“Estela: cuando se vaya Ud., sólo llevará estos papeles míos. Si no los quema, guárdelos bien. Que no los vean ojos extraños. Con Ud. soy absolutamente verdadero; a nadie más diría estas cosas tan íntimas y tan sin sentido. Ojalá que un día pueda volver a leerlas y decir: ‘Hubo allá lejos, en un pueblo gris, un muchacho que me quiso mucho y que aún sufre por mí’. Es todo lo que exijo, Estela, todo lo que pido a cambio de este amor que durará para siempre”.
Este fragmento forma parte de una sentida carta que escribió Óscar Castro para uno de sus más fervientes amores: Estela Sepúlveda, una joven santiaguina de 17 años, con quien mantuvo una extensa correspondencia, entre diciembre de 1932 y octubre de 1933.
Por más de 90 años estas cartas se mantuvieron en secreto, sin embargo, en 2018, Roberto Sepúlveda, hermano de Estela, llegó hasta la Municipalidad de Rancagua para ceder el tesoro familiar. Hoy, sin embargo, este epistolario amoroso es difundido en Óscar Castro. Cartas inéditas, publicación de Ediciones UC.
“Este volumen de cartas es bien interesante. Ya había un volumen de cartas de Óscar Castró publicadas por su mujer, Ernestina Zúñiga, quien se hacía llamar Isolda Pradel. Ella publicó cartas entre ellos y eso era lo que se conocía en términos del epistolario. De forma que estas cartas, son de gran novedad”, sostiene Patricio Lizama, decano de la Facultad de Letras de la Universidad Católica y quien, además, escribió el prólogo de la publicación.
Este libro también da cuenta de una dimensión íntima del artista, donde Estela se transforma en musa y guardiana de los afanes literarios y laborales de Castro: “En diez minutos más tengo que ir como delegado del círculo a la Intendencia, luego a la Escuela 2, más tarde a la sesión de honor. ¡Trajines y trajines! Pero la amo Estela (…). Todo esto debe servir seguramente para apresurar mi traslado a Santiago, cerca de Ud. y cumplir así el gran anhelo de mi vida”, puede leerse en una de las misivas.
Óscar Castro. Cartas inéditas también transita por diferentes espacios como la plaza, la biblioteca y el teatro, los que figuran como puntos de encuentro para el escritor y Sepúlveda. Del mismo modo, el epistolario se desarrolla de forma cronológica, lo que da cuenta de las distintas fases de esta relación sostenida a través de la correspondencia: en ella está el anhelo por los primeros encuentros, el enamoramiento del autor, pero también su desdicha al no ser correspondido, plenamente.
“Asumamos que, en este momento, Óscar Castro tiene sólo 22 años y es un joven de provincia. Por su parte, Estela va a Rancagua y allí se conocen, en verano, y, por lo tanto, es una relación amorosa, de esa época, de los años treinta, es decir, una relación amorosa que es cercana, pero también muy lejana”, comenta Lizama.
“Eso también marca un poco el tipo de relación, que es una relación de atracción fuerte, pero también de respeto a los códigos de la época, por lo tanto, no supone ningún contacto físico mayor, entonces, eso igual llama la atención, es singular y cuando Estela regresa a Santiago, es curioso, porque Óscar Castro escribe varias veces comentándole que va a ir a visitarla, que la quiere ver, pero nunca puede concretarlo”, dice el académico.
Finalmente, el texto concluye con siete poemas que dan cuenta de cómo Estela se transformó en motivo de inspiración para el autor de Rancagua. “Para Castro, Estela es una figura compleja. Ella le dice que no cree en el amor que le profesa, que necesita pruebas para constatarlo. De modo que desde ahí aparece una singularidad: esa misma distancia hace que Óscar la configure como una mujer no sólo de una gran bondad, sino que la eleva y la sacraliza. La deja en un espacio casi mítico y desde ahí la desmaterializa”, explica.
“Estela, es algo inalcanzable para Óscar y él busca, acercarla, alcanzarla, escribiéndole”, comenta.
Cuando el epistolario llegó a la Municipalidad de Rancagua, de inmediato se organizó una exposición para revelar el material. En ese contexto, Roberto Sepúlveda comentó que la relación entre Estela y Óscar nunca se concretó, pese a ello, sostuvo que las misivas siempre fueron conservadas por su hermana, quien, al momento de su muerte, incluso solicitó que las colocaran en su féretro.
“Se lo pidió a una sobrina, pero afortunadamente la idea pasó al olvido y todo quedó en su dormitorio. Cuando las encontré, pensé que debían estar en Rancagua. Hace diez años viajamos hasta acá, vinimos al cementerio a ver a unos familiares, y también al mausoleo de Óscar Castro. Ella se inclinó, rezó y le dejó flores”, recordó entonces Sepúlveda.
En esa línea, se espera que este nuevo volumen de Ediciones UC sea presentado en Rancagua. La fecha aún está por confirmarse.
Óscar Castro nació en 1910 en Rancagua. Sus primeros textos datan de 1926, sin embargo, su trabajo alcanzó mayor notoriedad en 1933 cuando ganó un concurso poético organizado por el Círculo de Periodistas de la zona. Castro también fue un simpatizante activo del Frente Popular, desde donde convocó a las clases populares. No obstante, afectado por la tuberculosis y en medio de una compleja situación económica, falleció en 1947.