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¡ Sí, se puede!

Columna de opinión por Pablo Jofré
Viernes 25 de noviembre 2011 12:40 hrs.


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El momento que vivimos es de grandes mitos, becerros de oro ideológicos y prácticas de injusticias globalizadas. Una etapa histórica donde el concepto de dominio, reclama el futuro bajo un manto global, regresando con ello a la Summa Medieval. Concepciones convertidas, por la fuerza, en teleologías que rechazan controversias, disensos, análisis y hasta la propia historia.

Se han apagado los ecos de las celebraciones, en las ciudades del mundo, por el comienzo de un nuevo milenio. Estamos en el año 2011 de la era cristiana, no existe otro calendario más que el de la cultura cristiana occidental; ¿Los demás? Que se asimilen o se atengan a las consecuencias y pruebas la canto: Irak, Libia, Afganistán entre otros.  Nunca antes la humanidad ha tenido un potencial científico-tecnológico, con tan formidable capacidad de generar riqueza y bienestar como lo hace en la actualidad pero también, como nunca antes, capaz de presentar la inequidad, la desigualdad y la brecha entre ricos y pobres, opulentos y miserables, desarrollo y subdesarrollo, futuro y estancamiento y hasta atraso, que se ha profundizado en las últimas dos décadas.

Alguna vez se hablo del conocimiento como poder, hoy; en la borrachera triunfalista de un Nuevo Orden Mundial Global (NOMG),  esa idea ha dado paso al poder del conocimiento y sobre la base de ese saber manejado por las grandes corporaciones transnacionales, se ha afianzado bajo el gobierno global, el reino del ultraliberalismo y la globalización. El mundo del nuevo milenio muestra la marcha de un sistema, parafraseando la frase de un príncipe de la Iglesia, como “intrínsecamente perverso”, donde la riqueza social, conseguida a golpe de reivindicaciones, luchas, prisión, represión y muerte de millones de hombres y mujeres a lo largo de la historia,  ha quedado concentrada en unas pocas manos. Un mundo donde caminamos conscientemente hacia la autodestrucción de la naturaleza. Una etapa histórica donde se ha agravado la brecha entre ricos y pobres y la miseria se ahonda según se aleja de la holgura soberbia de los poderosos. Un planeta hegemonizado culturalmente y que ha quitado, bajo el resplandor de espejos y vitrinas, los ideales y expectativas de cientos de millones de seres humanos, mudos en una sociedad donde las corporaciones mediáticas imponen “lo que la gente quiere ver y escuchar”, como si de una decisión democrática se tratase.

El mundo del tercer milenio ha tenido cambios de tal magnitud, que  perfectamente podemos hablar de una metamorfosis civilizatoria. Existen una serie de fenómenos, que no por lo oculto dejan de ser palpables realidades, que el paradigma de civilización de fines del siglo XX, es decir la Globalización o Mundialización, dirigido por la Tríada: Japón, Estados Unidos y la organización multiestatal denominada Unión Europea (con todas las contradicciones que esta propia creación tienen en su seno entre los más poderosos y aquellos que actúan como comparsa. A esa tríada se ha sumado un cuarto brazo que ha adquirido una potencia que disputará en pocos años el liderazgo de este grupo: China.

Todos ellos han dedicado a imponer en el resto del planeta sus políticos y su Pensamiento, que puede tener variaciones pero en esencia son lo mismo.. La política mundial, anterior a la intimación de los fenómenos globalizadores, según las lúcidas ideas de la pensadora francesa Viviane Forrester, ha desaparecido: “¿Cuándo tomaremos conciencia de que no se trata de una crisis, ni de un conjunto de crisis, sino de una mutación?. No la mutación de una sociedad sino aquella brutal de una civilización. Participamos de una era sin lograr visualizarla. Sin admitir, ni  siquiera entrever, que la era precedente ha desaparecido”[1]

Ha mutado el mundo bipolar, con el derrumbe, sin más, de uno de sus oponentes. Ha mutado, incluso9, la vieja dicotomía SUR-NORTE  Y el mundo, se somete así a la dinámica política, económica y militar de uno de sus miembros, que perpetúa ad eternum la dominación de unos pocos como si nada hubiese pasado, manteniendo el muerto bajo una máscara de sobrevivencia y dejándolo respirara de vez en cuando. Como nunca antes, el trabajo, sostén de dignidad y vida ha perdido ese señalado papel, bajo el eufemismo de pseudoempleo, como ejemplo a seguir por la gran mayoría de los países: desregulados, ajustados, sometidos, abandonados a su suerte y sin más futuro que las luces que la opulencia destella en sus fortalezas.

Esas medidas que han hecho sucumbir a los países del Sur, en la política impuesta por el gobierno global, aumenta la falta de trabajo, pero disminuye las estadísticas de los “sin empleo” acelerando la descomposición de la naturaleza humana, que ve la temporalidad como único objetivo de sobrevivencia. Es en este horizonte donde Forrester nos presenta la aparición de una nueva y extraña dictadura, que no se ve en nuestra miopía estacional y que es fundamento y secuela de la pavura política y económica en que nos encontramos:  El Nuevo Orden Mundial.

Este NOMG bajo el manto de la globalización, ha cambiado los fundamentos en que se apoyaba toda la historia de la humanidad, las luchas por la igualdad y fraternidad de los seres humanos, la búsqueda de justicia, el término de la explotación del hombre por el hombre, los sueños por alcanzar el paraíso en la tierra, los desvelos, angustias, batallas, esperanzas y muertes por lograr que los tesoros del planeta fuesen una realidad para todos y no para las minorías.

La Globalización y su arrogancia dogmática – a través del pensamiento único y esta conformación del NOMG – no tienen más futuro que el que nosotros, como seres humanos, queramos darle. Somos nosotros, sujetos de la historia y no monigotes y objetos sacudidos por el vaivén del deseo de unos pocos, los que transformaremos esta ciénaga en la que parecemos hundirnos con nombre global.  Podrán decir que esto es una utopía, un sueño inalcanzable, pero han existido utopías que se han transformado en objetivos políticos y realidades concretas. Podrán acusarnos de románticos, que somos idealistas inveterados, que pensamos en cosas imposibles y que no se puede lograr de los seres humanos (aparentemente egoístas y ambicioso por naturaleza) que sean modelos de un mejor ser humano. Nosotros, como aquel que se elevo a la máxima categoría del ser humano, debemos contestar una y mil veces que sí. Que la actual situación no es una condena y se puede cambiar.

[1] Forrester Viviane. “Une Etrange Dictadure”. Editions Fayard. París. Febrero del año 2.000. Citado del artículo de R E. Salas-Glaziou C. Revista Punto Final Nº 471. Santiago. Chile. Edición del 19 de mayo al 1º de junio del 2.000. Páginas 14-15

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.