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Año XVI, 16 de abril de 2024


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La angustia se disipa con la Unión


Lunes 26 de septiembre 2011 9:59 hrs.


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Pasamos toda una vida tras la satisfacción de deseos individuales que una vez realizados se disuelven o se diluyen como el agua entre los dedos. La continua búsqueda de estas sensaciones de placer nos dan la impresión de que nos movemos hacia algún lugar, de que nos dirigimos hacia ciertas metas o fines y nos sentimos plenos con ello, sin embargo la sensación de vacío que se revela después de conseguir lo que deseábamos, provoca en todo ser humano una gran angustia que le aprieta el corazón -o bien se expresa en distintas manifestaciones somáticas asociadas-, empujándonos a ir tras la satisfacción de nuevos deseos o induciéndonos a pensar sobre la vida y el sentido de la misma. Reflexiones profundas que nos desconciertan, porque en muy pocas ocasiones encontramos una respuesta que nos colme plenamente, de allí que rápidamente dejamos esos cuestionamientos para que el dolor no siga manifestándose, y retomamos nuestra carrera tras nuevos logros, con la esperanza de que ahora sí alcanzaremos la tan anhelada felicidad que disipará la aflicción, tristeza y ansiedad en que estamos sumergidos.

Es interesante saber que la búsqueda del amor o el surgimiento de creencias religiosas es producto de la angustia que siempre nos acompaña, por el sentimiento de aislamiento en que estamos sumidos como humanidad, porque no logramos ver los lazos que nos unen. La desconexión, la “separatidad” (separateness), dirá Erich Fromm (1996:19-21), que sentimos de los “otros” y de la naturaleza, es la que hace que esta congoja nunca nos abandone, y aunque la logremos cubrir a veces con distintos artilugios, adormeciéndola o apaciguándola, igual irrumpe en nuestras vidas, cada cierto tiempo, como una voz de alerta que nos advierte que la manera individualista en que hemos conducido y construido nuestra existencia no ha sido la más apropiada. Sentimiento que aflora para mostrarnos, tanto a nivel individual y colectivo, que no vamos por el camino correcto.

El sentirnos solos; el no ver en las demás personas a amigos que nos puedan contener cuando la noche cae; la incapacidad de sentir que somos una gran familia interrelacionada, es lo que provoca en nosotros esa sensación de vacío que nos tumba bruscamente a la depresión, a las drogas, al alcohol, al suicidio y la violencia. La angustia se transforma así en un grito interno, en una señal que nos obliga a despertar del egoísmo en que nos encontramos, y que tanto daño nos hace, para que entendamos que sólo a través de la unión y el tomar consciencia que pertenecemos a un sistema donde todos somos necesarios, todos somos importantes, todos somos uno, podamos por fin disipar este sentimiento de soledad y de insatisfacción interior que experimentamos, porque no es natural estar solos.

Entonces: ¿Por qué no buscamos eliminar la angustia uniéndonos a los demás? ¿Por qué no invertimos todo nuestros esfuerzos en ver en los otros a una parte importante de mi felicidad y existencia? ¿Cuánto tiempo más necesitamos para ir tras intereses personales que siempre terminan en angustia y ansiedad? ¿Por qué no nos darnos cuenta que el estar solos es muy triste y que en unidad nos sentimos plenos?

*Antropóloga