Las elecciones del 17 de junio en Grecia, que en el imaginario, respecto a las democracias representativas suele ser anunciado como un regalo democrático, de consolidación de las instituciones y avances hacia la participación, puede ser un presente dramático y catastrófico para la Eurozona, que vive la etapa más compleja de su existencia.
En vísperas de la caída del ex premier Giorgos Papandreu, en noviembre del año 2011 el dúo Merkozy, amparado por la Troika europea: Fondo Monetario Internacional, La Comisión Europea y el Banco Central Europeo, determinó una serie de duras medidas de ajuste económico, disminución del gasto social, imposición de medidas de ahorro fiscal al gobierno heleno, que condujo, finalmente, a su estrepitosa caída y la instauración de un gobierno provisional, encabezado por el tecnócrata Lucas Papademos, quien preparó las elecciones del 6 de mayo.
El resultado de esos comicios confirmó la crisis política que acompaña la hecatombe económica en Grecia, principalmente por la fenomenal caída, en los porcentajes de adhesión, de los partidos políticos tradicionales y el ascenso de movimientos de extrema derecha y la Coalición Radical de izquierda Syriza, que triplicaron sus votos. Ninguno de esos partidos logró una mayoría que les permitiera formar gobierno. Provistos de posturas distintas en la manera en que se debe enfrentar la crisis, las elecciones del 17 de junio resultan una incógnita respecto a cómo enfrentar el panorama político-económico griego.
Salir o no salir…
El vacío de poder que vive Grecia, dotado en la actualidad de una administración formal pero impotente en materia de cambiar el rumbo incierto en que se mueve el país balcánico, sólo podrá dilucidarse el día 17 de junio cuando se celebren, nuevamente, las elecciones que definan el nuevo gobierno. En esa fecha sabremos si Grecia transita hacia un gobierno dirigido por Syriza o una coalición entre los disminuidos PASOK y Nueva Democracia, que han iniciado ya sus primeros pasos de acercamiento, impulsados, sobre todo por las presiones extramuros.
Si se da la primera opción y el novel dirigente Alexis Tsipras triunfa, significaría la probable salida de Grecia de la Eurozona. Más aún si se cumplen las promesas electorales de dicha coalición, que ha señalado la necesidad de no aplicar las duras medidas impuestas por la troika Europea. Syriza ha prometido una ruptura radical con la forma de enfrentar la crisis: no hacer devoluciones de deuda, poner fin a la austeridad, incrementar uso de financiación interna a través de endeudamiento, préstamos con tasas de interés más bajas y gravar con más a aquellos que más poseen.
Nada del otro mundo diría un pragmático economista pero, en el caso de Grecia implica la amenaza de las potencias europeas, en especial Alemania, que a través de su canciller, Angela Merkel ha señalado que si Grecia no tiene gobierno después de las elecciones del 17 de junio (y un gobierno que sea afín a las medidas de ajuste lógicamente) no recibirá el siguiente paquete de ayuda de la Unión Europea. Decisión que llevará, en una probable secuencia, a un default lo que impulsará la salida griega de la Eurozona. Panorama catastrófico, pues dicha medida implicaría la cesación de pagos y su carga de efectos: suspensión de los pagos de salarios públicos, comenzar la emisión de dinero con su carga inflacionaria, corridas bancarias, efervescencia social. Sumando a ello la influencia y propagación de la crisis a España, Italia y Portugal, que viven también serios problemas.
James Meadway de News Economics señala que los problemas griegos revisten efectos globales “Esto no es una crisis griega. Es una crisis europea, en dos partes. Primero, la quiebra financiera de 2008, que provocó una recesión global de una dureza excepcional. Unida al rescate de los bancos, la situación desembocó en un incremento acusado de la deuda y en el déficit de las principales economías, incluidas las de la Eurozona. Y posteriormente con sucesivas tentativas de resolver la crisis por parte de las principales potencias que han fracasado manifiestamente incluso con los fondos de rescate, que ahora ascienden a 240.000 millones de euros destinados a permitir que el Estado griego cumpla con las demandas de sus acreedores. Todo ello acompañado de la insistencia en unas medidas de autoridad de una dureza cada vez mayor, que han arrancado cada vez mayores sacrificios del pueblo griego. El impacto causado sobre la sociedad ha sido devastador. Por poner solo un ejemplo, Grecia solía tener la tasa de suicidios más baja de Europa. El año 2011 los suicidios aumentaron en un 40 por ciento”
Cualquier estallido en Grecia, más allá de lo meramente económico, podría propagarse a Italia, Portugal y España generando la posibilidad cierta que los depositarios de fondos en los bancos, aterrorizados por la creencia que sus gobiernos son incapaces de apoyar a los bancos en quiebra comiencen a retirar su dinero encendiendo la mecha de un pánico bancario. El cientista político Raúl Dellatorre en un interesante análisis sobre la crisis en la Eurozona señala que “El ajuste brutal que se le exigió a Grecia y que seguramente continuará con cualquiera que gane las elecciones del próximo 17 de junio, es la respuesta que los líderes europeos quieren imponerle a Grecia como ofrenda al mercado, tratando de frenar con ello los ataques de los fondos especulativos contra los bonos de los países endeudados – Italia, España, Portugal, entre otros – como se han sucedido los acontecimientos el remedio será pero que la enfermedad y dicha ofrenda puede ser el acicate para una reestructuración total de una Eurozona”.
A los análisis de economistas, políticos, gobiernos y la ciudadanía a través de sus manifestaciones, en materia de la crisis que vive Grecia y la Eurozona, se han sumado a esa visión de futuro nada halagüeña, organismos de la talla del Fondo Monetario Internacional (FMI) que ha puesto en la mesa la advertencia que una caída de Grecia tiene alcances insospechados. El FMI advirtió, por ejemplo, al Reino Unido que una escalada de la crisis en la eurozona causaría una “fuerte conmoción de contracción” a la economía británica, afectando el progreso hacia la recuperación. El FMI apoyó la decisión de Reino Unido de desacelerar el ritmo de las duras medidas de austeridad para elevar el crecimiento del país en medio de riesgos mayores por la crisis de deuda de la eurozona. “El ritmo más lento de la consolidación fiscal de este año es apropiada”, dijo la directora gerente del FMI, Christine Lagarde. El informe indica que la continua debilidad económica de Reino Unido significa que las autoridades deben considerar ampliar el programa de Alivio Cuantitativo (emisión de moneda) e incluso el recorte en las tasas de interés.
Por su parte, la Organización Para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) advirtió la pasada semana que la crisis en la Eurozona representa una amenaza a la recuperación económica global. Dicho organismo afirmó que los peligros inmediatos han sido contenidos pero que la economía de la zona se sigue contrayendo con todos los peligros que ello entraña: aumento de la deuda pública, la debilidad de los bancos y el lento crecimiento económico, que fueron subrayados por la OCDE como riesgos reales en la eurozona. Al respecto el organismo pidió una acción urgente por los severos efectos que tendría un recrudecimiento de la crisis.
El Premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times, Paul Krugman vaticinó cual Nostradamus la “salida griega del euro, muy posiblemente el próximo mes – Junio – ”. En caso de cumplirse este pronóstico tanto Krugman como los periódicos Financial Times y Der Spiegel, sostienen que el pánico se extendería al resto de la eurozona y que el próximo paso sería una corrida bancaria en España e Italia que podrían llevar ya sea a eventuales “corralitos”, a una inyección de crédito del Banco Central Europeo con posteriores políticas “más flexibles” o de lo contrario, directamente al fin del euro. Vaticinio nada optimista pero que refleja la realidad de una zona del mundo que vive su hora más dramática de postguerra.
Existen otros caminos
En general, las visiones, netamente economicistas, hablan de soluciones encaminadas a imponer duras medidas económicas a las sociedades. Disposiciones de austeridad que suelen generar retrocesos en la calidad de vida de la gente, que tardan años en volver a sus niveles pre-crisis. Pero también están las visiones contracorriente y que llaman a actuar con medidas ciontracíclicas. En Bruselas, la Presidenta de Brasil, Dilma Rouseff entregó su visión respecto a la crisis en la Eurozona, en el marco de la V Cumbre entre Brasil y la Unión Europea. “¿Qué puede aportar Latinoamérica en esta situación?” Se interrogó la mandataria brasileña, señalando que más medidas de austeridad sólo traen más desempleo y recesión. “Por el contrario, más inversión es lo que necesita Europa para salir del estancamiento. Nuestra experiencia muestra que ajustes fiscales extremadamente recesivos sólo han empeorado el proceso de estancamiento, la pérdida de oportunidades y el desempleo. Difícilmente se sale de la crisis sin aumentar el consumo y la inversión, y el nivel de crecimiento de la economía. Estas fueron las recetas que usó América Latina para salir de la crisis de deuda latinoamericana tras los años 80″, añadió la mandataria, tras reunirse en el Palacio Egmont con el primer ministro de Bélgica, Yves Leterme.
En una posición menos catastrófica respecto a qué pasaría si Grecia tiene un gobierno menos proclive a medidas de mayor austeridad, se sitúa la visión del sociólogo estadounidense, Inmmanuel Wallerstein, principal teórico de la corriente denominada sistema-mundo, quien señala que tras el fracaso de las elecciones del pasado 6 de mayo y la imposibilidad de Nueva Democracia, Syriza y Pasok de formar un gobierno, las elecciones del 17 de junio muestran que la Coalición radical podría obtener el primer lugar de votos “Dado que el nuevo gobierno griego no recibirá más asistencia, deberá recurrir a préstamos de cajón. El ministro de relaciones exteriores alemán ya amenazó con expulsarlos de la eurozona. Sin embargo, no hay modo legal de hacer esto. Y dado que el público griego parece pensar que salirse de la zona no va a resolver nada y probablemente empeore las cosas, la situación llegará a un punto muerto. Los griegos sufrirán enormemente. Pero también sufrirán muchos bancos europeos y también la población alemana, aunque hasta ahora no esté consciente de ello”
Es precisamente en esa dirección donde hay que direccionar el análisis, sostiene Wallerstein: el papel alemán en la crisis. La conducta que asuma Berlín da las claves para visualizar salidas posibles a una crisis económica, que genera efectos políticos y con claros peligros de estallidos sociales. No cabe duda que la canciller Angela Merkel – consciente de lo que ocurre en la vida política alemana donde ya sufrió un varapalo importante – intenta ver hacia que punto sopla el viento europeo. Esta realidad ha mostrado que incluso el lenguaje de la Sra. Merkel – la Dama de Hierro del Siglo XXI – ha comenzado a evolucionar y aceptar las presiones externas sobre lo estrecho del actuar alemán, apuntando hacia una conducta de apuntalar la compra de poder (para los bienes alemanes, entre otras cosas) en el resto de la Unión Europea. El análisis de teóricos como Wallerstein señalan que “si Alemania se mueve en esa dirección, el euro y la zona del euro sobrevivirán, y seguirán siendo un actor importante (aunque contenido) en el escenario geopolítico.
La crisis en la Eurozona, el ascenso de China en el escenario global, el papel siempre preponderante cumplido por Estados Unidos, la presencia cada día más importante de los países BRIC implica un realineamiento geopolítico inevitable y en ese escenario, las medidas que tome la Eurozona, encabezada por Alemania podrá ayudar a ese grupo de países a resistir lo que el mundo económico define como el siguiente megaterremoto: el colapso de los fondos soberanos y el dólar como divisa de reserva. En este marco de acción y de proyección la realidad griega y este regalo a la democracia que supuestamente visualiza las elecciones del 17 de junio, más que presente estilo caballo de Troya, perece ser una Caja de Pandora del cual no se sabe qué males pueden surgir en un mundo que nada en aguas tormentosas.