Después de leer el artículo “Hugo Chávez: El Ocaso del Mesías Tropical” del diputado Gonzalo Arenas en El Mostrador, me parece que su pluma y su imaginario representan a cabalidad lo que figuro como un “verdugo sudamericano”, para ubicarnos en el mismo escenario de estereotipos y personajes.
El “verdugo sudamericano” es el hombre que, por haber tenido él una mejor educación, condena la ignorancia del pueblo; mira desde lo alto a una ciudadanía con esperanza y la tilda con desprecio de ilusa y retrasada. Este personaje, en el fondo, repudia a la democracia, porque es ese mismo pueblo iluso e ignorante el que debe elegir a los representantes de la patria que él habita.
Paradójicamente, el verdugo dice que el Presidente Hugo Chávez, elegido por el voto popular, “no cree en la libertad ni en la democracia representativa”. En las elecciones parlamentarias del pasado 26 de septiembre se registró una participación histórica de un 66,45 por ciento de votantes, reflejo de una ciudadanía atenta y que cree en la representatividad de su sistema electoral.
Caso contrario es el de Chile, que si bien los políticos se jactan de representar a una democracia sólida, lo cierto es que la desidia por votar es mayor a medida que pasan los años, y el binominal reparte sin sorpresas a los parlamentarios antes del día de las elecciones. Bien lo sabe Gonzalo Arenas como diputado de la República electo con el 30 por ciento de los votos.
En Venezuela, donde las cosas son diferentes, los verdugos sudamericanos dicen además que las parlamentarias “le otorgaron a la oposición un importante triunfo con el 52 por ciento de los votos”. La oposición, que maneja la mayoría de los medios de comunicación del país caribeño, se sumó mediáticamente 525 mil votos de otros partidos que no pertenecen a la Mesa de Unidad, razón por la cual la derecha los proclama como los triunfadores de las elecciones.
Podríamos decir, mejor, que de los 87 circuitos electorales en que fue dividido Venezuela, el oficialismo ganó en 56 de ellos, por lo que las parlamentarias “le otorgaron al oficialismo un importante triunfo con el 58% de los escaños de la Asamblea Nacional”. Pero los verdugos sudamericanos tienen una particular manera de analizar la realidad y de soslayar la soberanía popular.
Esta manera de ver las cosas alcanza su máxima expresión cuando el diputado de la UDI describe en su artículo las dos fases marcadas de todo sistema populista: el de la “Fiesta” (al cual describe como “comprar respaldo social”), y el de “Pagar la cuenta”. Visto desde el mesías y no desde el verdugo, la “Fiesta” es la inversión social y los cambios estructurales que se han realizado en Venezuela.
Es la reducción de la pobreza de un 49 por ciento en 1999 a un 24 el 2009. Es el haber sido declarado territorio libre de analfabetismo por la UNESCO el 2005 es constituirse en el país que más ha avanzado en entregar los servicios básicos a toda la población y que más ha disminuido la desigualdad en el continente en los últimos años, según la Organización de las Naciones Unidas y la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal), respectivamente.
El “ajuste de cuentas” que viene después de esta gran jarana y despilfarro que tanto condena el verdugo sudamericano es cuando la oligarquía empieza a experimentar los frutos de la reducción de la desigualdad y ya no puede llevarse el gran pedazo de la torta con el consentimiento del Estado. Entonces utiliza sus poderes económicos, políticos, militares y mediáticos para reventar al país por donde pueda. Un ejemplo patente fue el de otro “mesías tropical” derrocado en junio del año pasado ya que pretendía llevar a cabo importantes reformas sociales en Honduras. Pero los verdugos del país le recordaron que cambiar el rumbo de la historia requiere mucho más que buenas intenciones.
Entonces al pueblo hondureño se le acabó la “fiesta”, y deberá seguir obligatoriamente el camino que el diputado Arenas – como los verdugos sudamericanos – alecciona como el de “esfuerzo, desgaste y renuncia”. El mismo camino que han seguido durante toda su historia.