La película muestra entrevistas en donde Manuel Guerrero de 6 años explica en húngaro lo que significa ser exiliado y las persecuciones de las que fue testigo, y luego a los 15 cuenta el momento en que se enteró del asesinato de su padre y describe con detalle el estado en que se encontró su cuerpo. Estos momentos permiten entender por qué el joven Manuel Guerrero estaba listo para transformarse en un soldado que resistiera con violencia la violencia ejercida sobre él y su familia, lo potente del documental es que el Manuel Guerrero de la actualidad explica cómo fue que eso no sucedió, y cuál fue el camino para transformarse en un hombre que, sin hacerle el quite al dolor y consciente de su historia, ha logrado hacer vida desde el amor.
Como viene sucediendo hace un buen tiempo ya, para mí lo más relevante de la producción cinematográfica del año estuvo en los documentales. “El Botón de Nacar” de Patricio Guzmán es, para muchos, de las películas más hermosas que se han filmado en Chile. En mi opinión las películas más notables de este año fueron dirigidas o co dirigidas por mujeres.
Es esa enseñanza clave la que está en el corazón de este documental y de la campaña “Por una educación en derechos” presentada paralelamente. El sentido es que desde la sociedad civil hoy se haga presión para que la enseñanza en derechos humanos esté presente en los colegios, para que las nuevas generaciones conozcan lo que la historia puede enseñarnos y aprendan a moverse como ciudadanos conscientes de sí mismos y del otro.
El recién estrenado documental de Sebastián Moreno y Claudia Barril relata la historia del organismo que protegió a personas perseguidas por la dictadura y actuó como una agencia de contrainteligencia, según los realizadores. “La Iglesia de ahora debería mirar este pasado”, dicen.