El padre de Celeste Rojas Mugica, Luis, fue un activo participante de la resistencia en contra de la dictadura de Augusto Pinochet, época en que tuvo que inventarse una identidad falsa y puso a disposición de la causa sus dotes como fotógrafo.
La cineasta chileno-argentina reconstruye parte de esa historia en “Una sombra oscilante”, documental que ganó el premio a la Mejor Película Chilena en el Festival Internacional de Cine de Valdivia y que en noviembre será exhibida en el Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOCS).
En conversación con Radio y Diario Universidad de Chile, Rojas Mugica reveló que el detonante del proyecto -que primero fue una instalación de arte, luego un libro y ahora una película- fueron una serie de negativos que sus padres pasearon por las distintas casas en las que vivió durante la infancia.
“Estas bolsas, con los negativos como en mal estado porque no estaban conservados como se debería, volvían a aparecer y en paralelo, yo iba aprendiendo a revelar y hacer fotos con mi papá. En algunas de esas casas incluso tuvimos pequeños bañitos donde construíamos de forma rudimentaria una especie de laboratorio, cuarto oscuro, entonces, la relación con la fotografía fue lo que despertó mi interés por todo este universo”, dijo.
Para Rojas Mugica el archivo de su padre además tenía el atractivo de que retrataba una era previa a su llegada al mundo. La cineasta nació en 1987, poco después de que su madre, argentina, y su padre, chileno, llegaran a vivir a nuestro país, tras años de exilio en Ecuador. Al regreso, su papá también dejó de sacar fotografías.
“Él aprendió a hacer fotos en los años de la Unidad Popular o un poco antes, cuando estaba estudiando en el liceo y ya para cuando viene el golpe, mi papá era una persona que sabía de fotografía y de revelado, entonces pasa también a ponerse al servicio a través de estas labores. Le tocó registrar muchas cosas. La fotografía se utilizaba a través de distintas técnicas para documentos, para manuales, para poder transmitir información en pequeños micro films que se revelaban y se pasaban. Para él, la fotografía no era para nada un arte o un medio expresivo, sino un instrumento para su movimiento y su militancia. Entonces, cuando él deja de militar, también deja de hacer fotos”, contó.
Otro elemento que le llamaba la atención y que la terminó llevando a grabar “Una sombra oscilante”, fue descubrir las fotos que no eran parte del archivo. Por ejemplo, retratos de los compañeros de militancia de su padre, que él no conservó para no correr riesgos.
“Las imágenes más relevantes para él no existen porque por medidas de seguridad hubo que hacerlas desaparecer. Este archivo es como algo residual y periférico de un archivo que podría haber sido otra cosa. Entonces, desde siempre, incluso antes de digitalizar estas imágenes, él me hablaba no tanto de las que están, sino que de la idea de aquellas que no están. Eso para mí, a medida que yo fue creciendo, se fue volviendo más significativo”, afirmó.
“Mi relación con el cine siempre fue en diagonal”
“Una sombra oscilante” no es un documental que ocupe formas tradicionales. Muchas veces, la conversación entre padre e hija que se mantiene durante toda la película no es acompañada de imágenes literales que representen lo que ellos van diciendo y pese a ser un documental sobre el pasado de nuestro país, no utiliza imágenes de archivo, más que las fotografías que sacó el propio Luis.
De acuerdo a Rojas Mugica, esta manera de contar tiene que ver con su formación. Es artista visual y recién estudió cine de manera formal cuando la película ya estaba bien encaminada.
“Mi relación con el cine siempre fue como en diagonal, mucho más movilizada por la intuición y por las ganas, que por el rigor de un aprendizaje específico. Esta forma que tiene esta película, está sin duda anclada a otros modos de relacionarse con las imágenes, con los materiales, que tienen que ver con otros intereses que provienen más de la fotografía y de las artes visuales”, detalló.
Detrás de su decisiones también estuvo el interés de la directora por un cine de “formas más periféricas, más en los bordes, en los límites de la relación con el documento, pero también la puesta en escena y la ficción. Hay muchos cines y el que a mí más me atrae es el que está como en esos márgenes y disputando los límites de esas posibilidades”.
“Personas como mi padre tienen mucho temor de decir lo que hicieron”
El documental se adentra en las experiencias y también en la psicología de Luis, específicamente, en los desafíos de vivir en una simulación. Para resguardar su vida, el padre de Celeste tiene que interpretar el papel de un fotógrafo profesional que ha viajado por el mundo y llega a meterse tanto en su rol, que ya no puede distinguir entre los viajes que realmente ha hecho y los inventados.
Consultada sobre las consecuencias que ha tenido para su padre el haber vivido en la clandestinidad, Rojas Mugica apuntó a lo diferente que sería todo si nuestro país reconociera a los que resistieron la violencia de la dictadura.
“Hay una falta de reconocimiento a las militancias revolucionarias o a los movimientos que resistieron a la dictadura. No se valoran esas formas de lucha, no han sido reivindicadas y no ha habido una revisión histórica que valore todo eso y que además juzgue cómo corresponde a los responsables de la violencia institucional. Eso genera, siento yo, viniendo de esta familia y de un entorno donde percibo que esto se replica, un estado de las cosas un tanto de esquizofrenia, porque las personas como mi padre, tienen mucho temor de decir lo que hicieron abiertamente. Sus vidas ya no corren peligro pero sí sus subjetividades”, explicó.
La cineasta lo comparó con la situación de Argentina, donde sí hubo un juicio contra la junta militar apenas terminó la dictadura y se han hecho importantes esfuerzos por preservar la memoria histórica.
“Si un país no juzga y los responsables de los crímenes de lesa humanidad siguen libres en las calles, ¿cómo aquellas personas que fueron víctimas o sobrevivientes de ellos podrían estar tranquilos hoy y dispuestos a reconocer sus propias luchas? En Argentina las personas tienen otros tratamientos con sus propias historias. La forma en que enuncian, dicen, la forma en la que se enorgullecen de la resistencia que sostuvieron, es muy diferente. Entonces, yo creo que esa cuestión que mi padre aprendió, en un momento muy específico donde tenía que ocultarse y que es algo que se vuelve como parte constitutiva de tu personalidad, luego no pudo desarmarla porque no hubo lugar para que fuera de otra manera”, reflexionó.