En su octavo y último discurso presidencial, Bachelet descubrió la retórica política y colocó a su gobierno en una línea histórica que la emparienta con Aguirre Cerda, Frei Montalva y Allende Gossens. Es un loable intento por recuperar la iniciativa y por tratar de no entregarle nuevamente el poder a Piñera. Sin embargo, es una visión demasiado autocomplaciente.
El centrista Emmanuel Macron y la líder de extrema derecha Marine Le Pen pasaron este domingo a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, que se disputarán en dos semanas.
La victoria del senador Guillier en el Comité Central del PS jubila, en los hechos, a toda una generación socialista que contribuyó a construir la transición pactada y negociada de Chile. Y, de paso, desnuda que las amenazas del ‘camino propio’ de la DC se parecen al perro que ladra pero no muerde.
Los DC históricos han vuelto de la mano de El Mercurio. Mariana Aylwin aparece todos los días en ese periódico. Su diminuto movimiento llamado “Progresismo con progreso” recibe en ese medio una difusión digna de un partido hegemónico. Otros díscolos derechistas, como Edmundo Pérez Yoma y los tres hermanos Walker, también se aprovechan del megáfono que le otorga el diario del moribundo Agustín Edwards.
Pese a su mediática y exitosa proclamación como precandidato presidencial, y a ser el líder del oficialismo en las encuestas, el senador independiente aún está lejos de consolidarse. En un país con un nivel de abstención superior al 60 por ciento, las primarias de la Nueva Mayoría no se definirán por los sondeos, sino por la disciplina de los militantes.
Con su mísero 6 a 8 por ciento de apoyo en las encuestas, Ricardo Lagos está más cerca de volver a la presidencia que varios de sus contrincantes.
Cuando los historiadores del futuro escriban sobre nuestra época, Michelle Bachelet –una víctima de la dictadura que, sin embargo, trataba de “tío” al general de la Fach Fernando Matthei, quien traicionó a su padre y compañero de armas Alberto Bachelet- no entrará a los libros de historia como una líder que contribuyera de manera decisiva al “Nunca Más”.
Daniel Kahneman, el psicólogo que en 2002 ganó el Premio Nobel de Economía, acuñó el concepto de “la falsa ilusión del éxito”. Se trata del síndrome que tiene atrapada a nuestra elite política en su botella de cristal.
Los líderes de ultra-derecha occidentales comparten un discurso similar: están en contra de la globalización, la que en las últimas décadas ha pauperizado a las clases medias trabajadoras. Curiosamente, se trata de una visión que originalmente fue concebida por la izquierda. Entonces, ¿qué ha sucedido en los últimos años para que una causa “progresista” se transformara en una bandera electoral de la extrema derecha?
El temor no verbalizado de la élite política es que la elevada abstención pueda resquebrajar el modelo político al restarle, en los hechos, toda legitimidad representativa. Peor aún para el orden establecido, una parte importante de esa abstención puede ser en realidad un voto político duro.
Los actuales tambores de guerra, los ánimos de desafección, el auge del neo-nacionalismo, el descontento con la globalización financiera, la crisis global de refugiados, tocará más temprano que tarde a las puertas de Chile.
La rabia contra los gobernantes de las democracias occidentales florece por todos lados y a cada rato. Y da bastante lo mismo si esos líderes son de un partido u otro.