El 14 de noviembre comenzó a circular, en redes sociales, una convocatoria para participar en un inusual proyecto proveniente de Concepción: el objetivo era crear una gran obra textil para visibilizar las violaciones a los derechos humanos registradas durante las manifestaciones.
Así, la invitación efectuada por la bordadora Lilian Urzúa y la ilustradora María Ignacia Jerez señalaba: “La idea es que la comunidad bordadora chilena se una y hagamos un homenaje a todos los que han perdido la vista durante estas semanas”.
Con los días, el proyecto, que se denominó Borda sus Ojos, superó cualquier expectativa, sumando retazos de tela de distintas localidades, así como de países como Argentina, Brasil y Estados Unidos.
Finalmente, el llamado permitió crear un lienzo de casi siete metros de largo y con 875 ojos bordados. Más tarde, la intervención recorrió las calles de Concepción e incluso el sector de Plaza Baquedano, hasta trasladarse al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, donde hoy es exhibido.
Para Lilian Urzúa, una de las fundadoras del proyecto, la respuesta de la ciudadanía fue sorpresiva, sobre todo, porque la idea surgió sin mayores ambiciones.
De acuerdo a ello, sostuvo que los retazos incluidos en la obra son diversos en técnicas y mensajes: “Lo único que pedimos fue que las obras tuvieran relación con los ojos o que fueran ojos”.
“Entonces, había unos que decían ‘Paz’, pero otros decían: ‘No queremos paz sin justicia’, así de libre fue. También se les daba las gracias a quienes sufrieron de lesiones o pérdidas. Hubo algunas sin texto, pero la mayoría eran ojos sangrando o siendo disparados. No quisimos dejar afuera ninguna obra, porque todos estábamos bajo la bandera del homenaje y el dolor que sentíamos”, añade.
Según Lilian Urzúa, el bordado es un medio de comunicación que surge como un rito: su ejercicio permite desencadenar diversas emociones, las que a su vez permiten concebir una obra única.
“Cuando uno borda, se desprende del mundo y de la rabia”, afirma. “Además, hay una tradición bordadora. Pensemos en Violeta Parra y sus arpilleras. Ahí parte la visibilización porque, en esa época, todo para las mujeres era bordar y cocinar”, comenta.
Para la investigadora Claudia Chamorro, antropóloga y jefa de museografía y diseño del Museo de la Memoria, el proyecto está fuertemente vinculado a una tradición de denuncia de derechos humanos.
“El trabajo que coordinaron estas dos mujeres continúa el legado de las arpilleras que se hacían en dictadura. Ese era un trabajo colaborativo de bordados y tenía una función similar de denuncia, demanda y de visibilización de las víctimas. Entonces, en ese sentido, hay una relación súper directa con el trabajo de las arpilleras, que es un objeto emblemático que exhibimos como Museo”, dice.
“Por otro lado, su trabajo es súper interesante, porque surge desde la ciudadanía y lo que hace el Museo es básicamente acogerlo y facilitar un espacio (…). También es importante que sean de regiones”, añade.
El lienzo será exhibido hasta mediados de enero en el Museo de la Memoria y los Humanos. Luego, según comentó Lilian Urzúa, el objetivo es que la obra sea presentada en distintos espacios culturales del país. Esto, con el objetivo de concientizar respecto de las vulneraciones a los derechos humanos.