite Carmen, una ópera que es un femicidio. Vamos agregando repertorio, pero tratamos de buscarle un sentido. Darle un sentido al arte, eso es fundamental”, dice sobre el elenco. “Si ya ver una orquesta de mujeres es muy fuerte, un acto artístico y político tremendo, verla con un coro siempre va a ser impactante”.
¿Cómo funciona la orquesta? ¿Se autoconvocan para hacer los conciertos?
Así lo hicimos el año pasado, pero este año queremos establecernos y ya tenemos un horario fijo para ensayar. Nuestras aspiraciones cambiaron y el training va a ser diferente. Hemos recibido muchas invitaciones y hay mucho interés por escuchar y ver a esta orquesta. Se quiere ver si esto acaso es real. Es algo muy llamativo, es especial y es histórico.
¿Quiénes conforman la orquesta?
Tenemos de todo. Desde intérpretes profesionales hasta niñas que llevan un par de años en orquestas juveniles. Son todas bienvenidas. La más joven tiene 13 años, es una niña que toca el violín y viene con su hermana, y la mayor bordea los 60 años. Tenemos gente de otras carreras, como una chica que toca chelo y estudia medicina. También hay una coordinación de la orquesta, con gente que se preocupa de la producción, del sonido, de las redes sociales. Es algo que está tomando forma.
¿Cómo recuerdas esa primera presentación de junio?
Se me sale el corazón. Sabíamos que la gente venía enardecida, pero fue como… no sé, así se deben sentir los rockeros. Antes que saliéramos a instalar, las chicas estaban gritando. Yo nunca había tenido un público de esas características, todas por la misma causa. Lo que más guardo es la energía de ese lugar, ese fervor. Fue único.
¿Y la segunda vez?
Fue en el Encuentro Plurinacional de Mujeres que Luchan, en el Aula Magna de la Universidad de Santiago. Las chicas también venían enfervorizadas, pero a escuchar un concierto, fue distinto. La primera vez éramos parte de la entrega del petitorio, que también fue algo histórico.
Otra cosa que destacamos de nuestra orquesta es que son mujeres de todas las casas de estudio, fue una muestra de unión. Si la música históricamente nos une y se utiliza o mal utiliza para unir a la gente, en este caso la OMCH musicaliza y unifica esos espacios de lucha de las mujeres. Eso es tremendo, yo no lo había vivido.
¿Qué te gustaría que pasara con la OMCH este año?
Que terminemos 2019 con un elenco estable, con chicas que estén comprometidas y tengan disponibilidad. Que se nos repitan las caras, para avanzar. La idea es ver más repertorio. Nuestra política es hacer las cosas muy bien, entonces no tiene sentido tocar y ensayar lo que se pueda, así no más, por más que la causa lo valga.
Ahora hay una responsabilidad.
Exacto, una responsabilidad artística y política muy grande. Ya se sabe que existe la OMCH y hay que hacerse cargo de eso. También nosotras nos tenemos que hacer cargo de las mismas chicas que participan en la orquesta y el coro. Por eso vamos a tener unas jornadas de autoformación feminista, para brindarles conocimiento y que entiendan por qué hacemos esto. No tendría sentido que yo empiece un ensayo con un discurso sobre la sororidad y haya niñas que no sepan qué significa eso. Obviamente, la primera bandera es hacer música y hacerla bien, pero no podemos ser indiferentes a lo que está pasando. Por eso no aceptamos nada para el 8 de marzo, porque ese día estamos en huelga y vamos a salir a marchar.
Tu maestro ha sido David del Pino, ¿por qué ha sido tan importante para ti?
Lo perseguí como dos años, porque él había formado a mi primer director, Víctor Hugo Toro, que me dijo que lo buscara. Fui tan insistente, que me tomó una prueba y hasta hoy sigo tomando clases esporádicas con él. Fue como mi pregrado de dirección. Me tomó casi desde cero y me enseñó a ver más allá de lo que está escrito. Me aconsejaba sobre cómo pedir las cosas a los músicos, cómo tratarlos. Eso es súper importante. El resto es tener buena técnica, saberse la partitura, los conocimientos musicales.
¿Qué estilo de dirección te atrae?
Me gusta lo que sucede ahora, en que los directores son más aterrizados, el trato es casi a la par, con mucho respeto.
¿Tienes algún referente?
Ligia Amadio. Estuve con ella el año pasado, cuando vino a dirigir a la Orquesta Sinfónica, y estuvo con la coordinación de la OMCH. Fue la primera mujer que supe que era directora, a ella me la nombraron cuando era chica, entonces fue tremendo cuando la conocí. Fue muy honesta y abierta, nos contó su historia y a ella le ha costado mucho. Ha abierto muchas puertas y si no existiera ella, muchas no estaríamos.
También me gusta mucho Alejandra Urrutia, que está haciendo una carrera muy buena. La primera vez que tuve una clase con una directora fue con ella y quizás no se notó, pero aprendí un montón.
¿Cuál es el principal obstáculo para que haya más mujeres directoras?
Los prejuicios, el machismo interno. Puede que digan que no son machistas, pero a los músicos les incomoda y se les nota. Les incomoda que haya una presencia femenina en el podio, porque no están acostumbrados. Faltan muchos años para que cambie la percepción de que el director tiene que tener pelo corto, algunas canas y smoking. ¿Has visto alguna vez un director de raza negra?
En vivo, nunca.
Y te van a decir que hay pocos. De las mujeres te van a decir lo mismo, pero hay. Lo que pasa es que las oportunidades son pocas y el juicio es muy grande. Si fallas una vez, quedaste como mala directora. Un director hombre tiene más derecho a fallar.
Es algo que ha cambiado un poco porque empezamos a aparecer, a hacer ruido, pero aún así molesta que haya mujeres. Nosotras en la OMCH lo tenemos claro: si fallamos musicalmente, nos va a llegar el juicio, no les va a importar que tengamos niñas o gente que no es profesional. Es así, pero queremos cambiarlo.