Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 20 de abril de 2024


Escritorio

Lengua, mujeres y garabatos

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Domingo 7 de octubre 2012 9:27 hrs.


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MIERDA, MIERDA, MIERDA…es la cábala de los actores. La frase que repiten antes de ingresar a escena el día del estreno. Tres palabras que les dan la confianza de que todo saldrá bien. Que repiten de manera impenitente uno tras otro, todos los integrantes de una compañía, antes de pisar el escenario.

Pero “huevones de mierda” es un garabato frontal que no tiene nada que ver ni con el teatro ni con los usos parlamentarios ni ministeriales. De aquí que esta frase que saliera de la boca de la ministra del Trabajo Evelyn Matthei da cuenta de un estado de ánimo alterado, pero sobre todo, de una manera de interpelar a sus adversarios políticos al interior del hemiciclo, en este caso diputados de la bancada del PPD, que permiten hacer una breve reflexión respecto del uso de nuestro idioma por parte de las autoridades.

No nos vamos a poner puristas y decir que el uso del garabato debiera estar erradicado de nuestro vocabulario. El insulto es parte del lenguaje, imposible negarlo, y como tal cumple una función: la de denostar o humillar al interlocutor. Si bien existen muchas maneras de insultar, no siempre se relaciona con una grosería. Los insultos más dolorosos pueden  ser aquellos, límpidos, cáusticos que nos atraviesan en su pureza y, muchas veces, verdad. El garabato es otra manera de insultar y, bien expresado, en el momento preciso, puede ser incluso terapéutico puesto que permite soltar de manera explosiva y sanadora la rabia, la impotencia…

Sin embargo, quienes están en la función pública ejerciendo esta importante tarea que les ha encomendado el soberano, que no es el Presidente de la República, sino que éste en representación de la nación toda, deben cuidar sus formas. Que la ministra Matthei quiera resarcirse de una molestia con un garabato, lo puede hacer desde su intimidad, pero nunca a viva voz en el Congreso Nacional.

La lengua materna, que por razones muy importantes y esenciales es calificada como la lengua que las “madres” esto es, las mujeres, enseñan a sus hijos, es una herencia valiosa que debemos cuidar. Las mujeres jugamos un rol esencial, cuando somos las que enseñamos a nuestros hijos a hablar, a expresarse, a habitar el mundo desde el lenguaje. Nuestro hablar debiera ser cuidado, rico en imágenes que despierten la imaginación de nuestros hijos e hijas, que les permitan descubrir  las diferencias, las sutilezas y riqueza de la realidad y su correlato en una lengua que permite expresarnos de manera prolija y bella. Que se manifiesta como una doble responsabilidad cuando hemos tenido la oportunidad de formarnos y de aprender a fascinarnos con variaciones y multiplicidad de maneras de decir y nombrar al mundo.

Quien ha insistido en este punto es la filósofa y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2011, Carla Cordua. En el ensayo “La mujer transmite cultura” da cuenta de lo importante que es el género femenino en el aprendizaje de la lengua materna y cita, a su vez a Barceló: “ Nadie crea la lengua con la cual se comunica, sino que literalmente la recibe ya hecha como un legado proveniente de sus mayores y de su medio social”. Pero va más allá. Carla Cordua acusa a la desprovista y hasta grosera forma de hablar de las clases más acomodadas en nuestro país que a la postre no tiene variaciones respecto de las más deprimidas. Como cuando en el libro Cabos sueltos dice “Hemos inventado en América, sin quererlo, una especie inusitada de clase social: la burguesía radicalmente inculta”.  Una clase social que a pesar de haber estudiado se expresa como el iletrado.

La ministra Matthei olvida que ella es una mujer privilegiada, que no sólo ha tenido la oportunidad de educarse en colegios y establecimientos de excelencia, sino que ha tenido la distinción de ser ministra de estado…de las escasas ministras de estado que han existido en la historia de nuestra República. Olvida que como ministra del Trabajo, también debe darse el trabajo de hablar como la mujer inteligente y destacada que es.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.