Annegret Kramp-Karrenbauer, más conocida como AKK, no consigue controlar a sus tropas. Desautorizada tras la crisis en Turingia, la actual ministra de Defensa y presidenta de la CDU desde diciembre de 2018, cuando triunfó la linea centrista del partido, anunció este lunes que “no tiene el objetivo de ser candidata a la cancillería alemana”. Renuncia pues a suceder a Merkel y también en los próximos meses dejará la presidencia del partido.
AKK justifica su decisión porque “una parte de la CDU tiene una relación poco clara con AfD”. Para el politólogo Günter Maihold, profesor en el Instituto alemán de Estudios Internacionales y de seguridad en Berlín, estamos ante una crisis mayor del partido. “El caso de Turingia ha demostrado que su partido está dispuesto a entrar en alianza ligera con este partido de extrema derecha lo cual contradice las decisiones que ha tomado el partido en su último congreso”, afirma Maihold.
“AKK habló con los dirigentes democristianos de este estado con la posición de que debían celebrarse nuevas elecciones, sin embargo, este grupo no se mostró dispuesto a seguirle por lo que ha quedado considerablemente debilitada”, explica el politólogo.
La desorientada línea sucesoria de Merkel
Con AKK fuera de juego, se abre un nuevo abanico de posibilidades para suceder a Angela Merkel de aquí a finales de 2021. Podría definirse este mismo verano. Y ya suena un nombre más que otro. Se trata de Friedrich Merz, gran rival de AKK y de Merkel.
“Con la renuncia de Kramp-Karrenbauer estamos ante el fracaso de Angela Merkel de poder manejar realmente su sucesión. Ahora queda en manos del partido. Merz es un candidato muy cercano a los intereses del empresariado y con un discurso más a la derecha, lo cual puede generarle apoyos, pero hay otros candidatos posibles como el primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet o el actual ministro de salud (Jens Spahn)”, analiza Günter Maihold.
Turingia: un antes y un después
Con poco más de dos millones de habitantes, este estado del centro de Alemania provocó un seísmo político la semana pasada. El liberal Thomas Kemmerich, de 54 años, recibió el apoyo del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) y de la mayoría de los miembros del partido conservador, CDU de Angela Merkel.
Era la primera vez en la historia de Alemania, después de la segunda guerra mundial, que un presidente era elegido gracias a los votos de la extrema derecha. Hasta entonces se había respetado el cordón sanitario a los fascistas, esto es, no pactar con ellos.
El comportamiento de los conservadores locales en un país con el pasado nazi como es Alemania sentó fatal a la dirección nacional. La canciller llamó a nuevas elecciones después de que los socialistas amenazaran con abandonar la coalición de gobierno y 24 horas después Thomas Kemmerich renunciaba. Pero la brecha ya estaba abierta y la onda expansiva de este terremoto se ha llevado por delante la estrategia de Merkel, en el poder desde 2005, para atar su sucesión al frente del partido y al frente de Alemania.