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Oportunidades y desafíos post terremoto

Columna de opinión por Julio Hurtado
Martes 30 de marzo 2010 13:00 hrs.


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Hay un par de puntos  generales sobre los efectos duraderos en la ciudad y en la sociedad de un terremoto y maremoto como el que sufrió nuestro país sobre los que es necesario reflexionar en este momento de profunda crisis que se desnudó de manera cruel e inesperada.

Un rasgo distintivo de las estructuras sociales no consolidadas, como la chilena, es su fragilidad. Es cierto que Chile ha más que duplicado su ingreso per cápita, que ha disminuido de manera impresionante la pobreza, y que en general ha mejorado en todos sus indicadores sociales y económicos.

Es así que en los últimos veinte años la pobreza disminuyó desde un 46 por ciento a un 13 por ciento. Sin embargo, debido a lo reciente de ese proceso, y al hecho de no ir acompañado de un diseño social más inclusivo y protector (ya que este exitoso proceso de disminución de pobreza ha estado basado fundamentalmente en el crecimiento económico, acompañado de ciertas correcciones por la política social). Por lo tanto, este proceso de cambio e inclusión ha sido muy frágil, y en cualquier momento se puede revertir. No pasa lo mismo en sociedades más consolidadas, como las del Río de la Plata.

Un terremoto y maremoto, un verdadero cataclismo, como el que sufrió nuestro país, puede provocar una gran regresión en gran parte de lo avanzado, tanto en lo material como en lo social.

En segundo lugar, deberíamos reflexionar acerca de las visiones ideologizadas y excluyentes que se pueden operar en los procesos de reconstrucción. Algunos esbozos ya estamos viendo en el debate público en nuestro país.

El terremoto es una tragedia, pero también puede ser tomado como una oportunidad. Hemos visto en la historia que los procesos de reconstrucción han sido grandes oportunidades para, no tan solo reparar lo dañado, sino que para crear nuevas sociedades. Por lo tanto, pasa a ser un tema fundamental el equilibrio de fuerzas al interior de nuestra sociedad. Lamentablemente, debido a los últimos acontecimientos políticos, el desequilibrio es evidente. Tenemos, por un lado, una sociedad civil desarticulada y, por otro lado, una elite pletórica, controladora de todo, incluso de la administración del poder político.

El tema de la reconstrucción constituye una oportunidad económica evidente, constructora en lo material y social, y una oportunidad para la imposición de un modelo ideológico. No es lo mismo la reconstrucción europea de la posguerra, que la reconstrucción japonesa, ni la reconstrucción norteamericana post crisis de los años 30, ni menos con la reconstrucción soviética.

En cada caso hubo una imposición de un modelo ideológico. ¿Cual será el modelo o el énfasis de la reconstrucción chilena? Tengo el temor que, al menos en la elite dirigente, se tenderá a privilegiar la acción del sector privado, la creciente ausencia del Estado (ya se habla de agilizar los controles medioambientales), una privatización compulsiva, y definir al mercado no como el principal, sino como único asignador de recursos.
Esta puede ser la oportunidad para que las elites impongan sin contrapeso su visión de sociedad, de economía y de ciudad. Agravado en un contexto de falta de alternativas estructuradas.

Es posible, por lo tanto, que Chile se recupere, pero a un costo altísimo (al menos en lo referente a la ciudad y a la sociedad), en privatizaciones, modernización inconsulta, eliminación de memoria material y cultural, exitismo individualista, y destrucción de las redes sociales y urbanas.

Creo, teniendo en cuenta estas reflexiones, que corremos el peligro que la reconstrucción física de nuestras ciudades, venga aparejado con un aumento de la segregación física y social.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.