En las épocas previas al actual declive del ciclo progresista en América Latina, gobiernos e instituciones de la región, como el ALBA y CELAC, promovieron la puesta en agenda de la lucha regional contra los colonialismos del siglo XXI, de los cuales en el continente quedan tres vestigios: Guantánamo, las Islas Malvinas y Puerto Rico. Ellos, que son símbolos de este lado del mundo, están hermanados con una lista donde a nivel mundial destacan dos reivindicaciones: la de los pueblos de Palestina y de la República Árabe Saharaui Democrática. Ésta última es proclamada en castellano, debido al largo periodo en que estuvo anexada a España. Es por eso que los saharaui sienten un vínculo de colonialismo común con América Latina, al mismo tiempo que acusan a España de haberlos anexado primero y traicionado después.
El Sahara Occidental era la provincia número 53 de España. Como el resto de los países de su entorno, luchó por el derecho a un proceso de descolonización y un estado independiente. Sin embargo, el régimen franquista de la época cedió a las presiones de Marruecos y entregó el Sahara a Hassan II. A la ocupación del Sahara le siguió la guerra, hasta que en 1991 se firmó una tregua con la promesa de un referéndum de autodeterminación auspiciado por la ONU.
Ha pasado un cuarto de siglo y la consulta aún no se ha celebra. Esta opresión ha fragmentado al pueblo saharaui: una parte vive en precarias condiciones bajo la ocupación marroquí, otra está refugiada en los campamentos argelinos de Tinduf y cientos de miles se han desperdigado por Europa. Los Acuerdos de Madrid firmados el 14 de noviembre de 1975 por España, Marruecos y Mauritania nunca fueron validados internacionalmente y la responsabilidad de España sobre su excolonia sigue vigente. Sin embargo, la ha abandonado, como denunció Alí Mojtar, embajador Saharaui en Misión especial para Chile.
En el plano de las responsabilidades políticas en ese país, una porción significativa le cabe al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y muy especialmente a su líder histórico, Felipe González. El 14 de noviembre de 1976, el entonces secretario general del Partido viajó a los campamentos de refugiados para apoyar al Frente Polisario: “Sentimos vergüenza de que el Gobierno no haya solo hecho una mala colonización sino una peor descolonización, entregándoos en manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y Mauritania. Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria final”.
Pero, como en otros temas, Felipe González llegó después a hacer, decir y pensar lo contrario, convirtiéndose en un defensor del régimen marroquí. “El país con mayor espacio de libertades que conozco del mundo árabe es Marruecos, incluidas las autoridades del Sahara Occidental”, afirmó años más tarde.
La posición de España, donde el tema saharaui se ha vuelto comprensiblemente un tabú, ha influido en América Latina. Como decíamos, contra esto el ciclo de gobiernos progresistas acrecentó y transformó en oficiales las simpatías ante la lucha saharaui. Esta causa ha tenido el reconocimiento de más de 80 Estados en el mundo y, en esta región, aliados incondicionales como Cuba, Venezuela, Bolivia, Uruguay, El Salvador, Ecuador y Nicaragua, mientras México es el único país que aloja a las dos embajadas: Marruecos y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
En respuesta, Marruecos ha decidido poner a América Latina en el centro de su acción diplomática por la soberanía del Sáhara Occidental. Gracias a esa ofensiva, Panamá y Paraguay dieron a principios de este año la espalda al Frente Polisario al permitir la apertura de embajadas de Marruecos en Ciudad de Panamá y Asunción.
A estas alturas, para Marruecos el Sáhara Occidental se ha convertido en un símbolo patrio y en el eje de su cancillería, a pesar de que en paralelo debe enfrentar la convulsionada situación en Medio Oriente.
En lo que respecta a Chile, este año la Cámara de Diputados reiteró la aprobación del Acuerdo que ya se oficializó ante los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle, Lagos, Bachelet, Piñera y nuevamente Bachelet, solicitándole a la Presidenta reconocer a la República Árabe Saharaui Democrática y respaldar el referéndum de autodeterminación como parte del cumplimiento de los Acuerdos Internacionales, de modo que al fin el pueblo saharaui pueda decidir su propio destino. Esta sucesión de pronunciamientos del Parlamento no se ha traducido, sin embargo, en una toma de postura oficial por parte del Estado de Chile.
El embajador Mojtar denunció, en todo caso, que el apoyo parlamentario se ha producido a pesar de la inusitada presencia de Marruecos en Chile, si se considera la baja importancia geopolítica mutua. Según denuncia la autoridad, una tarea central de la delegación marroquí es capturar apoyos del Parlamento chileno a través de prebendas como viajes para los congresistas y sus familias con todos los gastos pagados, lo que en su consideración constituye una “compra de conciencias”.
De hecho, en el contexto del acuerdo aprobado este año, parlamentarios denunciaron “a la Embajada de Marruecos en Chile, la que realizó un intenso y rechazable lobby, presión y amedrentamiento con ofertas de viaje a Marruecos con gastos pagados a diputados, para intentar comprar conciencias de los diputados e impedir que el Congreso volviera a reiterar nuevamente su postura de apoyo a la autodeterminación del pueblo saharaui, y la solicitud a los gobiernos de turno de reconocer a la RASD”.
La prolongación del conflicto, las penurias cotidianas del pueblo saharaui y la clara postura de Naciones Unidas en favor de su causa han transformado a esta lucha en una de las que mejor encarnan hoy la voluntad anticolonialista. Hace dos días el canciller de Argelia, Ramtán Lamamra, exhortó a la ONU a continuar sus esfuerzos para encontrar una solución al conflicto por la ocupación marroquí del Sahara Occidental. Los vientos de liberación y descolonización en África facilitaron a todos sus pueblos la posibilidad de la independencia, con la excepción del saharaui”, recordó y nos recordó este dirigente.