La movilización nuestra de cada día

Secundarios y universitarios en paro y toma han mantenido un ritmo diario de actividades paralelas a las masivas marchas realizadas en las últimas semanas: bailes, conciertos, disfraces, foros, campañas benéficas y un largo etcétera de acciones. “A la gente que ve en la casa pura violencia, tenemos que entregarle algo que no sea violencia”, explican.

Secundarios y universitarios en paro y toma han mantenido un ritmo diario de actividades paralelas a las masivas marchas realizadas en las últimas semanas: bailes, conciertos, disfraces, foros, campañas benéficas y un largo etcétera de acciones. “A la gente que ve en la casa pura violencia, tenemos que entregarle algo que no sea violencia”, explican.

Hace casi dos semanas se realizó la última multitudinaria marcha por la educación en diferentes lugares de Chile, pero las movilizaciones estudiantiles son diarias. En el centro de Santiago, la actividad abunda.

Alrededor de La Moneda, innumerables estudiantes han completado más de mil de las 1.800 horas que pretenden correr como parte de las protestas, una maratón que ya se extendió alrededor del Congreso, en Valparaíso. Asimismo, en las últimas semanas, las cercanías del palacio de Gobierno, la Casa Central de la Universidad de Chile y el Paseo Ahumada, entre otros puntos, han visto de todo.

Una playa en la Plaza de Armas, coreografías de hits pasados y actuales, una interpretación masiva de “El baile de los que sobran”, el “Genkidama por la educación”, una campaña para sumar donantes de sangre y una multitud de superhéroes, son algunos ejemplos.

Mientras los dirigentes de la Confech y secundarios deciden los próximos pasos ante el nuevo ministro de Educación, Felipe Bulnes, los estudiantes movilizados continúan con la acción.

“La idea es llegar a la gente que no se moviliza, que a lo mejor piensa que una marcha no es una buena forma de protestar. Gente así se nos ha sumado. De la misma forma en que la gente ve en las casas la pura violencia, nosotros tenemos que entregarle algo que no sea violencia. Una forma es manifestarse culturalmente con las cosas que hemos hecho”, explica Felipe Villaseca, estudiante de Administración Pública de la Universidad de Chile y uno de los cerebros detrás del masivo “Thriller por la educación”.

“La prensa igual le da cabida de buena forma, porque dice, ‘los cabros se movilizan de manera creativa y no hacen desmanes’. Entonces el movimiento se va reinventando, vas sumando gente y renovando. Le das cabida a un montón de cosas, a todo lo que las marchas, por sí solas, no llegan”, añade.

En toma y activos

La toma de la Universidad de Chile tiene una "radio" permanente en la Alameda.

Colegios y universidades tomadas se han transformado en centro de múltiples actividades. En la Casa Central de la Universidad de Chile, ocupada hace siete semanas, se ha podido ver desde clases de salsa y exhibición de documentales, a foros y conciertos donde participan Premios Nacionales o músicos como Manuel García y Mauricio Redolés, entre muchos.

El panorama no es tan distinto a pocos metros, en el Instituto Nacional, también ocupado por sus propios alumnos. El recinto de calle Arturo Prat ha acogido conciertos, teatro, bailes y otras actividades. Este viernes 29 hay un festival con Illapu, Sinergia e Intillimani, entre otros, y el martes 2 hay una campaña de recolección de insumos médicos para niños del Hospital San Borja Arriarán.

Según José Soto, presidente del centro de alumnos del Instituto Nacional, estas acciones “nos ayudan como estudiantes a difundir las actividades que estamos haciendo como protestantes, como entes movilizados. Y  también para demostrar a la ciudadanía que la forma de manifestación no es solamente a través de las marchas, sino que a través de la expresión cultural”.

Para José Soto, sin embargo, no es tan relevante la repercusión mediática de esas actividades: “La atención de los medios de comunicación no es el centro de la actividad cultural, sino que es utilizar la misma actividad para la ciudadanía. La responsabilidad de la difusión pasa por nuestros voceros y la capacidad que tengan de poner en jaque al Gobierno, que es lo que han hecho hasta ahora por lo menos”, dice.

Tanta actividad se transmite principalmente a través de las redes sociales, que han servido para convocar a los participantes y llevar las actividades más allá de las fronteras físicas. Así lo hicieron, por ejemplo, los organizadores de la maratón de 24 horas por la educación, que exhibieron en línea cada uno de los conciertos realizados en la sala Isidora Zegers.

Entre estudiantes de Periodismo surgió también el programa El Estudiantazo, que desde fines de junio se emite por Radio Universidad de Chile. Según Manuel Toledo, uno de sus conductores, todas las iniciativas sirven para avivar el movimiento estudiantil: “Mantienen el foco mediático sobre los estudiantes. Un ‘Genkidama’ no provoca un cambio generalizado en los sistemas educativos, políticos, ni nada, pero mantiene a los estudiantes en la retina de la gente y de una manera más positiva. Genera simpatía de la gente y va manteniendo en la retina a los estudiantes, porque si estuviéramos solo con las marchas, habría períodos de decrecimiento del movimiento muy grandes”, señala.

¿Y las demandas?

Entre conciertos, bailes y disfraces, ¿se pierden las exigencias que han levantado universitarios y secundarios? Según Manuel Toledo, “hay actividades que uno puede considerar idiotas, pero demuestra una capacidad organizativa y creativa que al mismo tiempo ayuda. Demuestra que estamos dispuestos a muchas cosas para conseguir los objetivos, no solamente a hablar de manera seria, sino que también a ganarnos la simpatía de la gente”.

Felipe Villaseca, por su parte, considera que “se banaliza cuando haces cosas estúpidas por la educación, ha salido cada cosa… Pero a las cosas que hemos organizado nosotros, al menos, hemos tratado de darle un trasfondo fuerte, que de verdad tenga sentido, porque no puedes abanderar cualquier cosa por la educación. Las cosas que hemos hecho nosotros tienen un panfleteo previo. Si uno sabe entregar el mensaje de buena forma, no tiene por qué banalizarse”.





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