¿Por qué razón en los sondeos del CEP el tema de la colusión de las grandes empresas para estafar a los consumidores chilenos, o el financiamiento irregular de las campañas políticas no aparece como preocupación ciudadana? La respuesta está en ver quién financia a ese centro de estudios y cuál es la ideología que sostienen.
A juzgar por quienes pretenden ser candidatos presidenciales en 2017, Chile seguirá siendo el mismo país ad aeternum. La diferencia de otras elecciones es que ahora existe al menos una docena de candidatos que piensa que pueden capitalizar el malestar, pese a ser casi todos ellos representantes y ganadores del ahora tan cuestionado “modelo chileno”.
Acorralada por los sectores conservadores de la ex Concertación y por el bombardeo constante de la prensa tradicional, cuyos periodistas repiten cuan loro todo lo que la derecha permanente pronuncia en su típica lógica insular respecto a lo especial que es el modelo chileno, Bachelet optó por lo que en el Chile de hoy es políticamente ventajoso: correrse a la derecha.
¿Quién marca la agenda política semanal del país? Nadie y todos. El desplome de la popularidad de la Presidenta, unida al derrumbe moral de toda la elite debido a casos de corrupción, colusión y captura del Estado, abre un período de incertidumbre política. El ejemplo que ilustra esto es cómo La Moneda ha perdido en las últimas semanas la capacidad de dictar la agenda nacional.
Si la libertad individual es uno de los grandes axiomas del capitalismo, ¿entonces, por qué no dar libertad a los cotizantes para retirar al menos una parte de sus propios ahorros? La respuesta es simple: si ello sucediera en masa, el esquema piramidal de las AFP colapsaría.
Es probable que la próxima elección presidencial en Chile sea la última bajo los cánones que hemos conocido. Y no sólo porque en los próximos años la indignación local haya cuajado lo suficiente como para generar nuevas opciones políticas, sino también por los vientos que recorren al mundo. El renacimiento de nacionalismos más o menos sofisticados, más o menos virulentos, puede ser un anuncio de los nuevos tiempos. La frustración con la globalización financiera, que al principio fue una causa del mundo progresista, rápidamente se ha tornado en una bandera de lucha de la neo-derecha nacionalista occidental.
La semana recién pasada fue una síntesis política de todo lo que está sucediendo –y cambiando- en Chile en los últimos años. La primera gran noticia fue el procesamiento del ex comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, por su presunta participación directa o indirecta en torturas y en ejecuciones ocurridas en La Serena […]
Es probable que Piñera esté entre los hombres más multados por la Superintendencia de Seguros y Valores (SVS) en la historia económica chilena. Sin embargo, la prensa tradicional hace oídos sordos. ¿Por qué? Porque están, sin querer queriendo, en campaña a favor de la derecha permanente… la que incluye a Ricardo Lagos.
¿Dónde está la oportunidad? Sencillo, está en las AFP, que gestionan un patrimonio que supera los 160 millones de dólares. Si el Estado liberara un humilde 5 por ciento de esos fondos el país podría financiar con creces una educación superior gratuita. Si liberara otro cinco adicional, inyectaría a la economía más recursos que los que se destinaron en medio de la crisis financiera global de 2009.
Lo preocupante no es la baja participación, sino que esta no impida que igual se empoderen coaliciones gobernantes aunque no sean representativas. En otras palabras, nuestra democracia –al menos en términos formales– puede funcionar con o sin el voto de la mayoría de los ciudadanos.
En la marcha del jueves hubo al menos unos veinte mil manifestantes encapuchados. Casi todos cubrían sus caras para protegerse de los venenosos efectos de los gases lacrimógenos –armas químicas versión mini-Irak– que las fuerzas especiales esparcían violentamente por la Alameda. ¿Se van todos presos?
¿Por qué Bachelet se querelló en contra de Qué Pasa y no en contra de Juan Díaz? Hay tres posibles razones para ello y las tres muestran cuán poco sofisticada es la actual conducción política de La Moneda.
Un escáner a esos conglomerados y una revisión de los últimos hechos políticos muestra que, pese a todo el malestar y las movilizaciones sociales, el estado de salud de los partidos progresistas es delicado.
¿Qué puede pasar en el Chile post discurso del 21 de mayo de 2016? Lo más probable es que nada. O, peor que nada, tal vez el país termine coronando nuevamente a Sebastián Piñera como presidente. Sería la victoria de los cínicos, de aquellos que piensan que nada cambia aunque todo cambia. Pero sería también el país que esta generación de chilenos ha avalado.
La mentalidad de nuestros dirigentes sigue siendo aquella de las “elites perfumadas” de 1910. De aquellos que prefieren representar a Chile haciendo cabalgatas frente a la Reina de Inglaterra, que poner la cara a sus compatriotas en Chiloé.
Apelar a la austeridad fiscal ante esta tragedia es un chiste de mal gusto. Sobre todo cuando el país conoce detalles de cómo el Ejército malgastó millones de dólares del erario público en fiestas y enriquecimiento ilícito. Lo que diferencia al movimiento social de Chiloé no es la movilización en sí misma, sino que el contexto histórico en el que se manifiesta.
Todo indica que la falta de seguridad jurídica que menciona Hernán Büchi se refiere a que ya no podrá hacer negocios como antes y que tendrá que pagar más impuestos. Porque el modelo económico que él contribuyó a moldear está resguardado por los amarres institucionales y la complicidad de poderosos sectores concertacionistas de la Nueva Mayoría.