En conversación con la primera edición de Radioanálisis, el Premio Nacional de Historia 2016 y académico de la Universidad de Santiago de Chile, Julio Pinto, se refirió a la polémica surgida luego de las afirmaciones falsas hechas por la senadora UDI Ena Von Baer, respecto de la eliminación de los símbolos patrios por parte de la Convención Constitucional.
Consultado por los periodistas Juanita Rojas y Claudio Medrano al respecto, el historiador sostuvo que “estamos frente a un fenómeno bien complejo donde se mezclan cuestiones de orden simbólico, histórico y político en una combinación altamente eléctrica porque son asuntos que provocan reacciones muy viscerales y que tienen que ver con la imagen que se tiene de la nación o de la patria a la cual uno pertenece”.
En esa línea, el profesor Julio Pinto agregó que “este es un discurso que siempre la derecha ha querido monopolizar. Un poco arrogarse la condición de protectores de los valores y los símbolos patrios y lo que vemos en las declaraciones de la senadora Von Baer es precisamente eso”.
Respecto de cuál es el interés de la derecha por relevar este tema, el Premio Nacional de Historia explicó que “el nacionalismo supone que hay, por encima de todas las diferencias, una unidad fundamental que vendría a ser esta “gran familia chilena” y eso hay que cautelarlo a toda costa. Entonces, es una forma de disimular, maquillar esas diferencias, no asumirlas como son y de bajarle el perfil”.
Por lo mismo, el académico de la USACH añade que “el patriotismo es un sentimiento que tiene una potencia muy notable a todo nivel y es bastante transversal. Estamos hablando de un sentimiento que no reconoce fronteras sociales ni territoriales muy nítidas, entonces, también la derecha apela a un discurso que puede resultar muy convenientes desde el punto de vista electoral y político”.
De todas formas, el historiador enfatiza en el punto de que “lo que hemos visto desde el 18 de octubre es una suerte de interrogación respecto de qué significa ser chileno o chilena. Lo hemos visto en las marchas cuando se enarbola la bandera mapuche, quizás con más profusión que la bandera chilena, lo vemos cuando se atacan algunos símbolos convencionales de lo que sería el patriotismo como algunas estatuas, entonces, efectivamente hay una demanda de interrogarnos sobre qué es lo que significa ser parte de este país qué debe implicar eso”.
Siguiendo ese punto, el profesor Julio Pinto plantea que “ya que el sentimiento está y la demanda está, en este momento donde estamos redefiniendo nuestra convivencia futura, podría ser interesante hacernos esa pregunta y abrir el debate respecto de qué significa ser parte de este país, qué derechos y qué deberes implica y cómo cruzamos esa definición con las divisiones y las desigualdades reales que nos atraviesan”.
Sobre el valor que se da a este tipo de símbolos dentro de la sociedad, el Premio Nacional de Historia afirmó que “hay una especie de necesidad antropológica de reconocerse en ciertos símbolos, que en el fondo es reconocerse como parte de un grupo, de una comunidad y como somos una especie social, no solo nos gusta sino que necesitamos sentirnos parte de una comunidad”.
En ese sentido, el académico añade que “todo esto apela al elemento más subjetivo que tenemos como personas de que no nos asociamos a una causa o a una comunidad solo por cálculos o pensamientos racionales, sino que también por sentimientos. Pero claro, los símbolos son creaciones humanas que surgen en un momento determinado para fortalecer ese sentido de pertenencia, pero como las mismas comunidades van cambiando, los símbolos también cambian”.
Al respecto, Julio Pinto puntualiza en que “me llama la atención que en los últimos dos años o más, en las marchas o concentraciones prácticamente no se ven las banderas de los partidos políticos, algo que antes era omnipresente. Lo que se ve ahora es una transición desde ese tipo de identificación a otros tipos y así han aparecido símbolos muy curiosos como disfraces de dinosaurios, la Tía Pikachú o el Negro Matapacos”.
Finalmente, el académico de la USACH sostiene que “hoy lo que se está levantando como una demanda transversal es el reconocimiento y el respeto a la diversidad, entonces la pregunta que podrían hacerse las generaciones más jóvenes es si hay una sola bandera que efectivamente nos identifique a todos como unidad nacional, es una pregunta que uno se podría hacer”.
De todas formas, el Premio Nacional de Historia sostiene que “la complejidad es que estos símbolos, precisamente por su antigüedad o por este carácter un poco sacro que tienen, provocan reacciones que no son racionales, no son intelectuales, sino que son viscerales, entonces cuando se dice ‘vamos a cambiar la bandera’ hay una reacción defensiva y un poco agresiva, entonces, una discusión de estas características, respecto de revisar nuestros símbolos ancestrales, no va a ser una discusión que se lleve de manera muy serena y se presta para que ciertos grupos que se arrogan la propiedad de estos símbolos los utilicen para desacreditar a quienes podrían levantar estas interrogantes”.