“No hay una política cultural respecto a la memoria y al arte”

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos acaba de cumplir dos años, con objetivos que confirman su rápida consolidación. No obstante, la recuperación de la memoria y las garantías de financiamiento son aristas que quedan sujetas al gobierno de turno, al margen de situaciones como el reemplazo de “dictadura” en textos de historia.

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos acaba de cumplir dos años, con objetivos que confirman su rápida consolidación. No obstante, la recuperación de la memoria y las garantías de financiamiento son aristas que quedan sujetas al gobierno de turno, al margen de situaciones como el reemplazo de “dictadura” en textos de historia.

Una impecable interpretación de la novena sinfonía de Beethoven fue aplaudida por más de tres mil 500 personas que asistieron a la conmemoración del segundo aniversario del Museo de la Memoria, una interpretación de una pieza considerada Patrimonio de la Humanidad que silencia los altibajos de la actualidad política en Derechos Humanos.

La unidad nacional es una herramienta política que se quiebra de momento en que situaciones como el cambio de “dictadura” por “régimen militar” en los libros de historia revive las posiciones ante un período autoritario.

Por otro lado, el financiamiento queda a voluntad política del gobierno de turno, una situación sin incidencias en la administración de Sebastián Piñera, aun cuando el director del Museo, Ricardo Brodsky, destaca que hay gente en el Gobierno contraria a su existencia.

“La relación ha sido positiva en el sentido que el Gobierno en sus proyectos de Presupuesto, tanto de 2011 como 2012, mantuvo un presupuesto de continuidad, una señal de compromiso con el museo. No es una relación demasiado fluida, obviamente dentro del gobierno hay personas que resisten la existencia de este museo, pero no nos podríamos quejar del Presidente o los ministros, que nos han estado apoyando en la medida de lo posible”, sostuvo.

Brodsky hace una importante evaluación de organizaciones destinadas a la recuperación de la memoria, esto luego de una eventual operación de blanqueamiento de un período oscuro en la historia de Chile, que revive con homenajes a los violadores a los Derechos Humanos o una modificación en los textos escolares.

El director del Museo apuntó que “las cosas hay que llamarlas por su nombre, y esta fue una dictadura, y así debe ser conocida por los textos escolares y por las futuras generaciones. Cambiarle el nombre es buscar una calificación neutral no condenatoria de lo que fue ese período, y para nosotros no nos cabe sino una calificación condenatoria sobre ese período”.

Ante ello, la directora del Instituto de Derechos Humanos, Lorena Fríes, concuerda en la correcta relación del actual Gobierno con estas entidades, ya que un eventual recorte del presupuesto es la manera más rápida de marcar una posición incómoda para el Ejecutivo.

Fríes indicó que “no es una relación fácil, pero está en un marco de colaboración, ese es el sentido del Museo de la Memoria y del Instituto. El ideal sería que los organismos que dependen de financiamiento público no tuvieran que defender presupuestos, pero eso ocurre hasta con el Poder Judicial, entonces es difícil pensar en autonomía y garantía de los recursos. Cualquier baja sería vista como una mala señal”.

Para el subdirector de la Escuela de Posgrado de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, académico Mauricio Barría, entidades como el Museo de la Memoria juegan un papel clave en la cultura, de momento en que reviven un legado histórico y recogen una especial producción artística siempre presente en momentos críticos.

No obstante, Barría subrayó que en democracia los intentos de recuperación de la memoria son mínimos, y apuntó que “no hay una política cultural respecto a la memoria y al arte, no la ha habido en democracia, salvo proyectos para salvar la situación. Tengo sospechas respecto al interés real de la capa política a mantener este tipo de instancias que son críticas para ese mismo cuerpo político”.

Luego de dos años, el Museo de la Memoria se une a la agenda de proyección del barrio cultural de Santiago Poniente. En calle Matucana, el recinto actualmente es sede del Festival de Teatro Santiago a Mil y agenda sus primeras tres exposiciones internacionales para 2012, al margen de su colaboración en materia política, judicial y cultural en el país.





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