El proceso de paz con ELN ha demorado en inicio de sus citas. Los guerrilleros reclaman a Santos, mientras el gobierno se apoya en la intermediación de la iglesia católica.
Dos integrantes del grupo insurgente murieron en “combates” pese al cese al fuego bilateral en curso y cuatro días después del nuevo acuerdo de paz.
Las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y el ELN arrancarán formalmente este jueves en Quito si esta guerrilla cumple con la liberación de uno de los secuestrados que tiene en su poder.
El gobierno colombiano y el ELN iniciarán negociaciones de paz el próximo 27 de octubre en Quito para poner fin a un conflicto armado de más de medio siglo.
Universidades públicas del Cauca y Córdoba, dos de las regiones más afectadas por el conflicto armado en Colombia, presentaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) un Plan Nacional de Paz enfocado en contextos locales y no, según afirmaron, en la visión centralista que ha tenido el Gobierno para resolver este conflicto.
Convocados por el expresidente y actual senador Álvaro Uribe, decenas de miles de personas, en 20 ciudades, protestaron en Colombia contra el gobierno de Santos y el proceso de paz que lleva a cabo con las FARC así como el inicio de conversaciones con el ELN.
Organizaciones indígenas de Colombia se encuentran en Chile para dar a conocer sus experiencias en el proceso de reconocimiento de sus derechos políticos, así como su participación en las conversaciones de paz que el gobierno de Juan Manuel Santos lleva adelante con las FARC en La Habana. Además, las organizaciones indígenas colombianas se reunirán con comunidades mapuche para conocer la situación en el que se encuentran los procesos de integración política de este pueblo en el Estado chileno.
La victoria de Juan Manuel Santos, convertida en un gran consenso sobre el proceso de paz, podría invisibilizar las demandas de sectores campesinos y urbanos que se han movilizado en los últimos años en favor de transformaciones estructurales. Analistas se refieren al riesgo de que las negociaciones con las FARC no dejen espacio para otras agendas.